Fernando Broncano es Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M). Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Salamanca, su campo general de investigación es la noción de racionalidad. En los aspectos epistémicos, ha trabajado en los problemas de la racionalidad en la ciencia y las comunidades científicas, desde donde ha derivado a problemas más generales de filosofía de la mente.
Actualmente trabaja en la importancia de la metarepresentación en la cultura y la ciencia y se postula en contra de la división de la cultura en dos: la científica y la humanística. Ha participado en más de una decena de proyectos de investigación, impartido conferencias en Argentina, Bolivia, Estados Unidos, Méjico y otros países. Y es autor de cuatro libros, como "Mundos artificiales" o "La melancolía del ciborg". El próximo 28 de mayo interviene en el foro UNI-CIENCIA en CaixaForum Madrim en una mesa redonda sobre política 2.0: formas de democracia y participación ciudadana emergentes
1.- ¿Qué puede aportar un investigador universitario en relación a los problemas que inquietan a la sociedad?
Me referiré en particular al investigador en humanidades (y quizá en ciencias sociales) en donde no se puede hablar claramente de una "aplicación" de sus descubrimientos. Se trata sobre todo de interpretar las claves del momento cultural a la luz de la experiencia y la memoria. No es este trabajo exclusivamente teórico, sino que tiene un aspecto práctico que es el de contribuir a elaborar colectivamente la experiencia en cada momento histórico. El investigador ayuda a poner en palabras y ordenar en conceptos lo que de otro modo no serían sino experiencias históricas que se sufren o gozan sin que sirvan como puntos de referencia de la cultura y de la configuración de las sociedades. Pongamos como ejemplo las elaboraciones de la memoria que se han hecho en muchas sociedades en transición después de graves crímenes contra la humanidad. Ha sido en buena medida el trabajo teórico de los humanistas (por supuesto junto al trabajo de los movimientos sociales e instituciones) el que ha permitido desarrollar una comprensión profunda del daño y de las políticas de restauración. Sin este trabajo, las medidas legales e incluso las iniciativas sociales quedan ayunas de comprensión profunda de los fenómenos históricos. Algo similar diría respecto al significado de la cultura científica y técnica contemporánea, que le debe mucho al trabajo de comprensión desarrollado por los humanistas. O, para acabar, las aproximaciones teóricas a las formas culturales contemporáneas.
2.- ¿Cree que el investigador tiene en cuenta lo suficiente su función social? ¿Y viceversa?
Por suerte para la sociedad y para los investigadores, cada vez es menos relevante la función social del investigador en tanto que alguien a quien se le solicita su opinión para cualquier aspecto social tenga o no competencia para ello. Los fenómenos del intelectual que tanta importancia tuvieron en la primera mitad del siglo pasado son cada vez menos frecuentes. Y si continúa existiendo la figura del intelectual se debe más bien a su conversión en un personaje de los medios de comunicación, en donde actúa como un periodista o formador de opinión especializado, pero ya lejos de la creatividad intensa que se le supone a un investigador. Ahora bien, como investigador, su examen del significado de los fenómenos sociales puede ser, como decía antes, muy iluminadora e influyente en cuanto logre poner en palabras y conceptos lo que ocurre en el plano de la historia. Vivimos en sociedades cada vez más polifónicas en lo que respecta a la participación en la esfera pública. Es bueno que los investigadores participen en ella como una voz más que a la vez que aporta debe escuchar lo que otras voces están diciendo.
3.- La mesa en la que participa gira en torno a la política, democracia y participación ciudadana. ¿Qué percepción cree que tiene la sociedad sobre los políticos?
Hay dos fenómenos muy importantes que están ocurriendo en nuestras sociedades: uno es lo que llamamos "globalización", que está transformando radicalmente las capacidades políticas de los viejos estados nación y está creando un mundo en el que cada vez más falta gobernanza. El segundo de los fenómenos es el de la burocratización y profesionalización de los partidos políticos que se convierten en algo así como sindicatos de cargos públicos y tienden cada vez más a entender la sociedad desde el punto de vista de sus intereses corporativos. Como se puede imaginar fácilmente, la sensación de promesas incumplidas que tienen los ciudadanos es cada vez mayor, lo que se expresa desde un creciente desdén por la participación política al fenómeno contrario de generación de movimientos sociales de protesta generalizada.
4.- ¿De dónde proviene esta imagen negativa de los políticos? ¿Siempre ha sido así?
Se ha tratado mucho sobre la relación de la democracia con los actuales sistemas de partidos. No creo que se pueda generalizar, aparte de las dos consideraciones que he hecho en la pregunta anterior. En el caso español está operando como factor el hecho de que se ha despreciado e intentado incluso suprimir todo el tejido de formas sociales de organización que podrían ser un lugar intermedio entre las estructuras de representación política y la vida cotidiana. Así, los sindicatos han sido conscientemente reducidos a gestores del sistema económico, las llamadas ongs, a voluntariados marginales a la organización social. La clase política está pagando la distancia con la sociedad a la que se dirige solamente a través de los mensajes de los medios de comunicación, que a su vez se han convertido ya en agentes políticos. Esta insalvable distancia por la falta de una trama intermedia de gobernanza hace que los políticos sean vistos cada vez más como algo parecido a los equipos de fútbol con quienes se tienen relaciones de filia o fobia, pero no de confianza o respeto.
5.- ¿Qué condiciones ha de reunir un buen político, a grandes rasgos?
Dos fundamentalmente, desde mi punto de vista: respeto radical a la equidad en todas las decisiones y, en segundo lugar, capacidad de comprensión de lo que ocurre en lo que llamamos "la calle". La corrupción y alejamiento de la vida cotidiana son ya enfermedades gravísimas de la democracia.
6.- ¿Gobierna mejor un político o un tecnólogo? ¿Es necesaria una nueva forma de hacer política?
He trabajado mucho sobre el lugar y la legitimidad de los expertos en la democracia. Mi posición actual es que, en algún sentido, todos somos expertos. El respetar el conocimiento y capacidades de otros es fundamental en una sociedad bien ordenada. El problema de las tecnocracias es que los expertos creen que son los únicos que tienen conocimiento sobre lo que ocurre y por ello pierden de vista todo el conocimiento almacenado en la sociedad. El caso de la pérdida de perspectiva de los economistas es cada vez más flagrante, como un ejemplo. Pero el político tiene el peligro contrario: su incapacidad para conocer los aspectos técnicos de los problemas de las sociedades contemporáneas. El buen gobierno no es el del político o el del experto sino el de una sociedad bien ordenada por relaciones de legitimación mutua. En cualquier caso no hay respuestas sencillas a la cuestión. Es parte de nuestros nuevos problemas en teoría de la democracia.
7.- ¿Qué puede ofrecer la cultura científica y humanística a la política?
Por el momento distancia crítica. El que exista una instancia reflexiva en donde se elaboren los conceptos que aclaran las corrientes profundas de la historia es un signo de que la sociedad está alcanzado grados de madurez y estabilidad. La cultura científica y humanística es la articuladora fundamental de la esfera pública donde se trama la opinión pública como instancia esencial de control democrático y de capacidad de gobernanza.
8.- ¿Cree que se pueden adoptar medidas para estrechar el lazo entre la figura del político y el ciudadano? Si es así, ¿podría citar alguna?
Muchos movimientos sociales recientes han elaborado muchas propuestas sobre las que deberíamos debatir. Propuestas sobre todo para hacer más transparentes las instituciones, para controlar las políticas reales que quedan más allá de los enfoques de las cámaras, y que garantizarían una democracia más rica. Por citar solamente alguna, me parece que un férreo control real sobre la financiación de los partidos políticos sería imprescindible. Otras que citaría sería el uso más amplio de los referendos como instrumento de decisión y también de elaboración social de la opinión. Y cualquier medida que se establezca para impedir la burocratización de los partidos y la profesionalización de los cargos políticos siempre será bienvenida.