Fecha
Autor
Xavier Pujol Gebellí

El asunto Massagué o la vuelta del seiscientos

Tras dos años de negociaciones, la definitiva constitución del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (IRBB) encara su recta final. Si todo sigue su curso, lo esperable es que tenga los mimbres para ser "un buen centro" pero no para ser "el gran centro de excelencia" que se planteó en sus inicios.
Hace algo más de dos años, Joan Massagué, Juan Carlos Izpisúa Belmonte, Anna Birulés y Ramón Marimón, todos ellos protagonistas recientes de la política científica española, se sentaron en una misma mesa. Entre otros muchos temas, los contertulios departieron acerca de las posibilidades de poner en marcha en España un centro capaz de codearse con la elite internacional en el área biomédica. Al parecer, se habló de todo: necesidades y características de laboratorios, plataformas tecnológicas, recursos humanos, razones jurídicas, financiación y tiempos de ejecución.

De la reunión, mantenida en un tono un tanto informal, trascendió la noticia de que los dos investigadores habían planteado al gobierno la posible creación de un gran centro de excelencia. En realidad, no fue tanto: Massagué e Izpisúa sólo relataron cuales deberían ser las condiciones más adecuadas. En ningún momento hubo un documento ad hoc en el que se detallara proyecto alguno.

La conexión de ambos con el Parque Científico de Barcelona y la declaración de intenciones de los responsables de la política científica española, alimentaron la bula de un supercentro, algo así como la contra del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas liderado por Mariano Barbacid. Si a ello se suma el interés mostrado por la Generalitat por vertebrar un eje biomédico en Barcelona al que debían auparse el Parque de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Pompeu Fabra y el IDIBAPS del Hospital Clínico, la operación parecía más que viable: resultaba creíble.

El "parquetazo" y una buena conexión personal entre los "tres biomosqueteros" (Jordi Camí, Joan Guinovart y Joan Rodés), debían constituir la guinda final. La época del seiscientos de la ciencia española, adornada con unos pocos utilitarios de lujo aparente, parecía que iba a abrirse a la de, al menos, dos 'mercedes', el coche de gran calibre que tenía que empujar a la renovación del parque automovilístico. Pero el guionista se equivocó en algo: (bio)d'Artagnan no aparecía por ninguna parte y había un exceso de (bio)Richelieu.

Así las cosas, el proyecto 'mercedes' fue difuminándose poco a poco. Izpisúa, que llegó a firmar un precontrato, no encontró encaje en el proyecto y acabó aceptando una oferta para investigar en células madre en su laboratorio de origen, en el Instituto Salk de la Joya, California. El rector de la Universidad de Barcelona, donde debía ubicarse el IRBB, se negó a dar entidad jurídica propia al nuevo instituto dilatando al extremo las negociaciones. Marimón, encargado de asegurar la parte de financiación estatal, jamás puso una cifra negro sobre blanco como prueba del compromiso de Ciencia y Tecnología. Birulés dejó de opinar tras la negativa de Izpisúa. Y el eje auspiciado por Andreu Mas-Colell desde la Generalitat, perdió fuelle. Los tres (bio)mosqueteros dejaron en suspenso su aventura colectiva.

UN "ASUNTO" EN LAS CORTES

Al final del trayecto, el pasado mes de julio, Joan Massagué, en su calidad de presidente del comité científico asesor del IRBB, decidió poner las cartas sobre la mesa. Mandó una misiva a siete personas con responsabilidad en la puesta en marcha del proyecto anunciándoles su dimisión. Ésta debía hacerse efectiva el día 25 de ese mismo mes.

Piqué sustituyó a Birulés y Morenés a Marimón. A las pocas semanas, se incorporó un viejo conocido del sistema, Gonzalo León, y más tarde Fernando Valdivieso. Piqué, a instancias de la prensa, dijo de inmediato que iban a "hablar del tema". Massagué, ante los cambios, había decidido previamente "poner en suspenso" su decisión como "deferencia" al nuevo ministro.

Así pasó agosto y septiembre sin que Massagué recibiera noticia alguna de Ciencia y Tecnología. En parte, lo consideró lógico. "Soy un asesor externo", vino a decir recientemente. Como tal, entiende que toda negociación debe ejecutarse "entre las partes" que conforman el proyecto. Esto es, Ciencia y Tecnología, Generalitat y Universidad de Barcelona.

Finalmente, y a pregunta de Jaime Lissavetzky, de la comisión de Ciencia y Tecnología del PSOE en el Congreso de los Diputados, Piqué resolvió que había un problema pendiente con la UB y que la cuestión económica estaba poco menos que apalabrada.

EL DILEMA DEL SISTEMA ESPAÑOL

Massagué ha decidido, con una prudencia que le honra, no transformar el proyecto en una cuestión personal. Sabe perfectamente de su influencia en la esfera científica internacional y conoce los resortes necesarios para abrir una polémica de calibre. Una de las mayores, tal vez, de los tiempos recientes de la política científica en nuestro país. No en vano, se trata de uno de los científicos con mayor pedigrí, influencia y respeto con que cuenta la ciencia española, y es el sistema español el que se resiste a contar con su colaboración. Este sólo argumento serviría para desprestigiar a los que se resisten a estrechar lazos.

Pero Massagué, aunque no utilice este u otros argumentos similares, deberá enfrentarse a un dilema especialmente delicado. Su propuesta inicial, transformada luego en proyecto que él entendía como realista "pero modesto", según sus propias palabras, a buen seguro que nada tendrá que ver con el proyecto que finalmente se instaure.

El científico catalán aspiraba a 6 millones de euros anuales procedentes de la Administración a los que añadiría otros tantos procedentes de fondos públicos competitivos. Estas cantidades deberían ir incrementándose anualmente hasta lograr una velocidad de crucero suficiente como para destacar en el competitivo mundo de la biomedicina.

Nadie sabe qué cantidades ofertará finalmente Ciencia y Tecnología, aunque se especula en algunos círculos que la oferta alcanzaría millón y medio al que se sumaría una cantidad equivalente desde la Generalitat. Total: tres millones de euros. Si la primera era ya una cifra modesta, ¿cómo definir la segunda?

Massagué deberá ahora decidir entre un posibilismo rácano, el que enquista al sistema español en la era del 'seiscientos', o irse definitivamente. Aparcado el 'mercedes', se conformaba con una 'gama media' para empezar a correr. Su dilema es también el de la ciencia española.

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