Lo aviso. Que se abstengan de leer este artículo los fumadores. Lo que voy a contarles no servirá para que dejen de fumar. Nadie deja el tabaco de forma voluntaria a menos que un episodio personal o familiar les haya fastidiado la vida (como el haber sufrido o muerto de un infarto agudo de miocardio, de un enfisema pulmonar, de un cáncer de boca, de esófago, de estómago o de pulmón, haber tenido un bebé de muy bajo peso o malformado). Ni por amor se deja de fumar, aunque aquí excluyo a la mayoría de las embarazadas y a muchos padres y madres de niños con enfermedades crónicas respiratorias como el asma o la fibrosis pulmonar. Tampoco han dejado de fumar un tercio de los profesionales sanitarios. Los únicos que pueden dejar de fumar o no fumar nunca son los jóvenes. A esos les dedico mi artículo.
El consumo de tabaco es la causa más importante de enfermedades y de mortalidad evitables en los países desarrollados. Uno de cada tres ciudadanos españoles mayores de 16 años es fumador. Se estima que los gastos totales que originan los problemas sanitarios derivados por el consumo de tabaco le suponen a la sociedad unos 430 euros por habitante y año. Los costes sanitarios directos de las cinco enfermedades más frecuentes asociadas al consumo de tabaco en España superaron los 7.700 millones de euros en 2008. De las enfermedades más costosas para la sanidad, en primer lugar está el infarto de miocardio con 3.600 millones de euros, seguida de cerca por la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (bronquitis crónica, enfisema) cuyo gasto sanitario supera los 2.900 millones de euros. Pero este enorme coste no lo pagan sólo los fumadores, sino todos los ciudadanos españoles en los impuestos y precios de los bienes y servicios.
Humo de tabaco
El humo del tabaco está compuesto por cientos de diferentes constituyentes: alquitrán, nicotina, monóxido de carbono e hidrocarburos aromáticos carcinogénicos, que son los principales tóxicos. El tabaco produce alteraciones estructurales y funcionales en la vía aérea y en el tejido pulmonar que incluyen aumento e hipertrofia de las glándulas mucosas, inflamación, cierre de las vías aéreas pequeñas por estrechamiento del diámetro bronquial y destrucción de las paredes alveolares. Miles de artículos de investigación clínica, estudios epidemiológicos y trabajos de experimentación animal apoyan la asociación entre consumo de tabaco y el desarrollo de cáncer pulmonar, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y otras numerosas enfermedades. El tabaco es un factor de riesgo importante en el desarrollo de enfermedad de las arterias coronarias del corazón. Se estima que un 30-40% de las muertes debidas a enfermedad coronaria pueden ser atribuidas al consumo de tabaco.
Se entiende por fumador pasivo al individuo no fumador que de forma involuntaria está expuesto a los productos de combustión del tabaco. La inhalación pasiva del humo de tabaco es también un riesgo para la salud. El monóxido de carbono es un gas incoloro, inodoro y tóxico que se acumula en los tejidos, puede permanecer en el organismo durante horas y se absorbe más rápidamente de lo que se elimina. Los niveles de carboxihemoglobina aumentan con la mayor exposición al monóxido de carbono y causan disminución del transporte de oxígeno a los tejidos del cuerpo. El verdadero peligro para el fumador pasivo no reside en el humo que espira el fumador, sino en el humo emitido por el cigarrillo mientras se está quemando. Cuando un cigarrillo está quemándose existe un proceso de combustión incompleta del tabaco con producción de sustancias químicas en altas concentraciones, como el alquitrán. El humo de tabaco producido por alguien que está fumando es menos peligroso para un no fumador porque el propio fumador actúa como filtro de la mayoría de los contaminantes. El fumador retiene más de la mitad de todo el monóxido de carbono inhalado y más del 90%de todas las partículas sólidas que de otra manera estarían en la atmósfera.
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El consumo de tabaco es la causa más importante de enfermedades y de mortalidad evitables en los países desarrollados |
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En la 14ª Conferencia Mundial sobre Tabaco y Salud celebrada en marzo de 2009 en Mumbai, India, se estimó que si no cambian los patrones actuales del consumo de tabaco, las enfermedades causadas por el mismo matarán a más de 600 millones de personas en los próximos 30 años. De los 3.000 millones de personas menores de 20 años que viven en la actualidad, cerca de 1.000 millones se harán fumadores. Los médicos en general, y especialmente los neumólogos, cardiólogos y cirujanos cardiacos, vasculares y torácicos, así como los profesionales de enfermería, ocupan una posición clave para actuar como modelos en la prevención o disminución del consumo del tabaco.
La nueva ley del tabaco en España -que entró en vigor a principios del presente año- no es una cuestión de ideología política, sino de salud. Los primeros beneficiarios son los fumadores pasivos, aunque según previsiones del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT) se espera que la mortalidad y morbilidad disminuya en los próximos 10 años. Así se estima que 400.000 personas dejarán de fumar en 2011, si se reduce un 15-20% el consumo del tabaco y se espera que la cifra alcance los 2, 5 millones en el 2020.
Dejar de fumar es beneficioso a corto y largo plazo: disminuye la mortalidad por enfermedad cardiovascular; disminuye la tos y la producción de esputo; disminuye el riesgo de cáncer no sólo de pulmón, sino de laringe, boca y esófago, y aunque no mejora la función pulmonar en el individuo con enfisema intenso, disminuye la velocidad de deterioro. Los pediatras y educadores deberían recordar a los niños mayores de 9 años los peligros del tabaco y aconsejar a los padres que eviten fumar delante de sus hijos. Una generación de no fumadores debe ser la meta de todos los profesionales sanitarios.