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Oscar Fernández-Capetillo (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, CNIO. Premio "Miguel Catalán" de Investigación 2008)

Premio de investigación "Miguel Catalán"<br>Acabo de llegar

En primer lugar, agradecer al jurado que decidió premiar mi candidatura, gracias por confiar en mí. Lo cierto es que recibir este premio después de personas como el Dr. García-Fierro lo hacen sentir a uno pequeño, irrelevante, pero al tiempo espoleado de todo lo que queda por hacer.
Siempre tuve claro que quería ser científico. No sabía muy bien qué clase de científico, pero desde luego alguien de los que se hace preguntas todo el rato. Los que me padecieron mientras crecía supongo que lo saben bien. De hecho, la mejor definición de lo que es la ciencia que nunca he escuchado, es la que hace Issac Assimov en respuesta a la pregunta: "¿Qué es la ciencia?". Su respuesta: "La ciencia, es solamente curiosidad". Así es como me veo yo, como una persona curiosa que tiene la fortuna de poder dedicar su vida a hacerse preguntas, acertando muy pocas veces, pero divirtiéndose en el intento. Por un momento, me encantaría poder abrir un agujero en el tiempo en el que acercarme al Oscar de 7 años que diseccionaba quisquillas en los guijarros de Pedreña. Le daría un abrazo y le animaría a seguir: "Ánimo amigo, persiste, que vas en buen camino". Tanto en ciencia como en el resto de mi vida, creo que ese niño estaría contento de saber hasta dónde llegará su versión adulta. Y, ¿de aquí en adelante? No soy ambicioso, ni me vence el ego, no forma parte de lo que yo soy. De hecho, cuando me llegue el momento de cerrar la persiana y echar la vista atrás lo que más me preocupará no es el haber tenido éxito en responder las preguntas que me haya planteado, sino el creer que realmente me hice las preguntas que valía la pena hacerse, aunque fracase.

La mejor definición de lo que es la ciencia que nunca he escuchado, es la que hace Issac Assimov en respuesta a la pregunta: "¿Qué es la ciencia?". Su respuesta: "La ciencia, es solamente curiosidad"

He de agradecer a tanta gente encontrarme hoy aquí, que solo me va a dar tiempo a esbozar un collage, necesariamente incompleto. Empezando por todos los que han ayudado a construir un Oscar científico. Mi directora de tesis, Ana Zubiaga, que tuvo que domarme en tiempos más revueltos; donde no tenía claro si quería seguir en biología, acabar como ciberbroker en una empresa de Zaragoza, o escaparme a Boston a aprender a construir ordenadores. Fué una etapa convulsa, pero que creo sembró la piedra clave sobre la que se sustenta el resto del edificio. A mi mentor en EE.UU., André Nussenzweig, por enseñarme los conceptos fundamentales sobre los que trabajo hoy en día y por haberme enseñado que se puede ser amigo y jefe al mismo tiempo. A María Blasco, por apostar por mí como jefe de grupo de su Programa para un proyecto tan ambicioso como el que se esbozaba en el CNIO, cuando yo aún era poco más que un imberbe de 29 años. Y por último, y muy en particular, al Dr Barbacid, (creo que a estas alturas me puedo permitir llamarle Mariano), por haber hecho posible una cosa tan impensable hace años como real ahora mismo como es el CNIO. Sé que Mariano pasará a la posteridad por su trabajo con los oncogenes, por habernos dado al resto las primeras pistas moleculares de como se inicia el cáncer. De hecho conozco pocas carreras científicas más coherentes y envidiables que la suya, que ha sido un continuo crecimiento en una sola dirección: desde el trabajo más molecular, hasta generar modelos animales que creo van a ser una plataforma única para la validación de nuevas terapias anticancerosas. Sin embargo, creo que este legado sería incompleto si no contempla como pilar el haber hecho posible un proyecto como el CNIO. Ahora a tiempo pasado, y en un mundo en el que vivimos del ahora, seguramente no se sepa entender lo que ha supuesto para la investigación nacional el modelo que Mariano diseño. Pero ser capaz de construir en España un Centro basado en la meritocracia, aislado del sistema funcionarial, y en el que se es capaz de apostar por la gente joven sin más evaluaciones que la científica; va a marcar -o mejor dicho- ya ha marcado, un punto de no retorno que ha definido lo que será la ciencia nacional en un futuro. A todos ellos, gracias.

Por supuesto un rincón especial en mi corazón también lo tiene la gente de mi propio grupo, de ese pequeño Ecosistema que se ha creado en unos pocos metros cuadrados de esta ciudad. Os agradezco a todos el haber apostado por alguien sin demasiada experiencia, pero con ganas de hacer muchas cosas. Habréis sufrido de muchos de mis defectos, pero es por vosotros por lo que hoy estoy aquí, y espero que ganéis de mí al menos una fracción de lo que yo he crecido con vosotros.

Y finalmente, a la gente que me quiere independientemente de que haga ciencia, me dedique a la bolsa, a la informática, o a todas las inquietudes erráticas que siempre me han acompañado. Mis buenos amigos; los viejos y los que he hecho en Madrid donde he encontrado gente de muy buen corazón que contribuye a que sea feliz. Mis padres, de los que no me quedan dudas de que hoy es uno de los días más felices de su vida. Y por supuesto a mi familia. Mis tres hijos; Ian, Emma y Luca. El hecho de saber que, aunque ese día me haya portado mal, o simplemente haya tenido un mal día, voy a llegar a casa y me van a recibir incondicionalmente con un abrazo, un beso y la sensación de que soy el mejor padre del mundo, no tiene comparación. Y a mi mujer, Mati, que voy a decir. Hace mucho tiempo que el concepto de Oscar dejó de tener sentido si al tiempo no se piensa en ti. Con todo lo grande que es el mundo, divina casualidad que en algún momento nuestras vidas chocasen para no separarse más. Te debo lo que soy.

En fin, lo cierto es que este tipo de reconocimientos siempre son motivo de fiesta, motivo de alegría para el que lo recibe y para los que lo acompañan. Y es cierto, pero al menos para mí también son un momento de reflexión y de mucha responsabilidad. Me gustaría acabar parafraseando a Stephen Jay Gould, una de las mentes contemporáneas más geniales y lecturas más dulces que un científico pueda llegar leer. "Acabo de llegar". Este fue el título que Steve, después de 30 libros publicados y más de 400 artículos geniales, le puso a su último libro un año antes de morir (sabiendo que moría inexorablemente de cáncer). Es una frase corta pero que nunca olvidaré, y la manera más bella y humilde de sintetizar en tres palabras como valoraba lo que había sido su propia vida. Así es como yo me veo a mi mismo. Acabo de llegar, y no he hecho nada. Tengo sobre mis hombros la responsabilidad de que creo que podría llegar a hacer cosas interesantes, y la fantasía e ilusión de que realmente, algún día pueda llegar a hacer algo que realmente cambie la vida de los enfermos con cáncer. Se lo debo a todo el mundo, pero sobre todo a las personas que más he querido en mi vida y para las que ya he llegado o estoy llegando tarde. A vosotros os lo dedico.

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