Sigma-1
Un cielo más real, el micro-cielo de las partículas atómicas
más infinito que el que con sus estrellas visibles abre los ojos
del barato asombro, descubre a Juan y a Pedro, y a ti, y a
mí, y a cualquiera, la verdadera maravilla.
Juan-Pedro y Pedro-Juan se creen tan diferentes, personales,
como el imán dorado, como la luna negra,
como el enjambre-nadie polar y radiante,
y es como, rauda,
la historia sin historia de un pequeño mesón lambda.
Juan-Pedro y Pedro-Juan, Pedro-Pedro y Juan-Juan
proyectan sus cargas de electrones contrarios,
y el isomero resuelve su identidad distinta,
y hace así perceptible
cierto invisible espejo, cierto número neutro,
cierto
modo de que exista realmente el cero:
Modo o miedo.
Lo que no se comprende
es que existan Juan o Pedro solos, sueltos
como está loco sin duda en su explosión sola el cielo.
Pero ahí está. Lo veo.
El cielo, tan limpio, que me da vértigo, miedo,
agua de acero,
sistema huyendo con su temblor quieto,
ojo sin mirada que me ve y no veo,
siempre lejos, más lejos,
ya no real, no humano,
no adscrito a lo suficiente,
ni físico quizá, metafórico sólo,
puro producto humano, real como los sueños.
Da miedo.
Me daba a mí más que miedo
hasta que he visto que es sólo la expulsión
hacia el cero
que Pedro-Juan y Juan-Pedro, Pedro-Pedro y Juan-Juan
han hecho de sus sueños
para ser quienes son, físicos y concretos,
en un más acá sin cielo
o en el cero
sin medida de un átomo pequeño:
De diez elevado a menos quince
centímetros, si quieren que sea más concreto.