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Autor
Manuel de León (Instituto de Ciencias Matemáticas, ICMAT-CSIC y Real Academia de Ciencias)

La Agencia de Investigación, una oportunidad que no debemos perder

El pasado viernes 27 de noviembre se creó la tan anunciada como esperada Agencia Estatal de Investigación. Dado el momento de la aprobación, a pocas semanas de las próximas elecciones generales, hubiera sido deseable haberla presentado con un acuerdo de todos los partidos de manera que se garantizara su continuidad; la nueva Agencia debe ser independiente de estas vicisitudes políticas, y no estaría de más que el nuevo gobierno, tan pronto quede constituido, así lo acordara con todos los actores.
La Agencia debe contribuir a crear un nuevo modelo de financiación y gestión del I+D+i, y es una de las recomendaciones del panel de expertos ERAC (European Research Area Committee) que evaluó el sistema científico español en 2014. Puedo dar fe del empeño de la actual Secretaria de Estado en esta creación, y de las idas y venidas que ha tenido que soportar, peleando con la cada vez más absurda y paralizante burocracia española. Tras todo este esfuerzo, una vez constituida, toca analizar el cambio que puede significar para la evaluación y financiación de la ciencia española.

La primera cuestión es ver si supondrá o no un cambio realmente. La Agencia no puede ser la Secretaría de Estado con un nuevo nombre. No podemos seguir la doctrina de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". La transformación de una en otra debe ser real. El tan publicitado coste cero de este cambio no ha de ser más que una cuestión coyuntural. Tampoco esperamos tener de la nada un European Research Council (ERC), sería algo pretencioso (aunque está bien marcarse metas ambiciosas), pero sí que nos gustaría una Agencia comparable a otras homólogas europeas, como la L'Agence Nationale de la Recherche (ANR) francesa, la Nederlandse Organisatie voor Wetenschappelijk Onderzoek (NWO) holandesa, e incluso, la National Science Foundation (NSF) norteamericana.

La Agencia debe contribuir a crear un nuevo modelo de financiación y gestión del I+D+i, y es una de las recomendaciones del panel de expertos ERAC que evaluó el sistema científico español en 2014

Es importante que haya una buena coordinación con otras instituciones. La Agencia nace con excepciones: ni el Instituto de Salud Carlos III ni el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) están en ella, pero tendrán que mantener un diálogo fluido. Además, hay que conseguir optimizar recursos y homogeneizar procedimientos con las iniciativas de las Comunidades Autónomas.

Hemos hablado principalmente de limitaciones y advertencias pero, de partida, ¿qué ventajas trae la Agencia? Leyendo sus Estatutos, parece que puede simplificar los procesos de convocatorias, sin intervenciones previas, regularizarlos (una petición constante de los científicos), y pasar presupuestos de un año a otro. En cuanto a la evaluación, quizás consiga acabar con el doble sistema actual de los coordinadores de la ANEP y los gestores de la SEIDI, aparte de incorporar la tan solicitada evaluación ex post. Otro de los aspectos que la Agencia puede mejorar es el de las representación en organismos internacionales, para que no pasemos los apuros que hemos sufrido en organismos como el International Council of Science (ICSU) y sus uniones científicas en los que ha habido atrasos e impagos; no todo es el CERN. Finalmente, el análisis del impacto socio-económico de la inversión en investigación será objeto de análisis.

La Agencia supone también un cambio de cultura. La comunidad científica española está acostumbrada a unas tasas de éxito de un 60% o 70% en las convocatorias de proyectos. Ahora debemos ser más exigentes, y no olvidar que el ERC o la NSF financian con tasas de éxito de un 10% o 15%; la evaluación debe primar la calidad, y se debe exigir a los organismos públicos de investigación y universidades que cubran la parte básica de la financiación de la investigación.

Otro aspecto a debatir es la gestión de la propia Agencia. Se necesitan gestores preparados, con perfiles internacionales, conocedores del sistema europeo de evaluación y financiación, capacitados por el conocimiento del inglés para tratar con evaluadores internacionales (si queremos de verdad ser algún día como el ERC).

En los próximos meses debe ponerse en marcha, nombrar un Presidente y un Director (ahora todo es provisional a la espera del gobierno que forme tras las urnas del 20 de diciembre). Y el Consejo Científico debe ser en verdad formado por científicos prestigiosos y con capacidad reconocida de gestión: en nuestro país pululan los oportunistas que nunca han hecho nada constructivo pero que acaban muchas veces en comisiones y consejos a los que nada aportan. Finalmente, al ser una Agencia Estatal y depender del contrato de gestión, parece indispensable aclarar esta circunstancia que contradice alguna de las leyes recientes que parecen indicar la supresión de las Agencias Estatales aunque para esta Agencia se contemple una excepción.

En resumen, muchos temas por definir y una oportunidad para mejorar nuestro sistema de I+D+i.

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