La transición de Celera
Celera Genomics, la empresa fundada en 1998 por Craig Venter, ha decidido por fin romper su silencio. Callada desde febrero de este año, cuando publicó su borrador del genoma humano en Science, la compañía anuncia su transición al sector biofarmacéutico.
La transformación de Celera empezó a fraguarse hace poco más de un año. Haciendo honor a su nombre, una transfiguración del término rapidez, los directivos de la empresa biotecnológica más popular del mundo esbozaron sus futuros planes de negocio cuando aún no había cristalizado el objeto para la que fue creada. A ciencia cierta, es imposible decir si Craig Venter fue de nuevo un visionario o, por el contrario, un temerario de la tecnología. El caso es que al tiempo que construía unas bases de datos sobre las que edificar su imperio económico --y que todo el mundo se apresuró en descalificar-diseñaba una estrategia que le teletransportaba al siglo XXI.
El negocio de Celera son, en efecto, sus bases de datos. Destaca por su valor universal, muy a pesar de los críticos, la del borrador del genoma humano, generada a una velocidad impensable hace tan sólo un decenio y con un nivel de calidad, medida en términos de redundancia estadística, equivalente a la de sus competidores del sector público. Pero no es la única: la empresa de Venter asegura disponer ya de la secuencia del ratón, indispensable en ciencia por su estatus de modelo biológico, y dispone de datos de calidad ya contrastada de otros organismos como la mosca del vinagre, el gusano C. elegans y de Plasmodium falciparum, el microorganismo responsable de la malaria. En breve, además, dará a conocer a la comunidad científica el genoma de Anopheles gambiae, el mosquito que actúa como vector de esta enfermedad en el corazón de África.
Algunas de las bases de datos pueden adquirirse mediante suscripción, algo que ya están haciendo universidades y centros de investigación españoles, pero también mediante acuerdos globales, como los alcanzados con las autoridades científicas de países como Canadá o Australia. Del mismo modo, Celera está obteniendo pingües beneficios gracias a la incorporación de su arsenal bioinformático a proyectos internacionales. La compañía ha logrado contratos multimillonarios con los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses (NIH, en sus siglas inglesas), hasta no hace mucho uno de sus principales competidores, así como con consorcios internacionales.
CAMBIO DE ESTRATEGIA
Consolidada su principal fuente de ingresos, Venter ha decidido dar una nueva vuelta de tuerca al engranaje de la nueva medicina. El objetivo es, tal y como declaraba recientemente a El País Stephen Hoffman, uno de los vicepresidentes de la compañía, aprovechar las facilities que dispone ahora mismo Celera para desarrollar nueva tecnología y adentrarse en el diseño de fármacos y vacunas en dos áreas con tanto riesgo económico como beneficio potencial: las enfermedades oncológicas y las infecciosas.
Para poner en marcha esta línea Venter apostó por un investigador con un currículum atípico. Hoffman (New Jersey, 1948), cuenta con estudios en filosofía política y medicina de familia. Además, ha participado activamente en programas de investigación de la malaria en Latinoamérica, Asia y Africa, y cuenta con un envidiable historial académico y científico en una enfermedad para la que no existe vacuna y para la que las grandes compañías raramente han mostrado interés alguno. Hoffman se incorporó a Celera en 2000 como responsable del área "biológica" de Venter.
Sus primeras medidas han consistido en la adquisición de una pequeña compañía de San Francisco dedicada al diseño específico de moléculas por métodos computerizados. La idea es proporcionar a sus ordenadores las mejores dianas para diseños a medida obtenidas precisamente del análisis de las bases de datos que se han ido generando. Para ello, ha incorporado también expertos en data mining y en software avanzado a los que ha pedido nuevos algoritmos para que sus máquinas trabajen a destajo. Finalmente, ha unido a sus más de 200 secuenciadores un número nada despreciable de espectrómetros de masa de última generación, tecnología con la que aspirar a detectar y caracterizar la más mínima traza bioquímica.
Con todo este equipamiento, sin duda uno de los más potentes del mundo, Hoffman y Venter aspiran a rizar aún más el rizo. A diferencia de las otras grandes biotecnológicas del sector, que escudriñan en librerías de moléculas a la búsqueda del principio activo más adecuado, Celera pretende recorrer el camino inverso o, lo que es lo mismo, partir de moléculas virtuales, aquellas que sólo existen en la pantalla del ordenador.
¿Con qué fin? Aunque de momento sólo los apuntan como posibilidad en círculos restringidos, parece claro que la apuesta es cáncer de pulmón y malaria. Para el primero, no existe un fármaco verdaderamente eficaz. Y en la segunda, como es notorio, por no existir no hay ni vacuna. En ambos casos, Venter se apoyará en los NIH, en especial, en el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) y en el Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas. Una vez más, Venter habrá sabido unir su creatividad científica al desarrollo tecnológico y al márqueting. Como corresponde a todo buen visionario.