La intervención, pionera en España, evita la quimioterapia y se realiza por laparoscopia.
Con nueve años, Isabel empezó a sangrar por la vagina. Sus padres creyeron que era por una regla precoz, pero el proceso no se detenía. Israel, el padre de Isabel, recuerda perfectamente cómo el 2 de agosto de este mismo año, la niña, que ahora tiene 12 años, lo despertó por la noche porque tenía la cama empapada en sangre. Asustados, acudieron al hospital de su ciudad, y los médicos les dieron el diagnóstico: cáncer de vagina.
Lo normal en este caso habría sido tratar con quimioterapia primero y operar después. Una cirugía amplia, agresiva, para extirpar vagina, cuello de útero e incluso ovarios. Pero todo ello en una niña de su edad tenía riesgos extra. La familia buscó una segunda opinión. Y llegaron a la Clínica MD Anderson de Madrid, especializada en oncología. "Al principio, cuando nos lo dijeron, nuestra idea era operar y punto. Pero luego, cuando lo pensamos despacio, vimos que había otros problemas, como preservar su fertilidad para el futuro".
El encargado del caso fue el jefe de servicio de Ginecología del centro, Javier de Santiago García. "No conozco casos así en España", dice, por el tipo de cáncer y la edad de la paciente. Él fue el que propuso un tratamiento menos agresivo y restringido. En vez de una cirugía completa precedida por quimioterapia, la clínica optó por un tratamiento "más complejo técnicamente, pero más preciso": extirpar solo la parte afectada -que al final resultó ser el cuello del útero- evitando la quimioterapia.
El oncólogo resume las ventajas del abordaje menos agresivo: "A su edad, había que tener en cuenta que aún era púber y la quimio y la extirpación podría afectar a su desarrollo; segundo, porque había que reducir los efectos adversos; tercero, porque iba a afectar a los ovarios y a su capacidad para ser madre en el futuro".
Y, además, operar por laparoscopia. "El tumor era de cuatro centímetros, pero se pudo quitar entero", con lo que no ha hecho falta quimioterapia y solo hay que hacer seguimientos periódicos de la paciente, explica De Santiago. "En vez de una raja le hicieron apenas tres agujeritos", cuenta gráficamente el padre. "La recuperación fue muy rápida".
A finales de septiembre, la niña fue operada; el 23 de octubre, ya estaba de vuelta en el instituto. "Todo ha sido en dos meses. Tengo que dar gracias a la familia por el apoyo que nos han dado y a Dios por haber podido conocer a los médicos que hemos conocido", dice Israel. "Yo ni me planteaba lo de ser madre en el futuro", dice la niña por teléfono después de volver de clase, pero admite que eso llegará un momento en que será importante para ella. "Al principio me asusté mucho, pero ahora estoy bien. Cuando me dijeron que me iban a dar quimioterapia, fue peor. Sé que no es lo primero, pero me preocupaban mucho cosas como lo del pelo", cuenta Isabel. Ahora ya está "casi bien". Aún no puede hacer la clase de gimnasia, pero reconoce entre risas que no lo echa de menos. Ahora les queda ir superando las revisiones: primero cada tres meses, luego cada seis... Una serie de viajes a Madrid que, tras lo que han superado, son un inconveniente muy menor.
El oncólogo resalta el éxito de la operación, pero quiere extrapolar el resultado. "Este caso era excepcional por la edad de la niña, el tipo de cáncer y su localización. Pero lo más importante es que cuando a una mujer o a una niña le diagnostican un cáncer, debe saber que puede haber varias opciones para preservar su fertilidad". Lo normal es extraer los ovocitos o la corteza ovárica, y congelarla, pero en el caso de Isabel, aún en pleno desarrollo, esto no era posible porque sus genitales estaban inmaduros. Todavía no es seguro que en este caso se haya conseguido. "No lo sabremos con exactitud hasta que la niña no quiera ser madre. Pero los antecedentes son que lo conseguirá", sentencia, aunque probablemente tenga que usar métodos de fecundación asistida, admite.