En las paredes de las Cuevas de Ojo Guareña (Burgos) habita parte de la historia de la comarca de Las Merindades y en sus 110 kilómetros de galerías pervive el recuerdo de la vida administrativa, religiosa y cotidiana de la zona.
Dos cuevas del complejo son visitables, la de San Bernabé, más accesible y adaptada a todos los públicos, y la de Palomera, en la otra ladera del monte, donde se pueden recorrer dos kilómetros y medio de galerías en estado natural.
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HISTORIAS DE LA CUEVA
En la zona protegida de la cueva -no visitable- se han encontrado pinturas rupestres que muestran escenas de caza y batallas, donde figuras de hombres y caballos dan una idea de cómo eran los antiguos habitantes de la merindad, con costumbres que se han perdido y otras que tratan de sobrevivir al paso de los años.
La parte administrativa de la comarca tiene su reflejo en una sala contigua a la entrada actual de la cueva de San Bernabé, la Sala del Ayuntamiento.
Alberto Gómez, guía turístico de las Cuevas de Ojo Guareña, ha explicado a Efe que este recinto "fue desde 1885 el centro de reunión de los gestores de la Merindad de Sotoscueva y así perduró hasta 1924, año en que se trasladó al pueblo de Cornejo".
A pesar de ello, lejos de caer en el olvido, sigue siendo sede vigente y permanente del Ayuntamiento, útil para posibles sesiones y actos institucionales.
UN LABERINTO KÁRSTICO
Una vez dentro de la cueva, el agua, origen de este conjunto kárstico, uno de los diez más grandes de Europa, guía hacia un primer indicio de la vida religiosa de sus habitantes.
Las Pilas de los Santos, creadas en piedra para recoger las aguas que, según la tradición, tenían origen milagroso, son testigo del resurgir de la actividad en San Bernabé, desde los años 50, con las exploraciones en su interior y el fomento de su carácter religioso, hasta la actualidad, más centrado en la conservación y el sentido medioambiental y turístico.
También forman parte de la tradición popular las firmas que "adornan las paredes de las galerías y recuerdan el paso de los visitantes" de la romería con la que se celebra la fiesta del Santo, el 11 de junio.
Según Alberto Gómez, "esos nombres y fechas son parte de su historia, del uso humano de la cueva, cuando Ojo Guareña no era todavía un conjunto protegido", lo que le llegó en 1970 cuando se reconoció como Bien de Interés Cultural (BIC) y en 1996 como Monumento Natural, incluido dentro de la Red de Espacios Naturales.
Fruto del acondicionamiento de la cueva para su visita, al rebajar el paso para la instalación de las pasarelas, se descubrieron los silos, 23 depósitos utilizados para conservar el grano, testimonio de la tradición agrícola y ganadera del valle, probablemente de la época medieval.
Elaborados de manera tradicional, con forma acampanada y una profundidad de entre uno y dos metros, sus paredes están recubiertas con arcilla y fraguadas al calor de la hoguera para garantizar su impermeabilidad.
LA ERMITA
La "joya de la corona", ha destacado el guía de las cuevas, es la ermita y su bóveda natural cubierta de pinturas sobre los martirios y el bautismo de San Tirso, de 1705, y varias representaciones de sus milagros, datadas en 1877.
Según la tradición que representan sus murales, el Santo resistió a la sierra de sus verdugos durante nueve horas, tras ser sentenciado a muerte, sin que pudiera ser despedazado.
Cierra la visita un paseo hasta el auténtico "ojo" de Guareña, donde el río penetra en la roca para formar la cueva, 62 metros por debajo del primer nivel, también conocida como "El Sumidero", que se adentra hasta el sexto nivel de galerías.
En este entorno natural, mientras el agua excava las cuevas, Ojo Guareña guarda la vida pasada y apuesta por el presente de la comarca.