I
¡Gloria al genio inmortal! Gloria al profundo
Darwin, que de este mundo
penetra el hondo y pavoroso arcano!
¡Que, removiendo lo pasado incierto,
sagaz ha descubierto
el abolengo del linaje humano!
II
Puede el necio exclamar en su locura:
- ¡Yo soy de Dios hechura! -
y con tan alto origen darse tono.
¿Quién, que estime su crédito y su nombre,
no sabe que es el hombre
la natural trasformación del mono?
III
Con meditada calma y paso á paso,
cual reclamaba el caso,
llegó á tal perfección un mono viejo:
y la vivaz materia por sí sola
le suprimió la cola,
le ensanchó el cráneo y le afeitó el pellejo.
IV
Esa invisible fuerza creadora,
siempre viva y sonora,
música, verbo, pensamiento alado;
ese trémulo acento en que la idea
palpita y centellea
como el soplo de Dios en lo creado;
V
(hablo de Dios, porque lo exige el metro,
más tu perdón impetro
¡oh formidable secta darviniana!)
Ese sonido, como el sol fecundo,
que vibra en todo el mundo
y resplandece en la palabra humana;
VI
esa voz, llena de poder y encanto,
ese misterio santo,
lazo de amor, espíritu de vida,
ha sido el grito de la bestia hirsuta,
en la cóncava gruta
de los ásperos bosques escondida.
VII
¡Ay! Si es verdad lo que la ciencia enseña,
¿por qué se agita y sueña
el hombre, de su paz fiera enemigo?
¿A qué aspira? ¿Qué anhela? ¿Qué es en suma,
el genio que le abruma?
¿Fuerza ó debilidad? ¿Premio ó castigo?
VIII
Honor, virtud, ardientes devaneos,
imposibles deseos,
loca ambición, estéril esperanza:
horrible tempestad que eternamente
perturbas nuestra mente,
con acentos de amor ó de venganza;
IX
conciencia del deber que nos oprimes,
ilusiones sublimes
que á más alta región tendeis el vuelo:
¿qué sois? ¿A dónde vais? ¿Por qué os sentimos?
¿Por qué crimen perdimos
la inocencia brutal de nuestro abuelo?
X
Ajeno á todo inescrutable arcano,
nuestro Adan cuadrumano
en las selvas perdido y en los montes,
de fijo no estudiaba ni entendía
esta filosofía
que abre al dolor tan vastos horizontes.
XI
Independiente y libre en la espesura,
no sufrió la amargura
que nos quema y devora las entrañas.
Dábanle el bosque entretejidas frondas,
el río claras ondas,
aire sutil y puro las montañas
[...]