Fecha
Autor
Miguel Ángel Criado

Tres de cada cuatro plantas salen perdiendo de su convivencia con los humanos

La utilidad para la civilización humana ha decidido el destino de muchas especies vegetales

Las antecesoras de la palma cícada tamaulipeca (Ceratozamia kuesteriana) ya servían de pasto a los dinosaurios. Esta especie, que recuerda a las palmeras, fue descrita por primera vez en el jardín botánico de San Petersburgo (Rusia) a mediados del siglo XIX, pero es originaria de México. Allí fue redescubierta en estado silvestre en la parte norte de Sierra Maestra Oriental a mediados de los años 60 del siglo pasado. Desde entonces, el deterioro del hábitat por la explotación maderera y su recolección directa para exportarla como planta ornamental han reducido su población hasta unos pocos centenares, apareciendo en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como en peligro crítico de extinción. Eso fue en 2009, última revisión de la lista. Puede que ya no exista. Como esta palma, miles de especies están desapareciendo por la presión humana.

Investigadores del Instituto Smithsoniano (Estados Unidos) han clasificado casi 90.000 especies vegetales como perdedoras o ganadoras. Combinando su estado de conservación, utilidad para los humanos y su grado de tolerancia ambiental, han visto que las que están perdiendo son más que las que están ganando y la clave está en su relación ambivalente con los humanos.

El botánico John Kress, conservador emérito del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano y coautor del estudio, lo justifica: “El uso humano es un factor principal para determinar si una especie vegetal sobrevivirá al Antropoceno”. La utilidad económica de una planta, ya sea domesticada o silvestre, como alimento, por su valor medicinal, como fuente de madera... le da muchas opciones para sobrevivir. Según sus estimaciones, hay 6.749 especies ganadoras útiles para los humanos. Sin embargo, hay otras que están muriendo de éxito. Muchos cactus, orquídeas o cícadas como la tamaulipeca, sobreexplotadas, están entre las perdedoras. Ellos elevan la cifra hasta 4.551.

“Además, las malas hierbas, que crecen de forma natural en hábitats deteriorados, y las especies invasoras también son ganadoras en este mundo en proceso de cambio”, dice Kress. Cifran en 164 las plantas que caen en esta categoría. Pero la mayoría de las especies que no tienen una clara utilidad para los humanos lo están pasando mal. La cifra supera las 16.000 especies. Combinando las cuatro categorías, por cada planta que está avanzando (6.913), hay tres que retroceden (20.293).

Hay otro gran grupo de vegetales que los autores del estudio, publicado en la revista especializada Plants, People, Planet, llaman neutrales. Son aquellas grandes poblaciones que están tan distribuidas que no preocupan a los botánicos por ahora. Las cifran en 14.149. El responsable de la unidad de conservación vegetal del museo y coautor del estudio Gary Krupnick señala, sin embargo, que su situación podría cambiar en el futuro. “En la medida en que el mundo siga cambiando, todas las especies o sobrevivirán (serán ganadoras) o no (serán perdedoras). Si una especie actualmente neutral puede tolerar, adaptarse, cambiar de hábitat o volverse útil para los humanos, será ganadora. Si no, será perdedora y sucumbirá a la extinción”, comenta.

Pero más de la mitad de las especies analizadas en este trabajo tienen una clasificación complicada. Los autores del estudio las han repartido entre posibles perdedoras (26.000 especies) y potenciales ganadoras (18.600). Hay indicadores que les permiten hacer este reparto provisional pero, como dice Kress, “necesitamos saber más sobre estas especies antes de etiquetarlas correctamente”.

El catedrático de ecología de la Universidad de Alcalá Miguel Ángel Rodríguez investiga los patrones de distribución de la flora y el efecto de pérdida del hábitat o el cambio climático están teniendo entre las especies. Para él, este nuevo trabajo destaca por la combinación de distintas bases de datos, pero piensa que sus autores van algo lejos en sus conclusiones. “Que una especie aparezca en alguna de las listas de protección no implica que esta inclusión se deba al impacto de las actividades humanas”. De hecho, hay muchas plantas que aparecen en el listado de la UICN porque siempre han tenido un rango de distribución reducido, son endemismos naturalmente frágiles. “Su inclusión en la lista roja sirve, de hecho, para despertar el interés conservacionista y protegerlas de una posible extinción natural”, añade.

Rafael Molina, colega de Rodríguez en la Universidad de Alcalá, coincide con él en la crítica: “No todas las plantas amenazadas lo están por las actividades humanas”. Además, aunque reconoce como obvio el papel de los humanos en la crisis de biodiversidad, este no siempre tiene un resultado neto negativo. Pone como ejemplo a las plantas nitrófilas, que prosperan en entornos ricos en nitrógeno. Tradicionalmente, han sido una minoría en el reino vegetal, pero, gracias a la ganadería o las ciudades, floreciendo en sus alrededores, “son unas de las triunfadoras gracias a la civilización”, recuerda Molina.

El Presidente de la Sociedad Española de Biología de la Conservación de Plantas, Juan Carlos Moreno, lamenta que se ponga el foco en los vertebrados, en los animales y la flora solo sea “un paisaje verde, sin reparar que está formado por distintas especies”. Para él, trabajos como este ayudan a acabar con la invisibilización de las plantas, a resaltar que la crisis de la biodiversidad también es vegetal. “Claro que con los humanos hay más plantas perdedoras que ganadoras”, concluye.

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