Un gran poliedro transparente, eterno,
ha sido su arquetipo de universo:
la oscuridad donde una estrella brilla
en la noche de Asiria fue la misma,
y en el bordado firmamento hebreo,
o en el cielo nocturno que vieron los caldeos.
Negro espejo que a nadie ha reflejado.
Todo tiene lugar bajo los mismos astros:
los átomos, la luz y la energía
son sólo sueños de una geometría
donde muere buscando en la negrura,
más allá de la lluvia y del verdor
de los campos de Irlanda, la profunda
noche de la caverna de Platón.