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Autor
José Manuel Nieves

Las raíces de la guerra: Hace 1,45 millones de años, nuestros antepasados ya se mataban entre sí

Un nuevo hallazgo sugiere que el objetivo era, muy probablemente, el de devorar a las víctimas

Hace 1,45 millones de años, los primeros homínidos ya se atacaban y mataban unos a otros. Algo que acaba de quedar muy claro tras el hallazgo de un equipo de investigadores del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian, que ha identificado la mejor y más antigua evidencia de lejanos antepasados de Homo sapiens matándose entre ellos y, probablemente, devorándose después unos a otros.

En un nuevo estudio que se publica en 'Scientific Reports', la paleoantropóloga Briana Pobiner, autora principal del trabajo, y sus colegas, describen nueve marcas de corte en un hueso de la espinilla izquierda de un pariente del Homo sapiens, encontrado en el norte de Kenia y que tiene 1,45 millones de años de antigüedad. El análisis de los modelos 3D de la superficie del fósil revela que las marcas eran las cicatrices que dejaron las herramientas de piedra usadas para infligir las heridas. Se trata del caso más antiguo conocido de este comportamiento y, según los investigadores, el descubrimiento cuenta con un grado de confianza y especificidad no logrado hasta ahora en estudios similares.

«La información que tenemos -explica Pobiner- nos dice que probablemente aquellos homíninos ya se comían a otros homíninos hace al menos 1,45 millones de años. Hay muchos otros ejemplos de especies del árbol evolutivo humano que se atacan entre sí para nutrirse, pero este fósil sugiere que nuestros lejanos parientes empezaron a hacerlo mucho antes de lo que pensábamos».
Causadas por herramientas

Pobiner encontró la tibia fosilizada, o espinilla, en las colecciones de los Museos Nacionales del Museo Nacional de Nairobi, en Kenia, mientras buscaba pistas sobre qué depredadores prehistóricos podrían haber estado cazando y comiéndose a nuestros parientes más antiguos. Con una lupa de mano, Pobiner examinó detenidamente la tibia en busca de marcas de mordeduras de bestias extintas cuando, para su sorpresa, se topó con lo que inmediatamente identificó como la evidencia de un descarnamiento intencionado.

Para averiguar si lo que estaba viendo en este fósil eran realmente marcas de corte de alguna herramienta, Pobiner envió moldes, hechos con el mismo material que usan los dentistas para crear impresiones de los dientes, al coautor Michael Pante, de la Universidad Estatal de Colorado. No le dio a Pante detalles sobre lo que le enviaba, y simplemente le pidió que analizara las marcas y le dijera qué podía haberlas ocasionado. Pante escaneó los moldes en 3D y comparó la forma de las marcas con una base de datos de 898 tipos diferentes de marcas individuales de dientes, descarnamientos y aplastamientos creadas a través de experimentos controlados.

El análisis identificó positivamente nueve de las 11 marcas como coincidencias claras con el tipo de daño infligido por herramientas de piedra. Las otras dos marcas probablemente eran de mordeduras de un gran felino, siendo un león la coincidencia más cercana. Según Pobiner, las marcas de mordeduras podrían ser de uno de los tres tipos diferentes de felinos con dientes de sable que merodeaban por el paisaje en el momento en que vivió el dueño de la espinilla.

Por sí mismas, las marcas de corte no prueban si el pariente humano que las infligió terminó, o no, por comerse la pierna de la víctima, pero Pobiner cree que este parece ser el escenario más probable. La investigadora, en efecto, explicó que las marcas de corte están ubicadas justo donde un músculo de la pantorrilla se adhería al hueso, un buen lugar para cortar si el objetivo era quitar un buen trozo de carne. Las marcas de corte, además, están orientadas de la misma manera, de modo que una mano empuñando una herramienta de piedra podría haberlas hecho todas en sucesión sin cambiar el agarre o ajustar el ángulo de ataque.

«Estas marcas de corte -asegura Pobinae- se parecen mucho a lo que he visto en fósiles de animales que se procesaban para el consumo. Parece más probable que la carne de esta pierna se comiera, y que se comiera con fines nutricionales, y no para un ritual».

¿Fue realmente canibalismo?

Aunque a primera vista este caso puede parecer canibalismo, Pobiner cree que no hay suficiente evidencia para afirmarlo, ya que el canibalismo requiere que el comedor y el comido sean de la misma especie. Y eso no está claro. El hueso de la espinilla fósil, en efecto, se identificó inicialmente como Australopithecus boisei y luego, en 1990, como Homo erectus, pero hoy en día los expertos coinciden en que no hay suficiente información para asignar el espécimen a una especie particular de homínino. Y el uso de herramientas de piedra tampoco indica qué especies podrían haber estado cortando la carne y los huesos. Es decir, que a pesar de que es posible que este fósil sea una prueba de canibalismo prehistórico, también podría ser que se tratara de un caso de una especie devorando a otra, quizá a un 'primo evolutivo'.

Por desgracia, ninguna de las marcas de corte de herramientas de piedra se superpone con las dos marcas de mordeduras, lo que habría permitido establecer el orden de los eventos. Por ejemplo, un gran felino pudo haber hurgado en los restos después de que los homínidos quitaran la mayor parte de la carne del hueso de la pierna. O al contrario, también es posible que un gran felino matara a un desafortunado homínino y que otros individuos simplemente decidieran aprovechar el cadáver.

¿Es el caso más antiguo?

Podría ser que la tibia, después de todo, no fuera el caso más antiguo de humanos contra humanos. Existe, de hecho, otro fósil que se disputa el título de caso más antiguo conocido de parientes humanos matándose entre sí. Se trata de un cráneo hallado en Sudáfrica, con una antigüedad estimada entre 1,5 y 2,6 millones de años y que presenta una serie de marcas justo debajo del pómulo derecho. Sin embargo, el origen de esas marcas es controvertido y existen dudas de que fueran realmente causadas por otros homínidos. Aunque si lo fueron, serían aún más antiguas que la tibia de Pobiner.

Para resolver la cuestión, la propia Pobiner se ha ofrecido a reexaminar el cráneo de Sudáfrica usando las mismas técnicas con las que estudió la tibia. Los resultados dirían así si las marcas del cráneo surafricano son o no fruto de un ataque, y si así fuera, cuál de los dos ataques sucedió primero.

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