Añadir precaución a la gestión de mares y océanos: una red global de reservas marinas
Una presión humana excesiva sobre los ecosistemas marinos, con la actividad pesquera a la cabeza, ha causado una perdida de biodiversidad en el mar sin precedentes en las últimas décadas: el desarrollo industrial de las flotas pesqueras ha permitido su expansión hasta un punto en el que casi no queda un rincón de los océanos sin explotar y el descenso general de los recursos pesqueros es incontestable. A este problema se unen, entre otros, la contaminación, la destrucción de valiosísimos ecosistemas costeros o los efectos potenciales del cambio climático y el agujero en la capa de ozono. Hoy en día, el uso de nuevas herramientas como las reservas marinas para la gestión integral y precautoria de los océanos está emergiendo con fuerza. Greenpeace demanda la creación de una red global de reservas para la recuperación y gestión sostenible de los ecosistemas marinos.
Una crisis profunda: algunos datos
Entre el público general no existe todavía una percepción adecuada de la agudeza de la crisis que sufren nuestros océanos. A menudo asistimos a discusiones sobre la situación de los recursos pesqueros, en torno a los recortes de las cuotas de pesca, pero hay un gran desconocimiento de la globalidad y profundidad de este problema, de sus causas y de las posibles soluciones.
El desarrollo industrial de la pesca durante el pasado siglo forzó la desaparición del mito de los océanos como una fuente inagotable de recursos. Durante demasiado tiempo los océanos estuvieron (y en cierta medida aún están) al alcance de quien tuviera medios para explotarlos; paralelamente, los avances tecnológicos posibilitaron una capacidad de captura muy por encima de las posibilidades de reproducción de los ecosistemas marinos apoyada por muchos gobiernos, que subvencionaron generosamente la construcción de más y mejor equipados barcos.
Los resultados no se hicieron esperar. La actividad pesquera industrial ha ido agotando las poblaciones de las especies que ocupan los lugares más elevados de las complejas redes tróficas marinas. Actualmente se calcula que la abundancia de peces predadores a nivel global es aproximadamente tan sólo un 10% de los niveles pre-industriales; muchas poblaciones de cetáceos podrían desaparecer en las próximas décadas; la producción pesquera ha estado descendiendo desde principios de los 90 pese a que disponemos cada vez de buques más potentes y tecnologías más eficaces para capturar peces en numerosas pesquerías, particularmente en las de arrastre, un porcentaje importante de las capturas son devueltas muertas al mar dos de los ecosistemas costeros más productivos en las zonas tropicales han sido destruidos en gran medida: el 25% de los arrecifes de coral ha desaparecido y el 25% de los bosques de manglar ha sido destruido en los últimos 20 anos. Como resultado disponemos de ecosistemas menos funcionales y mucho más vulnerables a fenómenos de alcance global como el cambio climático o la contaminación.
Precaución cero: un par de ejemplos cercanos y recientes
El desastre anunciado por todos en la costera de la anchoa este mismo año no hace sino confirmar la total falta de seriedad de nuestros gobernantes en cuanto a políticas responsables de pesca. De nada han servido las advertencias de los científicos, ni las demandas de los pescadores, que el año pasado exigían el cierre de la pesquería de anchoa en el cantábrico por dos años para permitir la recuperación del recurso, que se encuentra en niveles mínimos históricos. Como en 2005, este año el cierre de la pesquería lo han tenido que llevar a cabo los propios pescadores, renunciando a salir a faenar ante la falta de capturas. Nuestra administración pesquera sigue diciendo que no cerrará el caladero si no hay pruebas científicas que demuestren la necesidad del cierre. La situación exige exactamente lo contrario: cerrar el caladero hasta que haya evidencias de su recuperación.
Como Greenpeace ha denunciado estos días una de las pesquerías más emblemáticas del Mediterráneo, la del atún rojo, desaparece. Lo estamos viviendo en directo. Avisamos hace cuatro años, cuando los gobiernos miembros de la CICAA, organización que gestiona la pesca de atún en la región, acordaron una cuota de pesca un 25% mayor de la recomendada por los científicos. Hemos venido calificando de pesca pirata lo que sucede con esta especie en la región: todo el mundo pesca lo que puede y los gobiernos mediterráneos se toman a broma sus obligaciones de comunicar debidamente sus capturas a los organismos de gestión.
La flota atunera mediterránea podría estar capturando un 40% más de lo legalmente permitido en el Mediterráneo, condenando a la especie a su extinción comercial (45.000 toneladas frente a las 32.000 legales). Pese a que el estado de sobreexplotación del recurso era evidente, tanto España como otros Gobiernos mediterráneos han venido subvencionando generosamente a la industria atunera mediterránea en los últimos años, incluyendo la renovación de buena parte de esta flota. Dinero público destinado a que hoy en día tan sólo unas pocas empresas asociadas a capital japonés y australiano monopolicen el grueso de las capturas de atún en el Mediterráneo.
Son tan sólo dos ejemplos que muestran por un lado la gravedad del problema, y por otro la poca seriedad de los responsables de administrar la actividad pesquera. La búsqueda de niveles máximos de capturas en lugar del uso de un enfoque más precautorio y la gestión de los pesquerías especie por especie, en lugar de tener en cuenta el conjunto del ecosistema son factores fundamentales en el fracaso de la gestión pesquera tradicional.
En los últimos años no ha habido cambios significativos en la forma en la que los gobiernos hacen frente a esta crisis. Las grandes flotas industriales han seguido recibiendo generosas subvenciones; las flotas ilegales continúan eludiendo todo control; los modelos de acuicultura industrial más destructiva -como la del langostino tropical- siguen expandiéndose; la contaminación es un grave problema en amplias zonas costeras; y un largo etcétera.
Una red de reservas marinas como instrumento de gestión precautoria
Algo fundamental es que el mismo objetivo de la gestión pesquera debe cambiar, desde la actual maximización de los rendimientos a corto plazo hacia la minimización de los impactos sobre el medio ambiente, y especialmente del riesgo de dañar las poblaciones o los ecosistemas marinos de forma irreversible. Ninguna pesquería debería poner en peligro la capacidad de cualquier especie de resistir las fluctuaciones medioambientales, ya sean naturales o inducidas por el ser humano, ni inhibir la recuperación de cualquier especie que se encuentre amenazada o en peligro de extinción. Los impactos destructivos de las actividades pesqueras sobre los hábitats y ecosistemas marinos deben ser también eliminados, y la pesca en zonas de especial sensibilidad ecológica debería ser prohibida.
Además, para compensar nuestras grandes lagunas de conocimiento en lo que se refiere a los procesos ecológicos marinos, la gestión pesquera debe ser precautoria, poniendo el acento en la prevención del daño, en contraposición a los intentos de reparar los errores con medidas de recuperación o de mitigación una vez que estos se han producido. Las reservas marinas, mediante las cuales se protegen áreas enteras contra una amplia gama de impactos de origen humano, contribuyen precisamente a estos objetivos, lo que las convierte en una herramienta de conservación única. Contar con una parte del ecosistema al margen de las actividades extractivas es sin duda una forma de disminuir el riesgo, hoy día muy elevado, de sobreexplotación de los recursos.
Las reservas no son una herramienta tan nueva. Ciertamente en el pasado existían muchos refugios naturales para las especies marinas, proporcionados por zonas que eran simplemente inaccesibles y que explicaban la resilencia de algunas pesquerías. Se trata de lugares protegidos que en buena medida han desaparecido con el surgimiento de nuevas tecnologías, pero que podrían ser ahora recuperados a través de la creación de reservas marinas.
Beneficios de las reservas marinas
Se ha comprobado que el establecimiento de reservas marinas tiene como resultado aumentos a largo plazo y a menudo rápidos en la abundancia, diversidad y productividad de organismos marinos. Si bien los beneficios de la protección son más evidentes para las especies que pasan la mayor parte de su tiempo dentro de la reserva marina, también las reservas pueden brindar protección a las especies migratorias, si éstas son protegidas en etapas vulnerables tales como las que pasan en áreas de desove y cría. Las reservas marinas pueden reestablecer el equilibrio ecológico alterado por las actividades humanas. Por ejemplo, la pesca puede alterar la relación predador/presa y ocasionar cambios en el hábitat y las reservas pueden ayudar a mitigar estos efectos. Es vital que los hábitats más importantes estén representados dentro de una red regional. Estos deben incluir hábitas vulnerables; etapas críticas de la vida de las especies, p.e. lugares de desove y cría; lugares capaces de dar apoyo a especies sobreexplotadas o poco abundantes; etc.
Las reservas marinas como herramienta de gestión pesquera
Por definición las reservas marinas están cerradas a la pesca pero el establecimiento de una red de reservas marinas puede beneficiar a las pesquerías de varias maneras. Las reservas marinas permiten que las poblaciones explotadas recuperen sus hábitats y que los hábitats modificados por las actividades pesqueras se regeneren. Existen evidencias cada vez mayores que sugieren que el establecimiento de una red de reservas marinas puede producir mejores rendimientos en las zonas de pesca adyacentes. Esto esta relacionado con la migración de peces adultos y jóvenes más allá de los límites de la reserva así como con la exportación de larvas y huevos desde la reserva hacia las áreas de pesca. Al ser áreas no explotadas, las reservas marinas sirven también como áreas valiosas de referencia que se pueden utilizar para facilitar la comprensión de los efectos de la pesca fuera de la reserva y para informar las decisiones de gestión.
Las reservas marinas brindan además la oportunidad a las comunidades locales de obtener derechos de propiedad sobre las reservas de su área y sobre sus zonas adyacentes, un hecho muy importante que tiende a ser infravalorado. Otras actividades no extractivas tales como el buceo, la fotografía submarina y la observación de cetáceos se benefician todas ellas con una vida marina diversa y abundante.
¿Por qué una red? Tamaño, escala y conectividad de las reservas marinas
Diferentes modelos parecen dejar claro que independientemente de su tamaño, el establecimiento de reservas marinas conduce a incrementos en la densidad, biomasa, talla de los especimenes así como de la diversidad. Para proteger el ecosistema en su conjunto es importante garantizar que todos los hábitats estén representados dentro de una red de reservas marinas.
Para conservar una gama representativa de hábitats y especies se necesitará establecer cierto número de reservas marinas y es importante que éstas estén ubicadas en una red que garantice su conectividad. Muchas especies marinas tienen fases dispersas en aguas abiertas y con frecuencia los huevos y las larvas son transportados a sitios muy alejados de donde fueron fecundados. En la misma medida en que aumenta la cobertura de un área se incrementa también la conectividad.
El Congreso Mundial de Parques de Durban en 2003 recomendó que "las redes deberían ser extensas e incluir áreas estrictamente protegidas que abarquen por lo menos el 20-30% de cada hábitat". Dos expertos destacados en los aspectos científicos de las reservas marinas, Callum Roberts y Julie Hawkins, de la Universidad York en el Reino Unido, han llegado a la conclusión de que "todos los argumentos convergen hacia la importancia de la protección a gran escala, con un máximo de beneficios generalmente en el rango de entre el 20 y el 40% del mar como parte de reservas".
Se ha subrayado también la importancia de crear reservas en una red de distintos tamaños. Crear una red de reservas marinas más pequeñas en la zona costera tendrá la ventaja de distribuir los beneficios entre las comunidades pesqueras a lo largo de la costa en vez de concentrarlos en unas pocas y extensas reservas marinas donde varias comunidades juntas perderán sus espacios de pesca.
La propuesta de Greenpeace
Greenpeace está promoviendo una red global de reservas marinas que abarque el cuarenta por ciento de los océanos del planeta con el fin de disponer de océanos y mares bien conservados y de permitir su recuperación en los casos necesarios. Esto significa establecer una red representativa de reservas marinas, que comprenda reservas a gran escala en alta mar, y un mosaico de reserva marinas de menor extensión en conjunción con áreas de pesca bien gestionadas y sostenibles en la zona costera. Para garantizar que tanto los beneficios de la reservas marinas y el acceso a las áreas de pesca de distribuyan equitativamente alrededor de la línea costera, en el diseño de una red se deben considerar tanto los factores sociales como los biológicos.
Se trata de una medida con importantes ventajes desde el punto de la gestión pesquera, cuyos beneficios son cada vez más evidentes y en la que es necesario comenzar a dar pasos cuanto antes. Por el momento, las primeras experiencias piloto han ofrecido en general resultados muy positivos cuando han estado bien gestionadas. Es hora de pasar de pequeños ejemplos casi diríamos anecdóticos, a redes más consistentes que permitan explorar su funcionamiento a pleno rendimiento.