La autora rinde homenaje a esta mujer pionera mientras reflexiona acerca de los avances y obstáculos en torno a la participación plena y equitativa de las mujeres en el ámbito científico
Querida Marie,
Te escribo esta carta porque en el año 2015 Naciones Unidas proclamó el 11 de febrero como Día Internacional de la Mujer y de la Niña en la Ciencia. Hoy es 11 de febrero y estoy pensando en ti. Me acordé de que éramos poquísimas mujeres en la facultad cuando estudié Físicas, y luego pensé que en tu clase en la universidad tuvisteis que ser todavía menos. Y pensé “cuánto hemos avanzado” y quería decírtelo. Luego pensé, “no tanto si Naciones Unidas ha tenido que declarar un día para nosotras”. “No exageres” me dirás. Cierto, no quiero sonar pesimista, de hecho, gracias al feminismo ha habido muchísimos avances para las mujeres desde que estudiaste. Por ejemplo, en España hoy en día las mujeres podemos votar, ir a la universidad, participar en política, divorciarnos, decidir lo que hacemos con nuestros cuerpos, tener tarjetas de crédito… es decir, hemos conquistado muchos derechos sociales. Sin embargo, todavía siguen existiendo mecanismos que impiden que muchas mujeres, y otras minorías, nos dediquemos a la ciencia. Incluso cuando algunas consiguen entrar en el mundo científico, rara vez ocupan puestos de poder.
¿Por qué ocurre esto? ¿Nos interesan menos a las mujeres los puestos de poder? ¿Nos interesa menos la ciencia? ¿Es que tenemos distintas habilidades las mujeres y los hombres y a nosotras no se nos da bien lo científico? Quienes tenemos distintas habilidades somos las personas en su totalidad. Las mujeres no compartimos una esencia que haga que todas tengamos las mismas opresiones y afinidades. No se nos dan mejor las letras sólo porque somos mujeres, igual que a los hombres no se les da mejor la ciencia por ser hombres. ¿Entonces? El motivo por el que sigue habiendo más hombres que mujeres que se dedican a las ciencias es por la manera en la que instituciones, familia y medios nos socializan, desde el lenguaje, hasta los modelos con los que crecimos. ¿Cuántas imágenes de mujeres viste en los libros de texto cuando ibas al colegio? ¿Cuántas protagonistas de los libros que leías eran mujeres? ¿Cuántas autoras leíste en clase de literatura? Pues a nosotras nos pasa lo mismo.
Exactamente igual que en tu época, aunque se hayan incluido algunas mujeres en el currículum académico (aunque si preguntaras por la calle la mayoría de la gente sólo sería capaz de decir tu nombre), hoy nos siguen educando de manera distinta a hombres y mujeres. A las mujeres nos educan en los cuidados, la empatía, la sensibilidad y el trabajo emocional. A los hombres en la fuerza, la valentía, y la resolución de problemas. Por eso es más probable que en reuniones sean los hombres los que más hablan, independientemente del conocimiento que tengan sobre el tema que se está tratando (de esto tú sabes muchísimo); en las familias sean las hijas las que cuiden a las personas mayores y a las más pequeñas de su entorno (en esto tú también eres experta); y en los medios y la política que el protagonista sea un hombre (en esto te tendrían que dar otro Nobel). Esas diferencias en la socialización hacen que, entre otras cosas, a largo plazo nos inclinemos por carreras más enfocadas a áreas que requieren sensibilidad, hablemos menos en público, nos presentemos menos a puestos de dirección, y nos sintamos más responsables que nuestras parejas heterosexuales del cuidado de nuestras criaturas. Todo esto se traduce en que hay menos mujeres en la ciencia y una tendencia a ocupar puestos que nos permitan atender a las responsabilidades de nuestros hogares[2]. Pero Marie, no te creas que esto sólo pasa en la ciencia, pasa en casi todos los sectores. Mira, te voy a contar dos casos que te sorprenderán.
Tú sabes bien que la mayoría de las mujeres del planeta se ha dedicado desde hace generaciones a cocinar para alimentar a su familia. Pasaba en Francia en tu época y pasa en España en la mía. Eso ha sido lo habitual, algo que nadie ha cuestionado nunca y que ha carecido de cualquier tipo de prestigio puesto que era una tarea relegada al ámbito de lo privado. Pues bien, cuando el sector culinario sale al ámbito público se llena de hombres con su correspondiente prestigio asociado. Ahora mismo la inmensa mayoría de los cocineros más famosos del mundo son hombres. Tanto es así que ya no los llamamos cocineros, sino chefs. El segundo ejemplo es el de la medicina. Un sector, el de los cuidados, tradicionalmente dominado por mujeres, que cuando se profesionaliza se llena de hombres (con su correspondiente prestigio asociado). Con los años se da la vuelta a la estadística y ahora mismo el sector se feminiza. Tanto que hoy en mi país, más de un 70% de las personas que estudian carreras relacionadas con ciencias de la salud son mujeres. Sin embargo y a pesar de que somos mayoría, sólo acceden a puestos de mayor responsabilidad hospitalaria un 20% de mujeres[3].
Las mujeres no compartimos una esencia que haga que todas tengamos las mismas opresiones y afinidades. No se nos dan mejor las letras sólo porque somos mujeres, igual que a los hombres no se les da mejor la ciencia por ser hombres
Marie, te voy a decir cosas que tú ya sabes porque las has vivido en tus carnes. El machismo es malo para las mujeres, es malo para los hombres, y es malo para la ciencia, porque ¡también hay machismo en la ciencia! Pero Marie, es que pasa otra cosa, las mujeres también somos machistas, sin nosotras el patriarcado no existiría. Supongo que eso ya lo sabes, entre otras cosas, por lo que te pasó cuando te dieron el segundo premio Nobel. Me dio mucha pena leer cómo te demonizó la prensa por tu romance con Langevin. Tú ya habías enviudado y él estaba casado. Sin embargo, con quien se cebaron fue contigo, a él poco menos que lo describieron como una víctima. En esa situación tan terrible en la que hasta te insultaron por ser judía y extranjera, aparte de los medios de comunicación, ¿por qué crees que participaron las mujeres? ¡por el machismo! Es tan importante educar a nuestras niñas en la sororidad… sin apoyarnos entre nosotras los avances feministas serán mucho más lentos.
Y nos hemos dado cuenta de que eso empieza por cosas muy pequeñas, como el lenguaje que utilizamos, los libros que leemos, las películas que vemos, los chistes de los que nos reímos, las personas que criticamos y los motivos por los que lo hacemos, o las personas que tenemos de modelos, tanto en la vida real como en el material cultural que consumimos. Todas esas acciones que parecen insignificantes, en realidad están contribuyendo a crear trabas en el avance del feminismo. Vivimos en una sociedad donde nos parece un horror (porque lo es) saber que hasta 2018 en Arabia Saudí las mujeres no podían conducir, pero no nos choca enterarnos de que en Europa las mujeres ganan menos que los hombres por hacer el mismo trabajo. Necesitamos hacer un esfuerzo activo no sólo por incluir a las mujeres en todos los campos del conocimiento sino también por visibilizar el trabajo que ya han hecho miles de mujeres antes que nosotras, mujeres como tú. Que nos sirvan como modelo para entender que la ciencia no es sólo cosa de hombres, es un lugar donde siempre hubo mujeres, y otras minorías, y que lo tuvisteis muchísimo más complicado de lo que lo tenemos nosotras hoy.
Termino esta carta con un intento de corrección y un agradecimiento. Creo que después de ser la primera persona en la historia de la humanidad en ganar dos veces el premio Nobel, la única persona en ganar un Nobel en dos disciplinas distintas, la primera y la única mujer que ha conseguido dos premios Nobel, que menos que llamarte por tu apellido y no por el de tu marido. Gracias Maria Skłodowska, a ti, y a todas las feministas que han ido por delante abriendo camino para que las demás podamos disfrutar de los derechos de los que disfrutamos hoy.
Firmado: Sara Riva. Feminista y abolicionista de fronteras. Física, Antropóloga y doctorada en departamento feminista (mujeres, género y sexualidad)
Referencia bibliográfica:
[1] Minorías incluyen: personas trans, personas no binarias, colectivos LGTBI, personas de color o racializadas, personas de una religión que no es la dominante, personas con discapacidad, etc. Las minorías no son numéricas, son en términos de poder. Piensa por ejemplo en Sudáfrica y el apartheid, la mayoría de la población era negra, sin embargo, eran minoría porque quien ostentaba el poder era la población blanca.
[2] Esto por supuesto es una simplificación de los procesos, más aquí.
[3] Esto ocurre en muchísimos otros campos, por ejemplo el sector de la enseñanza.