Y a fin de cuentas, ¿qué? Esa explosión, ese instante,
ese raudal de luz que anula, arrastra: Un momento
que todo lo aniquila salvo su centro provisional.
Un quanto de vida transparente y giratorio
sin esfuerzo, aunque obligado, igual a sí mismo en falso,
neutro como si el yo se viera a sí mismo desde fuera,
como le ven los otros quizás, como en la nada;
un mínimo jugado, y al azar, el espanto
de luz resplandeciente casi vista -quizás
no enteramente vista, temblorosa de misterio-,
pasa, parece el rastro de un instantáneo fotón,
¿Cuesta tanto registrar lo que pasó y no pasó?
Vino y se fue para aquel que estuvo tiempo acechando;
pero él en su gloria y sol fue un instantáneo esplendor,
y ya más allá del tiempo que contamos minuciosos,
lo infinito igual a cero, la nada o si quieren Dios.