SOBRE LOS QUE NOS HIZO HUMANOS<br>
Reseña realizada por Eva María Moreno Montes<br>
Instituto Pluridisciplinar<br>Universidad Complutense de Madrid
Partiendo de la premisa de que "nada lo explica todo", el Dr. Martín-Loeches nos invita a repasar un amplio listado de propuestas científicas destinadas a explicar lo que nos hizo humanos, desde una mutación en cierto gen, hasta la aparición de los primeros indicios de arte o de ritos religiosos en nuestros ancestros. Además de tratar de combatir el mito de una única explicación -ya sea de carácter genético, conductual o social- se invita al lector de "La mente del Homo sapiens" a descartar otra serie de mitos asociados y arraigados, tales como el mito de un momento evolutivo en el que se produce el salto cualitativo, o el mito de la existencia de la mutación genética que de manera exclusiva nos condujo a lo humano.
Precisamente el capítulo dedicado a la genética se hace eco del impacto provocado por el descubrimiento científico de la escasa diferencia entre el número de genes del código genético humano y el de otras especies, y se discute la interpretación que se ha hecho del dato en términos de un menor determinismo biológico del que se suponía. Más allá de cuántos genes nos "hacen" humanos, por contraste con otras especies, resultan más críticos otros fenómenos que se exponen en el capítulo como la existencia de relaciones jerárquicas entre genes, la importancia de genes que expresan proteínas reguladoras y secuencias no-codificantes, la existencia de genes con una tasa de mutación más alta en nuestra especie que en otras especies, o ciertas duplicaciones específicas de material genético, que suceden con mayor frecuencia en humanos que en otros primates. El capítulo concluye que las modificaciones del genoma han sido tantas, y en tantas secuencias, que no pudieron aparecer todas de una vez, de modo que la mente moderna es el resultado de un proceso gradual de evolución.
Por otra parte, las mutaciones más relevantes de nuestro material genético han afectado fundamentalmente al desarrollo y al mantenimiento del cerebro. Sin embargo, en los capítulos dedicados al cerebro, destaca también la escasa diferencia anatomofisiológica entre el cerebro humano y el de otras especies cercanas vivas, o en relación a medidas indirectas de los endocráneos de nuestros ancestros. Más allá de los cambios de tamaño o de forma cerebral, de ciertas asimetrías cerebrales, de aumentos en el número de neuronas, en el número de conexiones neuronales, o en el número de espinas dendríticas, no hay nada único y exclusivo en nuestro preciado cerebro humano. No obstante, destaca la reorganización, es decir, el hecho de que los cambios que han ocurrido lo hayan hecho de una manera más acusada en áreas cerebrales específicas de manera desproporcionada (p. ej. en el área 10 de Brodmann). En estos excelentes capítulos el autor no sólo revisa todo aquello que se sabe hoy día, sino que señala lo mucho que aún nos queda por saber.
Y junto a los intentos por explicar lo que nos hizo humanos en base a eventos microscópicos, genéticos, anatómicos y fisiológicos, se han dado otros intentos desde perspectivas macroscópicas. Así, por ejemplo, se han propuesto el arte y la religión, la aparición del lenguaje o, más recientemente, un exagerado incremento en la capacidad de memoria operativa, cómo algunas de las claves de lo que nos condujo a ser humanos.
En relación al salto de memoria, es posible que la mente del Neandertal y la del Homo sapiens contaran ya con los mismos mecanismos cognitivos, pero con diferencias en la cantidad de información que podían manejar. Actualmente se postula que el sueño está vinculado a procesos de consolidación de memoria. Así que, entre las propuestas más originales y provocadoras en relación a este asunto, está la de que la mejora significativa de las capacidades cognitivas dentro del género Homo pueda derivar de haber pasado de dormir en árboles a dormir en el suelo, con el consiguiente incremento del sueño profundo tipo REM.
En el capítulo dedicado al arte, aunque su pleno desarrollo necesitara de la llegada del Homo sapiens moderno en el paleolítico superior en Europa, el descubrimiento de expresiones artísticas no figurativas en África indica unos orígenes posiblemente previos. En cambio, el surgimiento del pensamiento religioso parece que no necesitó del advenimiento de la mente moderna. Entre los mecanismos cognitivos que podrían estar implicados en el pensamiento religioso se encontraría nuestra tendencia innata a la búsqueda de agentes causales. Y, curiosamente, también destaca nuestra susceptibilidad a la sugestión que de algún modo pudo y/o puede representar una ventaja adaptativa. Al fin y al cabo, un buen efecto placebo es útil para mitigar una dolencia.
En relación al lenguaje, se postula que pudo ser originariamente gestual, aunque caben otras posibilidades, y que evolucionó hacia el lenguaje moderno haciendo uso de estructuras anatómicas pre-existentes ya encargadas de funciones relacionadas con un manejo más rudimentario de los símbolos y de sus relaciones entre ellos. De nuevo nos encontramos con la propuesta de que han ocurrido cambios graduales que se han asentado sobre estructuras previas, en lugar de un surgimiento brusco y espontáneo de algo radicalmente inexistente. La idea constante es que, en cualquiera de los ámbitos tratados, siempre "se sembró en tierra fértil". Además, el lenguaje "es sólo una parte importante de lo que nos hace humanos", reprimiendo de nuevo nuestras ansias por encontrar una única explicación para todo. Y si el pensamiento es otro elemento que nos hace humanos, no es que no lo haya en otras especies, sino que se dice que el de nuestra especie es más complejo y eficaz. Pero, a pesar de ello, "los humanos, tan inteligentes como nos creemos, no somos capaces de pensar fríamente". Resulta irónico que, en el Homo sapiens, la lógica y la hiperracionalidad no sean precisamente lo que define en numerosas ocasiones el proceso de toma de decisiones.
Llegado el momento, es interesante regresar al planteamiento original de la cuestión que nos ocupa y preguntarnos a quién debemos considerar "humano" y a quien no, si se cumplen los requisitos en el Homo ergaster pero no en el Homo habilis, por ejemplo. Incluso podemos especular, con el autor, sobre el posible precio que habríamos pagado con cargo al hecho de ser humanos. Les sorprenderá el capítulo que habla de la esquizofrenia y de la enfermedad de Alzheimer.
En resumen, "La mente del Homo sapiens" es una brillante y exhaustiva recopilación científica de respuestas a preguntas que hasta hace bien poco, por su fascinación, eran "carne de cañón" para especulaciones. Y después de leerla, uno no se atreve a proponer que seamos un poco más "animales" pero, desde luego, desmitificar esa supuesta grandeza del ser humano y volver a lo primitivo en ciertos aspectos o reconocer al menos que procedemos de ello, son reflexiones que de algún modo se filtran durante la lectura. Al fin y al cabo, el propio autor nos advierte de que "el misterio de lo que nos hace humanos (...) sigue existiendo, no sé si afortunadamente".