Sobre la diagonal de luz dorada
que deshilvana la quietud del aire;
en ese rayo de ámbar intangible
donde el espacio se revela vivo,
baila el polvo en desorden,
danzan, ebrios, los átomos.
Miríadas de un mundo que no vemos,
miríadas de un mundo en donde somos.
Nos cerca el frenesí de lo furtivo.
Un furor sigiloso nos circunda.
¿Miríadas de qué?
Sólo miríadas.
De algo que no comprende la mirada,
de algo que sin pensar nos estremece.
¿Qué flota en mí, de mí, que yo no veo?
¿Qué trasluz de mi luz me da mi forma?
Miríadas de mí me son extrañas.
Miríadas me acercan al prodigio.