Primera lección de geometría
En el principio era el uno.
Más cerca del punto de la escritura maya
que de la raya vertical de nuestro sistema de notación.
El uno no era una cantidad;
era la pura calidad del Todo indivisible.
Y fue a partir del gran uno que -en un momento dado- brotaron todos los números.
Primero nació el dos
y con él -de inmediato- el tres.
Luego, en vertiginosa sucesión,
surgieron todos los demás números.
Antes del uno no había más que el uno.
No el cero del vacío inexistente.
Ni el cero de la nada absurda.
El uno nada más.