Una casa de salud
del barrio de Montsouris
la contemplo con frecuencia
al pasear por allí,
y la veo tan sombría,
tan miserable y tan gris,
que me produce impresión
de casa de folletín.
Tiene una traza siniestra,
torva, misteriosa, hostil,
con sus balcones cerrados
y su pequeño jardín.
¿Quién puede buscar salud
en un edificio así,
si sólo ver esa casa
produce a cualquiera esplín?
Yo pienso, con cierto espanto,
que algo se debe encubrir
tras esas paredes tristes
de este rincón de París.
Supongo gente encerrada
por una falta o desliz,
o por estorbar a próceres
de gran influencia aquí;
y como de novelones
lector, me viene al magín
el mundo folletinesco
de Gaboriau, de Marí,
o de Ponson du Terrail,
y Dumas o Montepín.