Dicen que los poetas...
Yo no sé nada ni es menester hablar
nada de mi alarido oculto que hace años,
escondido en cuadernos colegiales,
formaba parte amarga de este ser que me crece.
Pero, caramba, esta calle impronunciable
donde el Danubio toca mis ansias extranjeras,
me da ese no sé qué que me agobiaba
cuando el padre Esnaola,
vasco y jesuita él, cejudo bondadoso,
se echaba sobre mí con sus cosenos,
sus ángulos rectángulos horrísonos
y su álgebra sotánica
con que me fecundaba el pavor.
(Estoy con mi cerveza
madrugando sin Dios, el que se daba maña
también para colarse entre mi angustia de muchacho,
y claro,
sin hablar alemán, sin ser homosexual
o ejercer de algún modo el qué me importa,
he de rememorar mis ejemplares torturas
para darme valor.)
Aquel Bruño infernal y Anfossi puma!
Ay, escorpiona trigonometría,
aritmética impura y mala pécora,
números corruptores de menores,
álgebra fascistoide y mal parida!
Logaritmos, oid mi manifiesto:
no sé multiplicar, no sé sumar,
no sé raíz cuadrada!
Me río y solamente
conozco este camino
por el que huyo desde mi pasado