CRISTIANISMO Y ENIGMAS CIENTÍFICOS<br>
Un intento de integrar biblia y ciencia en la interpretación del cristianismo.
Reseña realizada por Francisco Rubia<br>
Instituto Pluridisciplinar
Teólogo cristiano y físico, Ian G. Barbour ha abordado con este libro una ingente tarea. Para empezar, habría que decir que estamos ante el libro de un erudito. Dos años más tarde de su publicación en lengua inglesa, en 1999, Barbour recibía el premio Templeton, dotado con 1,24 millones de dólares, por el progreso en temas espirituales.
Comienza el estudio en el siglo XVII con el conflicto entre Galileo y la Iglesia católica y, a pesar de sus documentadas y magníficamente expuestas explicaciones, queda abierto el verdadero tema: el papel obstruccionista de la Iglesia en este asunto, basado, además, en una interpretación literal de la Biblia que el propio autor rechaza, como evolucionista, cuando se refiere a los dos relatos de la creación que figuran en el Génesis.
La insólita afirmación de que la doctrina de la creación contribuyó a preparar el escenario para el desarrollo de la actividad científica por contener las ideas de racionalidad y contingencia, no dejará, con seguridad, de generar cierto malestar en los seguidores de la teoría creacionista en Estados Unidos al verse así corresponsables de un desarrollo, el de la teoría de la evolución, que niega rotundamente sus creencias.
Versado en los descubrimientos de la ciencia moderna Barbour nos dice que "Dios puede ser concebido hoy como el diseñador de un sistema autoorganizativo, o sea, de un proceso creador multiestratificado, que conjuga ley, azar y emergencia". ¿No es este el "Dios-tapaagujeros" que él mismo critica en otro lugar? Tampoco se entiende cuál es su postura frente a los nueve modelos que plantea han existido a lo largo de la historia de la relación de Dios con el mundo. Pero, sobre todo, ¿cuál de ellos es el verdadero? O ¿quizás se puede opinar libremente al respecto...?
Dos cosas he echado de menos en este compendio: un análisis de las creencias, ya que, al fin y al cabo, la existencia o no de Dios en la mente humana es una cuestión de fe y no de razón. De hecho, nos falta una explicación científica de las creencias religiosas, pero esto, claro está, no está hoy por hoy a nuestro alcance. Y en segundo lugar, la poca mención que se hace de otras religiones. Es posible que esté dirigido sólo al lector cristiano porque, si no es así, difícilmente puede entenderse que se de por hecho que bajo el término religión se entienda sólo la religión cristiana. Además, la existencia de espiritualidad o de religión como un universal en las diferentes culturas no es ningún cheque en blanco para justificar una determinada religión. Supongo que, al igual que a las diferentes ramas de la ciencia, a las religiones habrá que juzgarlas por sus hechos.
En el tema del mal en el mundo, Barbour aduce una serie de argumentos para explicarlo que deja al lector poco más o menos como estaba. El argumento de que el sufrimiento tiene a veces valor educativo, por ejemplo, no explica la existencia del mal ni de la muerte de inocentes. El sistema de recompensa es mucho más eficaz en la educación que el sistema de castigo.
Pero, resumiendo, quien quiera conocer a fondo el pensamiento cristiano frente a los problemas que plantea la ciencia, aquí tiene un libro excelente para ello. Y si quiere una explicación sencilla y sensata de los recientes descubrimientos de la ciencia, también la encontrará. No obstante, dudo mucho que el autor haya conseguido lo que él mismo se propone en la Introducción, a saber, "presentar una interpretación del cristianismo que esté en consonancia tanto con la fe bíblica como con la ciencia contemporánea".