Su mundo, casi de nada y nada,
de fantasmales supercuerdas
en el espacio decadimensional,
extrañeza, color, espín y encanto-
pero cuando tiene dolor de muelas,
el cosmólogo,
cuando se disipa en polvo de nieve
en St. Moritz,
come ensalada de patatas
o se acuesta con una señora
que no cree en bosones,
cuando muere
se evaporan los cuentos matemáticos,
las ecuaciones se derriten
y él vuelve de su más allá
a este mundo
de dolor, nieve, placer,
ensalada de patatas y muerte.