Fecha
Autor
Francisco Bas (Secretario General de ASEBIO)

Biotecnología al servicio de una alimentación saludable

El Ministerio de Agricultura ha aprobado la inclusión de nueve variedades de maíz transgénico en el Registro de Variedades Comerciales, según la orden ministerial publicada el 16 de febrero en el Boletín Oficial del Estado (BOE), lo que supone que pueden ya comercializarse y cultivarse en España.

La biotecnología se consolida como herramienta estratégica para la industria agroalimentaria. Las tendencias de consumo[gráfico 1], las necesidades de reconversión de actividades agrícolas y ganaderas y las oportunidades de reactivación de sectores maduros a través de la reducción de los costes de producción, el control de la calidad y seguridad, y la diversificación en nuevos productos son los principales vectores que definen la velocidad de implantación de la biotecnología agroalimentaria en el mercado español, un sector de aplicación que aglutina un 32% de las Empresas Completamente Dedicadas a la Biotecnología.[1]


El fenómeno emergente de la Alimentación Funcional[gráfico 2] ha supuesto un estímulo para segmentos alimentarios (lácteos, aceites, pan, bebidas.) donde la competencia por precio parecía la única estrategia válida para mantener cuotas de mercado. La biotecnología se perfila como herramienta fundamental para conseguir el valor añadido que el consumidor demanda en estos productos. Además, la industria alimentaria tradicional comienza a beneficiarse de otras aplicaciones biotecnológicas que afectan a toda su cadena de valor.[gráfico 3]

Por otra parte, la esperada normalización de las autorizaciones de nuevas variedades vegetales genéticamente mejoradas, tras varios años de políticas contradictorias y contrarias a los informes científicos elaborados por la propia Comisión Europea, abre un inmenso abanico de oportunidades de desarrollo para las empresas del sector.

Seguridad y etiquetado de los alimentos biotecnológicos

El Parlamento Europeo aprobó en julio de 2003 una nueva legislación que obliga a etiquetar todos los Organismos Genéticamente Modificados que se comercialicen en Europa dando, de esta forma, por terminada la moratoria "de facto" que ha paralizado a la agrobiotecnología europea en los últimos 5 años.

Los reglamentos aprobados, si bien abren la puerta a nuevos desarrollos biotecnológicos en la UE, implican asimismo un cambio cultural en la industria agroalimentaria y fundamentalmente en los distribuidores, al obligar a etiquetar los productos que contengan trazas de ingredientes derivados de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) cuando su presencia no es adventicia o supera el 0,9%.

El etiquetado garantiza la libertad de elección del consumidor respecto al tipo de productos que desea consumir y no debe ser considerado como una advertencia de riesgo -como tampoco lo significa que un vino sea de una determinada denominación de origen- sino todo lo contrario ya que:

-Los ingredientes procedentes de OGMs han mostrado ser equivalentes a los convencionales en estudios de composición y valor nutritivo realizados antes de su autorización. Todos los genes se pueden comer, y los cambios introducidos hasta la fecha se limitan a trazas (del orden de unos milímetros en una distancia de un km) de proteínas, fácilmente digestibles y asimilables como cualquier otra de las que componen el alimento.

-La seguridad ha sido refrendada por las autoridades de los países más avanzados. El rigor de los controles a los que se someten estos productos es tal, que los plazos para poder comercializarlos son comparables a los de los productos farmacéuticos: hasta 10 a 15 años desde su obtención.

El futuro de la Agrobiotecnología en Europa

España es pionera y referente europeo en la coexistencia de cultivos biotecnológicos, ya que en los últimos seis años se han cultivado unas 20.000 hectáreas de maíz modificado genéticamente, que han crecido hasta 32.000 hectáreas en 2003.

Por este motivo, la posición de agricultores y bioempresas españolas debería ser muy tenida en cuenta a la hora de diseñar las futuras normas sobre coexistencia, siempre de acuerdo con las orientaciones de la Comisión Europea y bajo el principio de que ningun modelo agrícola debe imponerse prevaleciendo sobre el derecho a elegir de los ciudadanos.

En este sentido, ASEBIO valora su participación en la recién constituida Comisión Nacional de Biovigilancia, órgano encargado de asesorar en la aplicación de los Planes de Seguimiento de variedades modificadas genéticamente y que cuenta con representantes tanto de las Administraciones públicas y las organizaciones agrarias como de los sectores relacionados con la producción y el consumo.

En la primera reunión celebrada por este órgano asesor el pasado 25 de febrero se presentó y analizó el borrador de Orden por la que se hacen públicas las normas sobre la coexistencia de los cultivos modificados genéticamente con los convencionales y ecológicos, borrador que incluye entre otros requisitos la obligación, a partir de abril de 2004, de que los agricultores y otros operadores comuniquen por escrito la modificación genética contenida en su cosecha a cada comprador de sus productos, de acuerdo con la normativa comunitaria relativa al etiquetado de organismos modificados genéticamente, y a la trazabilidad de los alimentos y piensos producidos a partir de éstos.

La nueva normativa incluiría igualmente disposiciones para el seguimiento de unas buenas prácticas agrícolas, con el fin de que la siembra de una variedad modificada genéticamente pueda ser compatible con el cultivo de otras variedades en los campos vecinos, así como la obligación por parte del agricultor de comunicar por escrito a las Comunidades Autónomas correspondientes, los detalles sobre parcelas y variedades transgénicas, requisito que entraría en vigor a partir de 2005.

Con estas normas de coexistencia, y de acuerdo con las conclusiones establecidas en el Libro Blanco de la Agricultura y el Desarrollo Rural, España consolida su liderazgo en la Unión Europea respecto al empleo de la moderna biotecnología para una producción agraria sostenible.

Antecedentes de la mejora genética tradicional vs la biotecnología moderna

Una vez conocidas las oportunidades estratégicas que ofrece la biotecnología en el sector agroalimentario, se hace necesario profundizar en los beneficios que pueden reportar al consumidor los alimentos transgénicos. Y antes de ello se hace necesario en primer lugar definir qué son las plantas transgénicas, de las que se obtienen aquéllos.

La mejora de las plantas cultivadas ha sido lenta pero constante desde que en la prehistoria el hombre inventó la agricultura buscando formas más eficientes y fiables para obtener alimentos. Buena prueba de ello son las enormes diferencias entre las variantes que cultivamos actualmente y las plantas silvestres que se domesticaron hace miles de años.

Ahora sabemos que las características de cada planta están condicionadas por códigos genéticos determinados por millones de bases, cuyas diferencias se basan en la cantidad y el orden en que aparecen cuatro moléculas que además son comunes con las de otras plantas y animales. Todos los cambios que se transmiten a la descendencia, como los que ocurren después de cualquier mutación o cruce, se corresponden con determinadas secuencias genéticas -genes- que ahora podemos analizar con técnicas parecidas a las que usa la policía para ver si un cabello pertenece o no a una determinada persona.

Con un importante ritmo de progreso en las últimas décadas -similar al observado en el mundo de los ordenadores-, la moderna biotecnología nos ofrece ahora posibilidades para injertar en una célula uno o varios genes de interés. De esta célula se regenera luego una planta completa ("transgénica") y tenemos:

Más posibilidades: pues los genes de interés se pueden conseguir a partir de plantas u organismos con los cuales la variedad cultivada no es compatible sexualmente.

Más precisión: pues el intercambio de genes se limita a los genes de interés, que representan alrededor de una parte por millón del genoma total de la planta, en contraste con el cruzamiento sexual que intercambia proporciones muy superiores del genoma.

Mayor conocimiento: pues mientras que con las mejoras conseguidas por mutaciones y cruzamientos conocemos el resultado final, pero no sus causas genéticas, en el caso de las plantas transgénicas están definidas las secuencias genéticas, sus consecuencias en la composición de las plantas y su seguridad para personas y para el medio ambiente. La moderna biotecnología ya lleva tiempo usándose para la producción de medicinas, detergentes biodegradables y otros productos de consumo.

La novedad de la tecnología empleada en estas mejoras ha motivado que se establezca la necesidad de su autorización "caso por caso" antes de que una planta genéticamente modificada pueda sembrarse comercialmente, lo que ha permitido unos resultados satisfactorios durante 8 años de uso extensivo en EE.UU., Argentina, Canadá, Australia y otros países en los que se ha sembrado una superficie total de más de 303 millones de hectáreas. Numerosos estudios realizados durante los últimos años, incluyendo 81 proyectos financiados por la Unión Europea, han llegado a la conclusión de que la seguridad de las nuevas plantas es similar a la de las variedades convencionales, pudiendo obtenerse producciones superiores de alimentos con menores necesidades de insecticidas, combustibles, suelo, agua y otros recursos. De esta forma se confirma una vez más que el mayor conocimiento de los cambios realizados no representa un riesgo añadido sino todo lo contrario.

¿Cuál es el beneficio para los consumidores de los alimentos transgénicos?

ALIMENTOS MÁS ASEQUIBLES. De forma general, las nuevas variedades, obtenidas por mejora clásica o con ayuda de la biotecnología, sólo se siembran cuando su uso ofrece ventajas para los agricultores, y estas ventajas acaban siendo compartidas por los consumidores. Esto ha permitido que el porcentaje de renta familiar dedicado a los alimentos sea considerablemente menor que hace 50 años mientras que ha mejorado nuestra esperanza de vida y la calidad de la alimentación.

MAYOR RESPETO AL MEDIO AMBIENTE. Independientemente del menor uso de insecticidas, para producir una tonelada de maíz en España hacía falta labrar unos 3.000 m2 en 1967 (datos del Ministerio de Agricultura), mientras que en 1997 podíamos producir el mismo alimento en la tercera parte de la superficie. Esto significa que con la moderna biotecnología podremos seguir mejorando la eficiencia y competitividad de la producción, con menor necesidad de roturar espacios naturales.

Con las variedades genéticamente protegidas frente a insectos necesitamos un menor empleo de insecticidas, lo que significa un mayor respeto a las aves, insectos y otros animales no objetivo presentes en los campos. En las nuevas variedades de maíz protegidas contra insectos, también se ha observado un menor daño de las orugas a las mazorcas y menor riesgo de infecciones secundarias con hongos productores de micotoxinas.

Con las variantes genéticamente tolerantes a herbicidas de baja peligrosidad, se consigue reducir la necesidad de laboreo del suelo, facilitando la adopción de la agricultura de conservación que aporta beneficios como menor erosión del suelo, mayor biodiversidad, (aves, lombrices, liebres, etc.) y menores emisiones de CO2 (tanto por la reducción a la mitad en las necesidades de combustible como por la mayor cantidad de carbono inmovilizado en la materia orgánica del suelo). Si piensa que un automóvil es más ecológico cuando necesita menos litros de combustible para recorrer 100 km, con la agricultura de conservación usando variedades tolerantes a herbicidas el combustible necesario para producir una tonelada de alimento puede reducirse a la mitad.





[1] Fundación Genoma España/ASEBIO



[Grafica 1] Desarrollo biotecnológico al servicio de las necesidades del mercado alimentario




[Grafica 2] Alimentación y Salud, nichos de mercado para la biotecnología




[Grafica 3] Aportaciones de la biotecnología a la cadena de valor de la industria alimentaria


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