Una locura distinta a la nuestra: la locura de un clásico.
Clara, seca y lacónica. Todo era mucho menor antaño.
Él era casi un enano,
nervioso, inquieto, turbulento,
pero su mirada ambarina bajo la pesada peluca
era fría y penetrante:
Cualquier rasgo ocasional
debe ser desechado. Coleccionar, determinar, denominar.
Todas las oscuras analogías han sido sólo fraguadas
para oprobio de la Ciencia. Escalpelo terminológico, en carne viva
de un mundo ciego y convulso, para descortezar la Siempre Igual.
Inventarios, nomenclaturas, repertorios. La Naturaleza
como un
rectángulo intemporal, como una trama estática.
Grabados coloreados, genealogías, tablas de leyes.
En el bullir de los fenómenos, aquel lenguaje cuaja.
Gramática de lo mensurable:
Del grosor de un cabello,
hundido como un ombligo, en forma de vulva,
revuelto como una oreja. Categorizante, minucioso
y trascendente. Día y noche trabajando, dispuesto
a no perder un minuto mientras siga en Uppasala.
En un adusto país, en el más tiñoso ochocientos:
amarga juventud, sin blanca, tacones torcidos,
comer de prestado, dormir en cama fría, carreras
tras títulos y doblones. Y al fin la evasión a lo inhóspito.
Donde casi nada vive, él casi despierta a la vida.
Laponia, 1745:
Verano e invierno vistos en un día,
caminar a través de nubes, a la busca del fin del mundo,
el albergue nocturno del Sol. En el páramo florece
su reseco corazón. Musgo, renos, tundra, libertad polar.
Y vuelta al mundillo cortesano, los jardines y gabinetes.
Pesadillas infernales, manías, tinieblas trascendentes.
En los ojos ambarinos destella la locura. Inmóvil.
Al fin catedrático, médico de S. M. la Reina (
una mano certera
para tratar dolencias de pecho), presidente de la Academia.
Estrella polar sobre negro fajín. Es ya tarde para todo.
Melancolía, hosquedad, murrias noches en invernaderos,
y luego ataques en serie. Sus cuatro últimos años vegeta
semiparalítico,
tristemente postrado de cuerpo y alma.
Nadie sabía que
él, que tantas huellas de la Providencia
había encontrado en el mundo natural, luengos años hacía
que reunía análogos ejemplos de los destinos humanos;
hasta los milagros y pecados se someten a la taxonomía.
Manía persecutoria, alucinaciones. Junto a la
histoire admirable
des plantes, la historia natural de enfermedades y vicios:
Némesis divina, el libro nocturno escondido en un estuche,
lleno de indicios, augurios, presagios, lectura para Strindberg.
Teología empírica. El investigador es un espía de Dios.
Todo tiene su orden: piromanía lascivia
infanticidio traición
perfidia y envenenamiento.
Melandro, Doctor en Teología, maquina
intrigas en el Consistorio, y a las seis en punto de la tarde
cae su cabeza sobre la espalda. Se desploma, se lo llevan, nunca
verá ya el día de su curación. Dios: rectángulo intemporal,
su justicia, una trama estática: pena de muerte abrasamiento
defenestración decapitación.
Señora Psilanderhjelm, impúdica,
se acuesta con caballero de Estocolmo. Enferma de las entrañas,
muere al poco. La abren, en vez de criatura hallan una piedra.
Y todo queda claro. El cuerpo del pecador se pudre en vida.
Modo de vida relativamente uniforme. Los correlativos
son coleccionados, determinados y denominados. Minucioso,
[trascendente,
como la mecánica de reproducción: estambre borlilla y polen,
ovario estilo y estigma.
Systema sexuales: manía fatídica.
No existe la vida; sólo existen seres vivientes.
Achicándose cada vez más, el gran viejo, ensimismado, inmóvil,
va en pos de venganza divina, lógica. Trascendente.
Intrascendente. Trascendente. En su delirio nosotros no
[aparecemos.
La flor que lleva su nombre, Línea borealis L.,
es imperceptible, pequeña, y casi del todo blanca.