Agradezco más de todo lo que se puedan imaginar este Premio “Julián Marías”. Me explico.
En primer lugar, por quien me lo otorga. La Comunidad Autónoma de Madrid es ejemplar en muchos sentidos desde que se encuentra a su frente doña Esperanza Aguirre. El que un lugar de excelencia premie, provoca, por fuerza una satisfacción extraordinaria.
En segundo término, por el nombre que lleva ese galardón. Admiré mucho a Julián Marías. Alguna vez le visité en su casa, en la calle Vallehermoso, y me impresionó verle trabajando, preguntando, discutiendo, en medio de una especie de caverna creada por muros impresionantes de libros, de folletos, de revistas, en medio de las cuales parecía desenvolverse magníficamente. Como es natural, hablamos de economía, y me impresionó también el buen sentido, la capacidad de comprensión de los fenómenos económicos, que tenía. Y por supuesto, antes yo me había trabajado, fundamentalmente para la Memoria sobre el concepto de la asignatura, en mis oposiciones de cátedra, su Historia de la Filosofía, gracias a la cual creo que acerté a montar de manera adecuada cuestiones relacionadas con la metodología de la economía aplicada, entonces llamada estructura económica.
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Un premio intelectual, en el que he sido precedido por nombres verdaderamente ilustres, obliga, no mucho, sino muchísimo. Exige que se intente, aunque llegue a resultar baldío el esfuerzo, acercarse a la figura de ellos, y a la del insigne Julián Marías |
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En tercer lugar, por la fuente de la propuesta, la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. No sé si es una especie de premio que se solicitaba para quien, como yo, soy ya el más veterano en años de Academia, de todos mis compañeros. Haciendo un ejercicio de autocrítica, conozco multitud de colegas mucho más brillantes que yo. Pero su generosidad, tras la propuesta de quien hoy es nuestro Secretario, Julio Iglesias de Ussel, me ha traído aquí, en este momento, y mi agradecimiento al profesor Iglesias de Ussel y a todos mis colegas, será permanente.
Pero en cuarto lugar se encuentran las obligaciones. Un premio intelectual, en el que he sido precedido por nombres verdaderamente ilustres, obliga, no mucho, sino muchísimo. Exige que se intente, aunque llegue a resultar baldío el esfuerzo, acercarse a la figura de ellos, y a la del insigne Julián Marías. Recuerdo de éste el último día que le vi físicamente. Fue en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, donde se la había discernido una pequeña distinción antes se le había ofrecido una medalla vacante y había renunciado porque, nos dijo, ser académico obliga a un esfuerzo continuado, yo ya lo soy en otros lugares y no puedo adquirir la carga de una nueva obligación , y como agradecimiento nos obsequió con una conferencia magistral.
Hoy, pues, es un día fasto para mi. Los tres pilares de esta Comunidad y de su excelsa presidenta, el de Julián Marías y el de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, constituyen el plinto sobre el que se alza la columna, al par, de mi agradecimiento y de mi alegría.
¡Muchas gracias!