Cuatro científicos han recibido las becas que la sociedad destina a conocer y proteger el mundo.
Desde el año 1890, los exploradores de la National Geographic Society (Sociedad Geográfica Nacional) han recorrido los lugares más increíbles de la Tierra en busca de los secretos de la naturaleza y de las gentes que la habitan. Figuras como la famosa primatóloga Jane Goodall, que revolucionó las ideas que se tenían sobre los chimpancés, o el oceanógrafo Robert Ballard, que sacó a la luz los misterios del Titanic, son solo algunos de estos pioneros que se han adentrado en lo desconocido. Todos ellos abrieron una ventana por la que asomarse al mundo para conocerlo, entenderlo y protegerlo.
La sociedad geográfica ha presentado en Madrid su programa de becas de exploración e investigación científica, junto a los cuatro últimos científicos españoles que las han recibido: David Velázquez (biólogo), Reyes Alejano Monge (ingeniera de montes), Laura Domingo (geóloga) y Soledad Domingo (también geóloga). Todos ellos se han convertido en exploradores de la sociedad por haber tenido una buena idea.
"Animaría a los conservacionistas, ingenieros, educadores y científicos españoles a solicitar una beca de la National Geographic Society", dijo David Schacht, vicepresidente de iniciativas globales de la sociedad. "Si tienen una buena idea, capaz de transformar las cosas, no deberían tener miedo de intentarlo. Nuestro objetivo es lograr que las buenas ideas se puedan llevar a cabo".
En sus 129 años de historia el programa de becas ha otorgado ayudas a más de 12.500 proyectos de todo el mundo, con un ritmo actual de 450 ayudas al año. En todo este tiempo, 122 proyectos encabezados por españoles han recibido estas ayudas, 13 de ellos en los últimos diez años. Las becas ahora oscilan entre los 4.400 y los 26.800 euros y científicos, divulgadores, ingenieros o fotógrafos pueden optar a ellas, través de una convocatoria que está abierta todo el año.
PROYECTOS PARA CONOCER EL MUNDO
¿Qué tipo de iniciativas pueden recibir este apoyo? La National Geographic Society apoya los proyectos que contribuyen a documentar y preservar el patrimonio global humano, su diversidad genética y cultural y su capacidad de adaptación a los cambios ambientales. También promueve la exploración de la biodiversidad de la Tierra y la conservación de especies, hábitats y ecosistemas, con especial atención a los efectos del cambio climático y de la explotación humana de los recursos naturales. Por último, la sociedad presta atención a los cambios que sufre el planeta, centrándose en la preservación y conocimiento de océanos, en las consecuencias de los desastres naturales, en la contaminación y problemas medioambientales y, por último, en la historia del planeta.
Los últimos cuatro científicos españoles que han sido premiados con estas ayudas han contribuido a conseguir algunos de estos objetivos globales y, gracias a las becas, han podido cubrir los gastos de su trabajo de campo.
Es el caso de David Velázquez, biólogo e investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Durante casi 15 años de carrera, ha explorado el Ártico y el Antártico para aprender sobre la diversidad de los microbios que viven allí. Los científicos se sorprendieron al descubrir lo ricas y diversas que son las comunidades de microorganismos de la zona. Velázquez también ha podido presenciar los efectos del deshielo del permafrost (el suelo congelado de forma permanente) sobre los edificios de las regiones polares, aunque aclaró que es difícil poder relacionar este fenómeno con los efectos a largo plazo provocados por el calentamiento global. Aunque quería ser fotógrafo de la naturaleza cuando era joven, después de haber trabajado en los polos en bases científicas y en buques de exploración, animó a los que piensen dedicarse a la investigación a "ir a por ello" y a dedicarse a lo que les apasione.
Reyes Alejano Monge es ingeniera de montes e investigadora de la Universidad de Huelva (UHU). Se dedica a investigar el que es uno de los bosques más antiguos de Europa, situado en Andalucía oriental, y en concreto en las Sierras de Cazorla y Segura. A través del análisis de los anillos de crecimiento de los árboles, una disciplina que se conoce por el nombre de dendrocronología, Alejano ha estudiado la historia de la madera utilizada en edificios y utensilios desde el siglo XI, para tratar de reconstruir su comercio. "La historia está grabada en los bosques y en la forma como se explotaron", explicó. Por ejemplo, se detectó en Sevilla un edificio histórico de madera originaria del algún bosque del Báltico.
La ingeniera también ha reconstruido la historia del clima de la zona: lluvias, sequías y momentos de tala de árboles quedaron grabados en la madera de los pinos salgareños. En su carrera, Alejano también ha presenciado "un decaimiento muy claro" en los bosques maduros. "Las encinas de Huelva se mueren", apostilló. Aún no se conoce el motivo, pero probablemente un hongo, o los cambios en la explotación de las dehesas, podrían estar detrás.
Si David Velázquez y Reyes Alejano estudian los seres vivos del presente, Soledad Domingo, geóloga en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), se centra en los del pasado. Ha investigado el origen de un yacimiento situado en el cerro de los Batallones, en Madrid, en el que hace nueve millones de años una gran colección de animales quedó atrapada en unos grandes agujeros que había en el suelo. En uno de ellos, un rinoceronte cayo en una trampa. Su cadáver atrajo a una gran cantidad de carnívoros, que también quedaron atrapados. Sus restos quedaron enterrados poco tiempo después, y por eso hoy en día se conservan casi en la posición original. Con todos ellos, Domingo trata de reconstruir la dieta y los lugares donde vivieron estas criaturas del Mioceno, una era geológica pretérita.
La hermana melliza de Soledad, Laura Domingo, no solo también es geóloga sino que además también ha recibido una beca de la National Geographic Society. Esta investigadora, que trabaja en el Instituto de Geociencias del CSIC y en la Universidad Complutense de Madrid, trata de averiguar qué ocurrió con las especies de animales cuando América del Sur quedó comunicada con America del Norte hace 3,1 a 2,7 millones de años, a través del istmo de Panamá. Para ello, ha analizado restos fósiles de La Pampa y Buenos Aires (Argentina) para reconstruir la historia de la fauna que vivió en un periódo de tiempo que va de los 8,1 millones de años de antigüedad hasta los 15.000 años.
La geóloga pretende averiguar cómo cambiaron las dietas y las relaciones entre los animales cuando las especies que jamás habían entrado en contacto antes de repente se encontraron. Por entonces, explicó que allí había unos animales fascinantes: "había armadillos tan grandes como coches, aves carnívoras tan grandes como avestruces, dientes de sable, antepasados de elefantes, 'camellos' con trompa, etc".
UN MUNDO POR DESCUBRIR
La primera beca que financió un proyecto de exploración se destinó a una expedición al monte San Elías, en Alaska, en el año 1890. Desde entonces, ha pasado tanto tiempo y se han explorado tantas cosas, que podría parecer que ya se conoce tanto el mundo como su gente. Pero nada más lejos de la realidad, David Schacht cree que aún queda mucho por explorar, y que el mundo vive un momento crucial en el que debe proteger su cultura y su naturaleza. "Sabemos más sobre la superficie de Marte que sobre los fondos de los océanos, puesto que apenas conocemos el diez por ciento de estos", comentó Schach. "Es increíble la cantidad de descubrimientos que se hacen a diario, y lo poco que sabemos sobre el mundo subterráneo o los océanos". El viaje del conocimiento continúa, en parte gracias a las personas que viven su pasión por explorar lo desconocido.