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Autor
Xavier Pujol Gebellí

Científicos por la paz

Más de medio millar de científicos han suscrito una carta en la que solicitan de las autoridades europeas que se restrinja el acceso a fondos públicos a investigadores israelíes. La moratoria, señalan, debería mantenerse hasta que la situación en Palestina cambie de rumbo.<br>
La iniciativa nació en Gran Bretaña. Steven Rose, profesor de Biología y director del Grupo de Investigación sobre Cerebro y Comportamiento en el University College de Londres, propuso a un puñado de colegas la posibilidad de tomar alguna acción que de algún modo contribuyera a frenar la escalada de violencia que se vive en Oriente Próximo marcada por la ofensiva de Israel y los atentados suicidas por parte de activistas palestinos.

La fórmula que este grupo de investigadores británicos de la más diversa procedencia académica encontraron como la más idónea, tomó rápidamente forma de misiva dirigida a los medios de comunicación. La carta, que finalmente se publicaría en The Guardian el pasado día 6 de abril con la firma de 115 investigadores y profesores, circuló a partir de entonces por los correos electrónicos de media Europa. Transcurridas unas pocas semanas, más de 300 académicos se han sumado a la lista. Entre los firmantes hay destacados científicos de Israel.

En paralelo, Jean Marc Lévy-Leblond, prestigioso físico e intelectual francés, tomaba una iniciativa similar en Francia. Su lista, que ya ha sido enviada a la prensa gala, incorpora a otros 300 científicos. La carta ha sido enviada también al gobierno francés, a la Comisión Europea y, por supuesto, al gobierno de Israel y a la Autoridad Palestina.

El propósito de la misiva, señala el británico Colin Blakemore, uno de sus impulsores, no es plantear un boicot a la ciencia de Israel, sino simplemente vetar temporalmente el acceso de sus investigadores a fondos públicos europeos.

Como en otras muchas cuestiones, Israel se beneficia en la actualidad de un estatus que lo aproxima más a Europa que no a Oriente Próximo. De algún modo, el estado israelí se ha convertido en una isla occidental enclavada en un área que lleva años de conflicto acumulados a sus espaldas y que sobrevive, además de por méritos propios, gracias a la inyección de 3.000 millones de dólares anuales que recibe desde Estados Unidos y el acceso a mecanismos de financiación gestados en Bruselas.

La situación, que sólo se explica por motivos históricos, aunque también de interés comercial y científico, ha llevado a considerar a Israel como prácticamente un Estado más del continente. A este respecto, la carta original enviada a The Guardian señala, literalmente: "...muchas instituciones culturales y de investigación nacionales y europeas, incluidas especialmente las financiadas por la UE y la Fundación Europea de la Ciencia, consideran a Israel un Estado europeo en lo que refiere a contratos y subvenciones". Es por ello, sigue la misiva, que se reclama de las instituciones europeas el establecimiento de una moratoria temporal "hasta que Israel acate las resoluciones de Naciones Unidas y abra negociaciones de paz con Palestina de acuerdo cono los múltiples planes de paz aprobados, incluido el recientemente promovido por Arabia Saudí y la Liga Arabe".

La iniciativa parece que difícilmente va a surgir efecto. Fuentes próximas a la Fundación Europea de la Ciencia, con sede en Estrasburgo, declaraban hace unos días ser conocedoras de la misma aunque rápidamente añadían que, a su juicio, tenía pocas, por no decir nulas, posibilidades de prosperar. Probablemente, tengan razón.

Pese a ello, la iniciativa está lanzada y demuestra, ni que sea marginalmente y por una vez, que entre los científicos y académicos europeos es posible articular un movimiento en pos de un ideal común. En este caso, el cese de hostilidades de Israel en territorio palestino.

Está claro que mandando la carta a circular por listas de distribución electrónicas, cualquier firmante corre el riesgo de sufrir ni que sean ataques cibernéticos o, como señalaba Daniel Kost, un indignado científico israelí en una carta de respuesta, provocar que los investigadores de Israel se vean obligados a cambiar de bando. "La mayoría de científicos israelíes se sitúan en la izquierda política", escribe. "Boicoteándolos, se los empuja a la derecha".

Es probable que le asista la razón. La ciencia, por definición, se muestra progresista y raramente tiende al conservadurismo. Es por ello que, en mayor o menor grado, no son pocos los científicos que comparten ideales progresistas (no necesariamente de izquierdas). Pero el progreso, en ciencia y en la vida, implica a menudo exponerse para defender unas ideas que constituyen la clave para el avance del conocimiento y a protestar cuando la represión, violenta o no, se hace dueña de la sociedad. Ahora mismo, este es el talante que impera en Israel. Es el mismo que ha impulsado a un número creciente de científicos europeos a protestar públicamente y a exigir medidas. Por una vez, los políticos deberían fijarse en los científicos.

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