Fecha
Autor
Ana Fernández-Alba Luengo (Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid)

Las nuevas adicciones y los jóvenes: ¿realidad o mito?

En los últimos años han florecido las denominadas adicciones psicológicas, como la adicción al juego, <a href="https://www.movistar.es/" target="_blank">a las compras</a>, al trabajo, a Internet, al móvil. Aunque tales <a href="http://www.madrimasd.org/InformacionIDI/Noticias/Noticia.asp?Buscador=OK&amp;id=16226&amp;Sec=2" target="_blank">adicciones sin droga</a> no están recogidas en las clasificaciones al uso de los trastornos mentales, parece existir cierto acuerdo en que el proceso adictivo es similar al producido por el consumo de drogas.
En los últimos años han florecido las denominadas adicciones psicológicas, se habla de la adicción al juego, a las compras, al trabajo, a Internet, al móvil. Aunque tales adicciones sin droga no están recogidas en las clasificaciones al uso de los trastornos mentales, parece existir cierto acuerdo en que el proceso adictivo es similar al producido por el consumo de drogas: gratificación inicial, restricción de respuestas alternativas, presencia de tolerancia-dependencia-abstinencia psicológica y consecuencias negativas. Sin embargo, si se acepta que las adicciones no pueden limitarse exclusivamente al consumo de sustancias psicoactivas, entonces cualquier hábito conductual es susceptible de adquirir la condición de comportamiento adictivo, a condición de que haya una pérdida de control, una fuerte dependencia psicológica, un desinterés por otras actividades previamente gratificantes y una interferencia significativa en la vida cotidiana. Como señala el protagonista de La última noche de Dostoievski de C. Peri Rossi: «Verdaderamente, soy un tipo adictivo. Tengo adicción al juego, al cigarrillo, a las mujeres, a la lectura del periódico, a la ducha, y a la vida: detesto la certeza de ser mortal. Pero los otros -los que no juegan- tienen, también, sus adicciones: son adictos al trabajo, al dinero, al fútbol, al alcohol, a los medicamentos, a las hierbas, a la actualidad, o a la moda. Hay adictos a la religión, y otros a la política. Por lo menos, las mías, son adicciones lúdicas. Y no hacen daño a nadie, salvo a mí mismo.»

En cualquier caso, del amplio elenco de potenciales adicciones conductuales, el uso de las nuevas tecnologías parece recibir una atención especial por sus posibles efectos negativos. Las sospechas que recaen sobre las tecnologías no es algo nuevo, ya que las ahora denominadas viejas tecnologías también provocaron en su momento de irrupción en la sociedad ciertos recelos. Sin duda, la rapidez con la que se ha difundido Internet y la diversificación que se ha producido de las nuevas tecnologías en tan poco tiempo han contribuido a incrementar el interés y la preocupación por sus potenciales efectos perjudiciales, especialmente en la población juvenil. De hecho, para algunos autores las nuevas tecnologías son en sí mismas adictivas, favoreciendo patrones comportamentales similares a los del juego patológico o la bulimia. Incluso, se llega a hablar del Trastorno de Adicción a Internet (Internet Addiction Disorder -IAD-).

A pesar de que la implantación de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación es masiva y generalizada, el acceso a las mismas es diferente en los distintos sectores de la población. Uno de los sectores más proclives a aceptar los beneficios de estas tecnologías es el constituido por los niños y jóvenes; mientras que la población adulta tiene que acomodarse a la tecnología, la denominada Generación Net ha crecido con ella y, por tanto, simplemente la asimilan. Empleando la terminología informática, podría decirse que los jóvenes, sobre todo los más pequeños, tienen un disco duro más limpio que absorbe rápidamente las nuevas tecnologías.

Por tanto, en la actualidad los videojuegos, Internet y los móviles parecen haber captado la atención de niños y jóvenes, y de quienes consideran que las adicciones psicológicas constituyen una entidad clínica, siendo las nuevas tecnologías una de sus manifestaciones más evidentes. Pero, ¿realmente el panorama es tan desolador, los niños y adolescentes están tan "enganchados" a la pantalla como se dice? y, en cualquier caso, ¿las horas delante de la pantalla del televisor, del videojuego, del ordenador o del móvil enviando mensajes constituyen un síntoma de adicción o una conducta sin tintes psicopatológicos -cuya consideración puede ser más o menos favorable-?, y lo más preocupante ¿en qué medida el abuso de las nuevas tecnologías en edades tempranas incrementa la probabilidad de desarrollar un problema, por ejemplo, de juego patológico en la edad adulta?

A la supuesta capacidad adictiva de estas actividades se añaden otros argumentos adversos. Unos tienen que ver con la posibilidad de aparición de problemas de salud debido al tiempo de exposición a una pantalla de ordenador o a un móvil, mientras otros hacen alusión al contenido agresivo y/o sexista de ciertos videojuegos o páginas web y a la aparente naturaleza asocial de tales actividades. Sin embargo, para ser justos en el juicio hay que tener en cuenta que las potenciales repercusiones en la salud son comunes a aquellas que pueden provocar los imprescindibles ordenadores; la incierta repercusión de los contenidos violentos es una temática en muchos casos ausente en los videojuegos más populares; los estereotipos sexistas es algo de lo que todavía no están exentos, entre otros, algunos juegos y juguetes tradicionales; y el carácter asocial es cuestionable, ya que no necesariamente son actividades que se realizan en solitario o que fomenten conductas de interacción social desadaptadas.

En este sentido, se han escrito ríos de tinta sobre los efectos perniciosos de las nuevas tecnologías, «Los videojuegos actúan como psicofármacos a pequeñas dosis», «Jóvenes adictos a chats y a páginas de pornografía», «Aislados por los teléfonos móviles»., titulares que ponen de manifiesto los tópicos existentes en este campo. Pero, ¿qué dice al respecto la literatura científica?

Hay algunos aspectos que conviene destacar. Por un lado, el uso de las nuevas tecnologías, al menos de algunas de ellas, no está tan extendido como podría pensarse. Los datos del Eurobarómetro realizado en el año 2001, sobre el uso de las nuevas tecnologías entre los jóvenes de 15 a 24 años de la Unión Europea, pone de manifiesto que el teléfono móvil y el ordenador personal son las tecnologías más empleadas, pues el 80% y el 56%, respectivamente, los emplea al menos una vez por semana. A cierta distancia aparecen Internet y el correo electrónico, al que se conectan el 37% y el 31%, respectivamente. Los datos referidos a España ascienden ligeramente en el caso del teléfono móvil (81%) y el ordenador personal (61%), pero descienden en la conexión a Internet (29%) y el correo electrónico (19%). De hecho, este país se encuentra por debajo de la media europea (2,7) en el número de sistemas de tecnología de la información y de la comunicación utilizadas por los jóvenes al menos una vez por semana (2,4).

Por otro lado, parece que lo realmente interesante es analizar, no tanto si se utilizan o no, sino cómo se utilizan, esto es, el patrón de uso de tales tecnologías y, más aún, sus fines y la posible interferencia con otras actividades. En este sentido, en un estudio dirigido por la autora en la Comunidad de Madrid, y realizado en la población escolarizada de 12-18 años, se encontró que el móvil era la tecnología que más se utilizaba todos los días (casi un 43% de la muestra afirmaba utilizarlo todos los días para mandar mensajes, chatear o jugar), con un gasto que oscilaba entre 6-12? al mes (65%). Las demás tecnologías (uso del ordenador en general, navegar por Internet o chatear) tenían una frecuencia menor, que se situaba, fundamentalmente, en alguna vez al mes o rara vez. Además, en el caso de Internet las páginas más visitadas eran las dedicadas a la música o aquellas otras útiles para realizar trabajos escolares; siendo las menos visitadas las páginas web de contenido sexual o violento.

A esta rápida radiografía, que muestra un panorama menos desolador y preocupante, hay que añadir un dato extraído de los estudios sobre el uso de videojuegos, que descartan que esta actividad pueda considerarse adictiva, ya que, por un lado, el tiempo invertido en este tipo de juego en comparación con otras actividades de ocio es proporcionalmente inferior, y por otro, esta conducta experimenta un proceso de saciación que es incompatible con la identificación del videojuego como una droga. Ambos aspectos podrían generalizarse a otras tecnologías con características similares a los videojuegos.

No obstante, defender la ausencia de un componente adictivo en estas actividades no elimina la posibilidad de que el uso de estas nuevas tecnologías pueda convertirse en un abuso, en una conducta desadaptada o problema para un determinado grupo de personas. De hecho, es una posibilidad de la que no está exenta ninguna acción humana, tal vez la diferencia estribe en la valoración que se hace de las mismas.

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