La concesión del Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel en 2011 a Thomas J. Sargent (New York University) y Christopher A. Sims (Princeton) supone un merecido reconocimiento al gran impacto que han tenido sus procedimientos de evaluación de los efectos de variaciones en la política económica (p. ej., monetaria y fiscal) sobre las principales macro-magnitudes (PIB, consumo, inversión, empleo, déficit público, inflación, etc.).
A diferencia de lo que ocurre en las ciencias experimentales, resulta muy complicado identificar causa y efecto en Macroeconomía ya que los datos analizados responden a decisiones de comportamiento donde pasado, presente y futuro están interrelacionados, lo que impide una distinción clara entre variables exógenas y endógenas. A modo de ilustración, pensemos en cómo interpretar la existencia de una correlación positiva entre las tasas de crecimiento de la cantidad de dinero y del PIB a lo largo del tiempo. Una posible interpretación, asociada al paradigma keynesiano, es que la autoridad monetaria cambia autónomamente la cantidad de dinero la cual, vía una expansión en la demanda agregada bajo el supuesto de rigidez en la fijación de precios y salarios, daría lugar al consiguiente aumento del empleo y de la renta de la economía. Sin embargo, este enfoque es inválido si los agentes económicos basan sus decisiones actuales en expectativas bien formadas sobre lo que acontezca en el futuro. Por ejemplo, si los individuos esperan una mayor renta futura debido a un cambio tecnológico favorable (independiente de los cambios en la política monetaria), aumentarán hoy su demanda de dinero lo que implicará un aumento simultáneo de la oferta monetaria por parte del banco central para no impedir el progreso tecnológico. Mientras que en primer caso, la cantidad de dinero causa a la renta, en el segundo es la renta la que causa la cantidad de dinero. La clave sobre que interpretación es más correcta dependerá de cómo se formen las expectativas.
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Los trabajos de ambos investigadores han proporcionado herramientas indispensables actualmente a la hora de construir y estimar modelos robustos donde evaluar los efectos de los diferentes instrumentos disponibles de política económica |
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Hasta mediados de la década de los setenta, las expectativas jugaban un papel rudimentario en el paradigma keynesiano imperante en el análisis macroeconómico. El supuesto implícito era que dichas expectativas (denominadas adaptativas) estaban determinadas por lo que había ocurrido en el pasado, incluida la política económica llevada a cabo hasta entonces. De esta manera, en el ejemplo anterior, el aumento de la cantidad de dinero solo daría lugar a un aumento de la renta si se suponía que los agentes actuaban sistemáticamente de forma pasiva, es decir, sin aumentar precios y salarios proporcionalmente al incremento en la oferta monetaria. El fenómeno de la coexistencia de elevada inflación y alto desempleo debido a las crisis del petróleo (una perturbación negativa de oferta), supuso la sustitución del paradigma anterior por un nuevo paradigma (la teoría las expectativas racionales) cuyo supuesto central era que la gente formaba sus expectativas activamente de la forma más racional posible en función de la información disponible. Por tanto, si cambiaba la política, también variaría el modo en que la gente formaba sus expectativas y con ello sus decisiones óptimas. La implicación inmediata de este resultado era que las estimaciones y simulaciones realizadas con los grandes modelos macro-econométricos existentes no servían para evaluar los efectos de la nueva política económica. Junto con el desarrollo de nuevos modelos teóricos que incorporasen el proceso activo de formación de las expectativas- desarrollados por Robert Lucas (Nobel en 1995), Edward Prescott y Finn Kydland (Nobeles en 2004), que coincidieron con Sargent y Sims en el Dpto. de Economía de la Universidad de Minnesota- resultaba necesario abordar una nueva metodología que permitiera evaluar empíricamente las nuevas implicaciones de dichos modelos sobre los efectos de la política económica.
Sargent y Sims se enfrentaron a dicho reto realizando aportaciones metodológicas fundamentales que permiten la especificación, estimación y simulación de modelos macroeconómicos dinámicos donde las expectativas juegan un papel crucial. Tom Sargent ha desarrollado nuevos procedimientos econométricos para estimar modelos estructurales donde se puedan identificar aquellos parámetros (preferencias, tecnología) que resultan invariantes a los cambios anticipados en la política económica y que, por tanto permiten la evaluación de dichos cambios sin caer en las críticas discutidas anteriormente. Además, frente al supuesto extremo de expectativas racionales, ha analizado las implicaciones de asumir expectativas que se actualizan gradualmente en función de la nueva información disponible bajo el supuesto de racionalidad limitada (bounded rationality). Chris Sims ha propuesto una nueva metodología de simulación dinámica sobre los efectos de las variaciones no anticipadas de política monetaria y fiscal a través de procedimientos plausibles de identificación de diversos tipos de perturbaciones independientes en los llamados modelos vectoriales autorregresivos estructurales (SVARs). Dicho enfoque permite caracterizar la respuesta a corto y largo plazo de las variables nominales y reales a cambios imprevistos en los tipos de interés, impuestos, gasto público, etc.
Los trabajos de ambos investigadores han proporcionado herramientas indispensables actualmente a la hora de construir y estimar modelos robustos donde evaluar los efectos de los diferentes instrumentos disponibles de política económica.