02.01.2007
Leemos de manera cada vez más frecuente <a href="?id=25364" target="_blank">noticias</a> sobre las múltiples aplicaciones de los chips de identificación por radiofrecuencia (más conocidos por su acrónimo inglés: <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/RFID" target="_blank">RFID</a> (<i>Radio Frequency Identification Device</i>). A diferencia de otras tecnologías, cuyos beneficios en pro del bienestar son aplaudidos sin apenas crítica, el empleo sistemático de los <a href="?id=24597&amp;sec=2&amp;tipo=g" target="_blank">chips</a> de identificación desata encendidos <a href="https://www.eff.org/Privacy/Surveillance/RFID/" target="_blank">debates</a>. Sin duda, la posibilidad de la "invasión" de nuestro cuerpo mediante el implante de dichos chips nos hace experimentar con mayor dramatismo sus posibles consecuencias. Lo cierto es que, con implantes o sin ellos, el verdadero peligro de este sistema de identificación es su combinación con otros tipos de tecnologías orientadas a recabar datos sobre nuestra conducta y nuestros movimientos que ya operan a sus anchas en múltiples ámbitos. La integración de tal número de registros informacionales de nuestra conducta, movimientos y hábitos multiplicaría las dificultades para asegurar el derecho a la privacidad y, de manera más grave, el derecho a ser presuntamente inocentes.