Recreación de un neandertal./ Adam Foster. National Museum of Natural History (FLICKR)
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Autor
Jorge Alcalde

Somos más neandertales de lo que pensábamos

La carga genética que el ser humano conserva de la especie extinta es el doble de lo que se creía.

Si está usted pensando insultar al vecino llamándole Neandertal ya puede ir pensando otro improperio. Para los conocedores de la evolución humana, hace mucho que la especie neandertal ha dejado de ser un sinónimo de embrutecimiento, carencia de inteligencia o salvajismo como durante décadas pareció. La mala fama de los primos más cercanos del sapiens se debía fundamentalmente a la supina ignorancia sobre sus orígenes y su condición.

Hoy sabemos que aquellos homininos extintos brillaron también por su inteligencia, sensibilidad, desarrollo tecnológico y capacidad de adaptación. Pero ellos desaparecieron del mapa hace algo más de 24.000 años. Lo hicieron de manera aparentemente repentina y casi sin hacer ruido. Las causas de su desaparición siguen siendo en parte un misterio.

No es un misterio, sin embargo, que los neandertales no merecen en ningún caso ser convertidos en un insulto. Y no lo es, entre otras cosas, porque usted y yo somos también un poco neandertales. Así lo ha vuelto a confirmar un estudio genético publicado por la revista Science.

Se trata de la secuenciación del genoma de una mujer neandertal encontrada en las excavaciones de Vindija, en Croacia, y que debió de vivir hace unos 50.000 años. Es el segundo genoma neandertal secuenciado, lo que permite tener ahora el doble de información sobre esa especie de la que teníamos hace un año. En 2010 se logró el análisis del ADN mitocrondrial de otros tres espécimenes de Croacia, pero sólo se pudo secuenciar una especie de denominador genético común entre los tres. Hay otros fragmentos de ADN neandertal secuenciados pero solo uno tiene información de calidad, el de un individuo encontrado en Siberia y conocido como Altai. Ahora, tenemos otro set de genes de gran calidad científica. El estudio de todas estas muestras, comparándolas con el genoma humano, permiten asegurar que los humanos actuales que vivimos en Europa y Asia, y los descendientes en otras regiones, mantenemos trazas de entre el 1,5 y el 2,1 por ciento del ADN de los neandertales. Los nativos africanos no tienen restos de estos genes.

Esta fuga de genes de una a otra especie sólo quiere decir una cosa: que ambas se hibridaron en algún momento. Puede que hace más de 50.000 años, los sapiens y los neandertales convivieran tan estrechamente que llegaran a aparearse. De aquellos cruces hemos heredado la carga genética que ahora empieza a aflorar.

El nuevo genoma ha sido identificado por científicos de un vasto equipo internacional a partir de los restos de una mujer catalogada como Vindija 33.19. Los autores han utilizado su genoma para estudiar las divergencias entre esos genes y los que tuvieron los Denisovanos (otra especie cercana extinta) y tenemos hoy los humanos modernos. Con estos datos, han podido determinar, entre otras cosas, que el intercambio genético entre humanos y neandertales ocurrió entre hace 130.000 y 145.000 años, antes de que los neandertales se separaran en dos poblaciones, una la de Croacia y otra la de Siberia. La nueva medición arroja que los genes neandertales que portamos los humanos no africanos pueden llegar a casi el 3 por ciento, más de lo establecido hasta ahora. No sólo eso, sino que han detectado algunos sets de genes que tienen una influencia muy clara en nuestra vida actual. Por ejemplo, hay genes que intervienen en la regulación del colesterol, en la producción de vitamina D, en el riesgo de padecer enfermedades relacionadas con la alimentación, en la artritis reumatoide y en la esquizofrenia. Todas esas funciones se regulan hoy a través de genes que nos han sido pasados desde los tiempos en los que nuestros ancestros se mezclaron con neandertales.

Los humanos modernos que más genes de neandertal portan son los nacidos en el este de Asia. Luego les seguimos los europeos.

Otro hallazgo interesante de este nuevo genoma secuenciado es que la diferencia genética entre las distintas familias neandertales era muy reducida. Se cree que aquellos homininos vivieron en poblaciones muy pequeñas y aisladas. La mayor comunidad llegó a tener sólo 3.000 habitantes. Quizás, eso explique su extinción: la variabilidad genética era muy pequeña entre ellos y las posibilidades de adaptarse a cambios del ambiente, reducidísimas.

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