Ya sólo me queda el amor de A., que quizá por pequeñito se salva y
me salva de todo lo amenazador.
¡Los campos, lo electro-magnético, la gravitación!
Los campos reales de la Física actual,
el movimiento sin móvil,
el pulso pendular que no cuenta el tiempo,
lo repetido distinto, las transformaciones,
los acontecimientos
(sólo muy de lejos lo que le pasa al hombre,
no real como un fotón, salvo si es registrado,
aunque él se crea importante),
la velocidad de la luz, de la paz,
de la neutralidad,
de la A,
cuando fallan las palabras
y las micro-personas se vuelven invisibles
en el límite físico de lo perceptible por nuestros sentidos.
A, queda aún A,
A que no es nada en apariencia,
que no simboliza;
que no es una nueva constante de la ciencia,
que no es tampoco un grito
inaudito,
sólo A todavía,
A, para respirar,
A.
Aunque es irritante tan sólo subsiste
esta luminosa futilidad
y alrededor, lo loco del girar y chocar.
A
como si yo tratara de empezar a hablar.
A de mi Amparo, es claro.
¡Ah, de mi amor!, ladro.
Soy un perro.