La libertad de expresión es la base de los derechos humanos, la raíz de la naturaleza humana y la madre de la verdad. Matar la libertad de expresión es insultar los derechos humanos, es reprimir la naturaleza humana y suprimir la verdad
El Comité Noruego, al otorgar el Premio Nobel de la Paz, suele tratar de poner el foco de atención del mundo, de los ciudadanos, en un tema de especial trascendencia y que, de una manera más o menos intensa, se encuentra en una situación crítica, bajo ataque o presión. Este año, el Comité, al otorgar el Premio Nobel de la Paz a los periodistas María Ressa y Dmitrij Muratov, coloca el foco de atención en la libertad de expresión y la libertad de prensa. Y lo hace, además, de manera expresa, al señalar en el anuncio del premio que ambos “son representantes de todos los periodistas que defienden este ideal en un mundo donde la democracia y la libertad de prensa cada vez enfrentan condiciones más adversas”.
Está fuera de duda la relevancia, esencial para la democracia y el Estado de Derecho, pero también para la paz, de una prensa, periodismo y periodistas libres; y lo son sólo si su seguridad personal -física, pero también económica y social- y los mencionados derechos a la libertad de expresión y prensa son, verdadera y realmente, respetados y garantizados frente al Poder, frente a los poderes y sus abusos. Así queda proclamado en los artículos 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y del Pacto de Derechos Civiles y Políticos, en el artículo 10 de la Convención Europea de Derechos Humanos y en el 20 de la Constitución española.
Desgraciadamente, también resulta evidente que las libertades de expresión y prensa, y la condición misma del ejercicio de dichos derechos por parte de los profesionales de los medios de comunicación, los periodistas, se encuentran cada vez más amenazadas. Y ello en todas partes del mundo, en todas las regiones y países. El asesinato de periodistas en países de la Unión Europea –Francia, Malta, Países Bajos, Eslovaquia …-en los últimos años así lo demuestra. Con datos de la UNESCO, en los últimos 10 años 888 periodistas fueron asesinados en el planeta, sin que se sustanciasen consecuencias jurídicas en el 87 % de los casos; elevadísimo nivel de impunidad que muestra la gravedad de la situación y que no augura un futuro previsible mejor. En 2020, 59 periodistas han sido asesinados: 22 en países de América Latina y otros tantos en países del Asia-Pacífico, verdaderos epicentros de esta terrible situación.
Un periodismo independiente y basado en hechos protege contra el abuso de poder, la mentira y la propaganda de guerra.
El Comité del Nobel de la Paz personaliza en María Ressa y Dmitrij Muratov esa “lucha valiente por la libertad de expresión” que todos los periodistas del mundo desarrollan al realizar su trabajo.
María Ressa, periodista filipina, cofundó en 2012 Rappler, empresa de medios digitales para el desarrollo de periodismo de investigación, que en la actualidad dirige y desde la que ha defendido activamente la libertad de expresión a través de la información, seria y documentada, sobre, por ejemplo, la campaña antidroga “controversial y asesina” –en palabras del Comité- del régimen del Presidente Duterte de Filipinas; así como sobre la utilización en su país de los medios sociales “para propagar noticias falsas, hostigar opositores y manipular el discurso público”. Su valiente ejercicio de la libertad de expresión y prensa le ha supuesto recibir 10 órdenes de detención en los últimos dos años, siendo condenada en 2020 por un delito de “difamación cibernética” a 6 años de cárcel, aunque el caso está pendiente de apelación. Tanto este como el resto de casos, otros siete, abiertos contra ella, parecen políticamente motivados.
Por su parte, el periodista ruso Dmitrij Muratov participó en 1993 en la fundación del periódico Novaja Gazeta –del que es co-propietario junto al expresidente y también Premio Nobel de la Paz, Mijaíl Gorbachov, y a Alexander Lebedev-, siendo desde 1995 su redactor jefe. Dicho periódico pasa por ser, en palabras del Comité, “el más independiente en la Rusia de hoy”, “fuente importante de información sobre aspectos censurados de la sociedad rusa rara vez mencionados por otros medios de comunicación”. Debido a ello, el periódico, sus periodistas, incluido Muratov, han sido sometidos a hostigamiento, amenazas y violencia: 6 de sus periodistas han sido asesinados, entre ellos Anna Politkóvskaya, justo 15 años y un día antes del anuncio del Premio Nobel para su compañero. A pesar de todo ello, Muratov ha seguido defendiendo “el derecho de los periodistas de escribir lo que quieren sobre lo que quieren, siempre y cuando cumplan con los estándares profesionales y éticos del periodismo”.
Y es que, como subraya el Comité: “Un periodismo independiente y basado en hechos protege contra el abuso de poder, la mentira y la propaganda de guerra. Es la convicción del Comité del Nobel que la libertad de expresión e información contribuye a asegurar un público informado. Estos derechos son requisitos importantes para la democracia y protegen contra la guerra y el conflicto. Sin la libertad de expresión y de prensa será difícil promover con éxito la fraternidad entre los pueblos, el desarme y un mejor orden mundial en nuestro tiempo”.