El Premio Nobel de Química de 2007 ha sido concedido a Gerhard Ertl, un científico alemán de 71 años, con un enorme prestigio, agradable personalidad y excepcional talento. Desde finales de los años 70, Ertl ha sido pionero en la introducción de técnicas extraordinariamente sofisticadas para estudiar la interacción de moléculas con superficies sólidas, en las que las superficies monocristalinas a estudiar se mantienen aisladas de la atmósfera en el interior de un recipiente de ultra alto vacío.
Estas condiciones extremas, en las que la presión residual es del orden de la que existe en el espacio interestelar, permiten que las superficies sólidas se mantengan atómicamente limpias por largo tiempo, de modo que sólo las moléculas que deseamos, interaccionen con ellas. Además, en estas condiciones controladas, se tiene acceso directo a los procesos que ocurren a escala molecular mediante un arsenal de técnicas experimentales (muchas de ellas desarrolladas por Ertl y sus colaboradores) que permiten desvelar los secretos de la interacción molécula-superficie con un detalle sin precedentes. Sorprendentemente, los conocimientos adquiridos en estos sistemas, tan aparentemente alejados de las condiciones habituales en que se desarrollan las reacciones químicas, han tenido rápida aplicación práctica. Han permitido desarrollar nuevos catalizadores, más selectivos y eficaces, mejorando el proceso Haber-Bosch para producir fertilizantes o la oxidación de CO en los catalizadores de los automóviles para limpiar los gases de escape.
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Ertl ha desarrollado la ciencia de superficies como una excitante frontera entre la química y la física |
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Gerhard Ertl, desde los años 80, en que era catedrático en el Instituto de Físico-Química de la Universidad de Munich, situado en aquel memorable viejo caserón de la Sophienstrasse, ya desaparecido, hasta su última época de Director del Instituto Fritz-Haber en Berlín, ha sabido combinar la investigación competitiva del más alto nivel, con la delicada gestión de un grupo de científicos de mucho talento. Ertl ha desarrollado la ciencia de superficies como una excitante frontera entre la química y la física, algo que, para los que hemos tenido el privilegio de trabajar con él largo tiempo, ha sido, al menos, tan inspirador como su forma de tocar el piano en las reuniones de los viernes en su despacho.