Incluso si los peces consiguieran
la más perfecta adaptación acuática,
morirán todos si un cometa embiste
la Tierra y los estanques se evaporan.
Pero el harapiento y viejo búster,
el pez pulmonado, que antes fue
el hazmerreír del clero en la piscina,
quizás salga adelante (y no porque
un juanete en la aleta de su abuelo
avisara a sus antepasados
que un cometa andaba por ahí
pensando hacer impacto con la Tierra).
Podría ser que búster y sus hijos
prevalezcan debido a que un rasgo
aparecido muchísimo antes
para un uso distinto permitió
fortuitamente la supervivencia
durante un cambio súbito en las reglas.
Y si somos el legado de búster
y el resultado de otros mil cambios
igualmente casuales, ¿cómo es
que pensamos que nuestra existencia
y nuestra mente son inevitables,
necesarias, o incluso probables?