Investigadores usan aves de museos ennegrecidas por el hollín para rastrear la polución que había en las ciudades.
Los ornitólogos y los taxidermistas ya se habían dado cuenta: muchos de los pájaros disecados que guardan los museos de historia natural desde hace décadas son más oscuros que sus parientes actuales. ¿Selección natural o artificial? ¿Deriva genética o mutación de los genes de la pigmentación? No, simplemente sus plumas están contaminadas por el hollín de las fábricas y de cuando se usaba carbón para calentar los hogares. Ese ennegrecimiento del plumaje de las aves ha permitido ahora a dos investigadores reconstruir la historia de la contaminación del aire en las ciudades industriales.
"Queríamos hacer un proyecto aprovechando las colecciones de historia natural para evaluar el cambio a través del tiempo, en este caso, el cambio medioambiental. Nos fijamos en los ejemplares de pájaros del Museo Field de Chicago, un museo de historia natural como el [español] Museo Nacional de Ciencias Naturales. Uno de los responsables nos comentó que los especímenes de hace 100 años eran mucho más oscuros que los actuales. Se pensaba que esta decoloración se debía a la polución por negro de carbón, pero nunca se había confirmado", explican en un correo los autores de la investigación, los estudiantes de posgrado de la Universidad de Chicago (EE.UU.) Shane G. DuBay y Carl C. Fuldner.
Los dos investigadores confirmaron por medio de un microscopio electrónico que no se trataba de un caso de melanismo industrial como el de la mariposa de los abedules, que se mimetizó con los árboles oscurecidos por el carbón. En este caso, el hollín ambiental se adhería a los pájaros. Así que buscaron sí había algún patrón temporal en su ennegrecimiento. Y, de encontrarlo, averiguar qué y cuánta contaminación había un siglo atrás.
Para ello, seleccionaron 1.347 pájaros capturados entre 1880 y 2015 de tres de las mayores colecciones ornitológicas de EE.UU., entre ellas la del Museo Field. Los ordenaron cronológicamente y los fotografiaron. Los dos investigadores se aprovecharon de un doble fenómeno. Por un lado, el hollín tiene un muy bajo nivel de reflectancia de la luz, así que las variaciones indicarían proporciones diferentes de hollín en las alas del pájaro y, por tanto, en el ambiente en el que volaba. Por otro lado, las cinco especies estudiadas (dos de gorriones, una alondra, un pájaro carpintero y un rascador zarcero) mudan sus plumas cada año. Por lógica, llevaban en sus plumas un reflejo de la polución atmosférica en el año en que fueron capturados, disecados y añadidos a la colección.
"El hollín en las plumas de los pájaros nos permitió rastrear la cantidad de negro de carbón en el aire a lo largo del tiempo", comenta DuBay. Vieron que el ennegrecimiento iba en paralelo al consumo de carbón. Desde inicios del siglo pasado, los gorriones de campo o las alondras cornudas que se iban añadiendo a las colecciones tenían sus pechugas cada vez más negras. "Durante la Gran Depresión, hubo una drástica bajada del negro de carbón en los pájaros ya que el consumo de carbón cayó", añade. La cantidad de hollín repuntó durante la II Guerra Mundial y en la década siguiente. Pero desde los años 60. los pájaros fueron recuperando su color blanco.
Como explican en los resultados de su trabajo, publicados en PNAS, a mediados de los 50, EE.UU. aprobó la Air Pollution Control Act, la primera legislación federal sobre contaminación atmosférica. Entonces ya se sabía que las partículas de negro de carbón provocaban enfermedades respiratorias, pero aún no que también provoca cáncer. El blanqueamiento de los pájaros se vio favorecido por la acelerada sustitución del carbón por otras fuentes de energía como el gas y la electricidad para calentar los hogares. La eficiencia energética y la concentración industrial ayudaron a que el hollín redujera su presencia.
Para validar sus resultados, los compararon con los obtenidos de varios estudios basados en el análisis de las partículas atrapadas en cilindros de hielo obtenidos de Groenlandia. Como los anillos de los árboles, la profundidad del hielo se puede usar como una máquina del tiempo. Salvo para las dos primeras décadas de su estudio, el hollín atrapado en el hielo presenta una evolución paralela al detectado por ellos en los pájaros. La gran ventaja de estos es que son testigos de la contaminación local, la que les rodeaba, mientras que al hielo de Groenlandia llega polución de todo el hemisferio norte.
Lo que no pueden desvelar los pájaros negros es cuánta contaminación había. Su color es un valor relativo que indica si ese año hubo más o menos hollín que el año anterior o el posterior. Pero los autores de esta investigación ya piensan en cuantificar la polución del pasado: comparando el ennegrecimiento de las plumas de los ejemplares que hace un siglo volaban sobre las ciudades industriales americanas o europeas con el de los pájaros que hoy vuelan los cielos de Pekín o Nueva Delhi.