Un matemático se enamoró locamente de una joven mujer, atractiva y fascinante. Para acreditar de sus curvas la perfección, de ratios armónicas y ángulos se valió, garabateando jeroglíficos alarmantes. ....
Sea X belleza, e Y buenas maneras, Z la fortuna, (esto último es esencial). Sea L la inclinación al amor -enunció- Entonces, L es una función de X, Y y Z del tipo que conocemos como Potencial.
Tocar un cuarzo ahumado, vítreo y negro, como quien busca en su naturaleza indiferente la reconciliación entre hombre y mundo. Aprendemos a ser lo que ya somos, y este trozo de piedra es un regreso.
La piedra, en su secreto, es armonía, memoria silenciosa del planeta, regalo de una luz que se ha hecho sólida. Cuánta vida en lo inerte de este cuarzo que es cristalización de los milenios.
Te vi sobre el rasante de la amplia carretera, como una diosa antigua, bajo los vientos sola, junto a tu coche negro, que en su reposo era acharolado y fino, como un piano de cola.
Iba yo a cien por hora, lanzado en torbellino sobre el galope fácil de mi carburador. El cromo de los faros, pantalla del camino. Mi pie, duro martillo del acelerador.
Con una mano izada me lanzaste tu 'S.O.S'. Descendí, y, obsequioso, frente a frente los dos, y frené con un suave posar de freno hidráulico.
Soy un ansiolítico. Actúo en casa, hago efecto en la oficina, me presento a los exámenes, comparezco ante los tribunales, reparo tacitas rotas. No tienes más que ingerirme, ponme debajo de la lengua, no tienes más que tragarme, con un sorbo de agua basta.
Sé enfrentarme a la desgracia, soportar malas noticias, paliar la injusticia, llenar de luz el vacío de Dios, elegir un sombrero de luto que favorezca. ¿A qué esperas?,
Deshecho mi cadáver, sus vapores que rueden por las zonas superiores del anchuroso cielo, en tanto que recoja el blanco suelo de mis materias sólidas las sales, y al plácido regar de aguas pluviales se nutran cien semillas y suban por sedientas raicillas en sávia transformados mis despojos, á coronar de malvas y de hinojos de mi postrer morada las orillas.
Equivocar el camino es llegar a la nieve y llegar a la nieve es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios.
Equivocar el camino es llegar a la mujer, la mujer que no teme la luz, la mujer que no teme a los gallos y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
Pero si la nieve se equivoca de corazón puede llegar el viento Austro y como el aire no hace caso de los gemidos tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.