Quería comenzar danto las gracias a la Comunidad de Madrid, no sólo por lo que esta distinción significa para mí, como madrileño (de Vallecas) y como científico, sino también por lo que significa de apoyo a la investigación que se realiza en Madrid y en España.
Dicho apoyo es siempre importante, pero especialmente en tiempos de crisis económica como los actuales en el que los presupuestos se estrechan. Es entonces más fácil olvidar que la ciencia y el conocimiento representan un activo muy importante que va mas allá de satisfacer nuestra curiosidad innata por saber cómo funciona el mundo que nos rodea. Su aplicación en la sociedad en la que vivimos nos ayuda a interaccionar con el mundo de la manera más ventajosa posible, identificando nuestras necesidades y encontrando los caminos óptimos para satisfacerlos. Se consigue así aumentar nuestra calidad de vida, nuestra salud, nuestra economía, e identificar la mejor manera de manejar nuestros recursos. Que mejor momento que estos cinco minutos para animar a que nosotros, los madrileños, sigamos empujando fuerte en esta dirección.
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Lo que intentamos es confinar un trocito de Sol en un laboratorio y usarlo para generar energía de forma relativamente limpia y virtualmente inagotable |
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Describiré ahora brevemente mi campo de trabajo, la fusión termonuclear por confinamiento magnético. Puede sonar muy técnico, pero lo que intentamos es confinar un trocito de Sol en un laboratorio y usarlo para generar energía de forma relativamente limpia y virtualmente inagotable. Es uno de esos ejemplos donde el conocimiento básico y la aplicación práctica antes mencionados van de la mano.
La experiencia de los últimos 50 años ha demostrado que se trata sin embargo de un problema harto difícil. Y que pasarán aún varias decenas de años antes de que energía producida de este modo esté disponible en la red eléctrica que alimenta nuestras calefacciones o nuestros televisores. Pero la situación energética mundial no está para bromas, y los beneficios que pueden derivarse de este campo son muy grandes. A los que dicen que la utilidad de este tipo de trabajo está aún muy lejos, y que por tanto, no hay prisa siempre me gusta presentarles la siguiente anécdota. Lo que dijo un presidente de los Estados Unidos al llegar a la Casa Blanca para comenzar su mandato de cuatro años, creo que era Franklin D. Roosevelt, cuando su jardinero le dijo que no merecía la pena plantar en el jardín árboles que tardarían 50 años en dar buena sombra si él iba a estar allí mucho menos tiempo: 'Pues habrá que empezar a plantarlos cuanto antes!'.
Paso ahora a los agradecimientos, necesariamente breves. En la ciencia de hoy es imposible trabajar solo. Por ello, aunque los premios se concedan a una sola persona, el trabajo realizado es mérito de mucha gente. Los que te han enseñado cuando eras joven, los que han trabajado codo a codo contigo cuando eras un poco más mayor, y a los que uno trata de transmitir lo que has aprendido ahora que llegas al límite de la juventud. En mi caso, hay muchos de los unos y de los otros. Tengo mucho que agradecer a mi director de tesis, el Prof. Luis García de la Universidad Carlos III de Madrid, a los Drs. Benjamín Carreras y Steve Hirshman con los que he trabajado durante mis largas estancias en el Laboratorio Nacional de Oak Ridge, en los Estados Unidos. También al Prof. José Ramón Martín de la Universidad Carlos III y al Prof. David Newman, de la Universidad de Alaska, con los que lo he pasado tan bien tanto dentro como fuera del entorno académico e investigador, que no son ya colaboradores sino grandísimos amigos. Quiero dar las gracias también a mis muchos colegas del CIEMAT, en Madrid, y del Laboratorio Nacional de Oak Ridge, con los que he colaborado y sigo colaborando muy estrechamente. Y, sobre todo, a la Universidad Carlos III, a mis muchos amigos en su Departamento de Física, algunos de los cuales están aquí. Nada hubiera sido posible sin su apoyo y ayuda, tanto personal como institucional.
Concluyo con los agradecimientos más personales, pero también los más importantes para mí. Primero para mis padres, Luis y Carmen, que supieron apoyarme siempre, incluso cuando uno tiene esos prontos adolescentes que desesperan al más pintado. También para mi hermano Rubén y su familia. Y finalmente para mi mujer, María, que a pesar de ser mucho más lista y guapa que yo, me hace creerlo contrario para que esté contento y trabaje a gusto. A todos ellos, muchas gracias.