04.09.2012
Sorprende la ligereza con que se acogen los resultados que publican los diferentes rankings de universidades, no ya sólo por parte de gabinetes de prensa y periódicos, sino por gestores, expertos varios y el propio personal universitario. No se trata tanto de la aceptación de esta herramienta, sino del uso acrítico de alguna de ellas cuyos notables sesgos o limitaciones son ignorados o no reconocidos plenamente, incluso cuando sus resultados son incorporados a las agendas políticas y determinan estrategias ministeriales. Los rankings son útiles y deben jugar un papel importante en estos precisos momentos, pero es necesario más rigurosidad y profesionalidad en su selección y evaluación.