La identidad de género es una de las cuestiones sociales más planteadas en las últimas décadas. Desde distintas ramas de la neurociencia se estudian los componentes sociales y genéticos que la determinan. En este ámbito, las técnicas de neuroimagen han resultado ser clave para dar respuesta a la pregunta ¿existen diferencias en el cerebro según el género?
Desde sus inicios, los estudios en medicina han agrupado a los pacientes según sesgos como edad, etnia y sexo, siendo este último de los más controvertidos en las últimas décadas.
Con la llegada del feminismo, se replantearon las estructuras sociales tal y como eran conocidas hasta entonces, y así ocurrió también en la medicina. Se empezaron a desarrollar fármacos y tratamientos que se ajustaran al cuerpo de las mujeres, ya que anteriormente los estudios eran hechos por y para hombres, principalmente caucásicos. Pero ¿sería necesario hacer una distinción de género, además de sexo, en medicina?
Separando la paja del trigo
Para responder a esta pregunta debemos hacer una distinción entre estos dos términos. Se define como sexo las características sexuales de una persona, sus cromosomas, hormonas, y anatomía corporal mientras que el género es una construcción sociocultural que permite agrupar a los seres humanos según características que no sean solo biológicas.
Los primeros estudios neurocientíficos sobre el género se podrían situar a finales del siglo XX de la mano del psicólogo John Money, quien dedicó su carrera al estudio de la intersexualidad, haciéndose por primera vez una distinción de estos términos que hasta entonces habían sido empleados en medicina como sinónimos. Sin embargo, su teoría basada en el componente social como principal determinante de la identidad de género fue muy controvertida entonces y ampliamente desmentida en la actualidad.
Sexo, género, cerebro y neuroimagen
Es lógico pensar que pueden existir diferencias en cuanto a la morfología cerebral (es decir, la estructura del cerebro) entre hombres y mujeres, ya que el cerebro de un “hombre” debe controlar por ejemplo la producción de esperma, mientras que el de una “mujer” debe controlar el ciclo hormonal. Pero ¿qué sucede con esta diferenciación sexual entre cerebros cuando tenemos diversos géneros?
La mayoría de los estudios que profundizan sobre las bases biológicas de la identidad de género se centran en el cerebro En un principio se analizaban las muestras cerebrales post mortem, pero en la actualidad las técnicas de imagen juegan un papel fundamental: permiten un análisis in vivo y, además, no invasivo.
Gracias a la resonancia magnética (en inglés MRI) y a la tomografía de emisión de positrones (en inglés PET) es posible estudiar no sólo la morfología sino también la funcionalidad cerebral. En esta línea, se ha publicado hace unos meses un estudio de colaboración entre la UNED y la Universidad Pompeu Fabra, comparando la actividad neuronal del cerebro completo de individuos cis y transgénero mediante MRI.
En general, los resultados obtenidos, parecen sugerir diferencias entre personas cis y transgénero en cuanto a la morfología y la dinámica cerebral, pero aún son difíciles de interpretar por la amplia variabilidad en cuanto a la muestra poblacional estudiada en cada caso. Lo que sí ponen de manifiesto estos estudios es la capacidad y versatilidad de estas técnicas.
Es por esto que desde el proyecto de innovación docente “Hacia una Universidad Complutense más diversa: actividades de visibilización del colectivo LGTBI en las Facultades de Químicas y Biológicas” ha querido poner en valor esta metodología destacando, además, el trabajo que se desarrolla en el Centro de BioImagen Complutense, una Instalación Científico-Técnica Singular que dispone de equipamiento excepcional de MRI y PET-CT para su uso en investigación biomédica preclínica.
Cómo las experiencias personales moldean nuestro cerebro
Aunque los estudios de neuroimagen permitan conocer posibles diferencias morfológicas y funcionales del cerebro según el género, aún quedan muchas incógnitas por resolverse. ¿Cómo influye el ambiente y las experiencias en el moldeamiento cerebral? ¿Existen diferencias morfológicas en individuos con diferente género desde el nacimiento o estas diferencias derivan de las experiencias vividas?
La bióloga Anne Fausto-Starling explica cómo algunas funciones cerebrales se desarrollan de manera extrauterina, condicionadas por los patrones sociales. Un ejemplo simple es la percepción del color. Si un bebé de sexo masculino es expuesto al azul elegirá este color más tarde en su desarrollo, ya que desde edad muy temprana se ha incentivado socialmente esta elección.
En definitiva, podemos decir que el género es una construcción sociocultural muy compleja que abarca todo un espectro de identidades y que tiene de alguna manera un componente genético. Los estudios hasta ahora realizados sólo atisban la punta del iceberg de una de las cuestiones socio-científicas más importantes de los últimos tiempos y en la que la neuroimagen juega un papel crucial.
Referencia bibliográfica:
María Fernández Fernández, contratada del Programa Investigo, y Lucía García Ortega, Profesora Contratada Doctora del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid, son las autoras de este texto, que ha obtenido el segundo premio de la modalidad de artículo de divulgación en la XII edición del Concurso de Divulgación Científica UCM.