Cuenta la tradición que la Cruz de la Victoria, que donó el rey Alfonso III de Asturias a la catedral ovetense en el año 908, esconde otra de madera que enarboló don Pelayo en la batalla de Covadonga en el 722. Hasta ahora se pensaba que este mito se habría popularizado en el siglo XVI, pero una investigación de la Universidad de Oviedo lo sitúa cuatro siglos antes, cuando se fraguó la leyenda para defender la sede episcopal asturiana frente a los arzobispados que querían absorberla.
La Cruz de la Victoria fue donada a la Catedral de Oviedo por Alfonso III el Magno, en el año 908, como objeto destinado a la liturgia, y solo con el paso del tiempo, a medida que los reyes y la iglesia asturiana lo necesitaron, nació la leyenda de que el rey Pelayo la enarboló en la batalla de Covadonga en el año 722, en la que las tropas asturianas derrotaron a las musulmanas.
Según refiere la tradición, la cruz de madera que se encuentra en el interior de la Cruz de la Victoria fue la que llevó don Pelayo en aquella batalla, pero hace pocos años se dató la madera con una prueba del carbono 14 y los resultados la fecharon durante el reinado de Alfonso III el Magno, es decir, de la misma época que la dorada cruz que se custodia en la Camara Santa de la catedral ovetense.
La leyenda de esta cruz se inició en el siglo XII para reivindicar la importancia de la sede episcopal asturiana ante el intento de arzobispados como el de Toledo de integrarla bajo su dominio. ¿Cuándo surgió entonces la leyenda? Hasta ahora se pensaba que el mito se generalizó en el siglo XVI, y que la conexión con la batalla de Covadonga habría comenzado también entonces. Aparece, por ejemplo, en escritos del humanista Ambrosio de Morales (1513-1591).
Pero ahora un nuevo estudio adelanta el surgimiento del mito en cuatro siglos, hasta el XII, cuando se habría iniciado como reivindicación de la importancia de la sede episcopal asturiana ante el intento de arzobispados como el de Toledo (recién liberados en la Reconquista y con afán de expansión) de integrarla bajo su dominio. Así se desprende de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Oviedo, publicado en el Journal of Medieval Iberian Studies, y que arroja luz sobre esta joya de la Cámara Santa.
Raquel Alonso, profesora titular del Departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo, ha localizado una representación de la Cruz de la Victoria enarbolada por Pelayo en un manuscrito del siglo XIV, copia de un códice del siglo XII, que forma parte del llamado Corpus pelagianum y se conserva en la Biblioteca Nacional de España (manuscrito 2805). Este se incluye en un conjunto de códices encargados por el obispo Pelayo de Oviedo en el siglo XII. No se conservan los originales, pero sí algunas copias medievales, como esta.
"La leyenda reactualizó el objeto al insertarlo en un contexto nuevo", explica Raquel Alonso. Asturias se convirtió en sede episcopal en época de la monarquía asturiana -no lo había sido en las épocas romana y visigoda-, de ahí la necesidad de potenciar su prestigio. Además, la Cruz de la Victoria se convierte en un objeto vinculado a la lucha contra el islam: un objeto con una significación religiosa y política que ha persistido hasta nuestros días. "A nosotros nos llegan las versiones completas de las tradiciones históricas, pero se fueron construyendo en diferentes fases y se actualizan", afirma la investigadora.
Lo novedoso de esta investigación radica además en el método. No se conforma con el estudio estilístico de las piezas, sino que aborda la función que los objetos desempeñaron en el discurso de las instituciones que los poseían.
UNA CREACIÓN PROPAGANDÍSTICA MEDIEVAL
Los siglos XI y XII fueron una época de construcción memorial porque es la época de la gran organización y de la gran expansión europea (cultural, urbana...), tras el colapso que siguió a la descomposición del Imperio carolingio. En la península Ibérica, las grandes sedes episcopales tardoantiguas y visigodas cristianas quedaron en territorio islámico.
Pero en esos dos siglos la reconquista ha avanzado notablemente hacia el sur y se han recuperado muchas sedes, como Toledo. Y estas sedes quieren someter a otras, como Oviedo, que reclama su independencia apelando a su prestigio. De ahí la importancia de las creaciones propagandísticas, por la necesidad de destacar y poner en valor la tradición en determinados enclaves.
Por otra parte, este estudio conecta la otra gran cruz de la Cámara Santa, la Cruz de los Ángeles, con la operación memorial que recontextualiza la Cruz de la Victoria. Entre los siglos XI y XII se pone de moda en toda Europa la representación de algunas cruces flanqueadas por dos ángeles y la investigación plantea la hipótesis de que la pieza fuera actualizada con los ángeles y que esto suscitara la leyenda. La de los Ángeles se convierte en un objeto milagroso al dotarse de la idea de que fue hecha por manos no humanas.
"Las leyendas de las cruces no se crean en el vacío, sino sobre obras que formaban parte del patrimonio antiguo de la catedral, de tal forma que se ofrecía un testimonio material en busca de verosimilitud", destacan los autores del estudio.
Referencia bibliográfica:
Raquel Alonso. The cruces gemmatae of Oviedo between the eleventh and twelfth centuries. Journal of Medieval Iberian Studies 9 (1), marzo 2017, pp. 52-71.