Fecha
Autor
Solzhenistsyn, Alexandr. Tusquets. Barcelona, 1992.

El primer círculo

EL PRIMER CÍRCULO

Escrita durante treinta años, en medio de las más azarosas y problemáticas condiciones (cárcel del autor, censura, salidas del material literario en forma clandestina hacia Occidente), la versión definitiva solo pudo publicarse en 1968. El titulo alude al "primer círculo" de la Divina Comedia dantesca. Es el que Dante reserva a los antiguos sabios: los condenaba como cristiano, pero les daba trato preferente como renacentista. El centro de la acción narrativa se encuentra en una sharashkka, una prisión especial donde se hallan confinados destacados científicos que penan allí sus actitudes y actos contrarios al régimen. Como dice un personaje, recién llegado a la cárcel: "...! nunca me sentí tan beatíficamente feliz como hoy! ¿Dónde he venido a parar? Mañana no me harán marchar sobre agua helada! ¡Cuarenta gramos de mantequilla! ¿Pan negro en las mesas! ¡Los libros no están prohibidos! ¡Los carceleros no pegan a los presos? ¿Qué cumbre luminosa es esa? Me habré muerto? Lo estaré soñando? ¡Se me antoja que estoy en el paraíso!" (páginas 25-26). La evidente ironía refleja el horror del sistema penitenciario soviético, que aquí, en efecto, se encuentra atenuado, aunque sea manifiestamente repugnante y lesivo para los derechos humanos: prohibición de ver a los familiares, autorización para hacerlo en condiciones muy precarias, vigilancia de todos sus movimientos... El núcleo argumental se genera sobre la base de una escucha telefónica que ha detectado la llamada de un funcionario soviético a la embajada de los Estados Unidos advirtiéndoles de la inminente llegada a Nueva York de un hombre del régimen con piezas aptas para montar una bomba atómica. El laboratorio de acústica de la prisión se pone en movimiento y a través de complicados procedimientos consigue detectar al traidor. Pero hasta llegar aquí la novela es la historia de la vida de los presos y de sus allegados, sometidos todos, por acción u omisión, a las condiciones más aberrantes, aunque ya se ve que podían ser peores. Hay un retrato de Stalin prodigioso (capítulos 19-23) que lo pinta como frío, astuto, asesino convencido de la aplicación de la pena de muerte oficialmente abolida, penetrante, megalómano: "Bonaparte, ése sí fue todo un tipo. No tuvo miedo de los ladridos de los club jacobinos y se proclamó emperador. Asunto concluido.

// La palabra "emperador" nada tiene de malo, significa soberano, jefe, No está en contradicción en absoluto con el comunismo mundial. // Y como sonaría! ¡Emperador del Planeta ¡ Emperador de la Tierra!" (página 155).

Es difícil llevar al ánimo del lector el horror que inspiran estas páginas. Nuestra imaginación occidental, excluida la nazi (por cierto Stalin considera que su gran aliado fue Hitler [página 146]), es incapaz de hacerse a la idea de que las cosas pudieran ser así, y aún podían ser peores. Pero el escritor no es un libelista: hay pasiones, hay criaturas sensibles (Nerzhin, Spiridon, Sima), hay un mundo de inteligencias privilegiadas humilladas día a día por castigos que, con facilidad, alcanzaban los diez años de prisión. La detención y trato recibidos por el traidor, Innocenti Volodin, consejero de Estado, marcan la culminación del espanto.

Reseña realizada por Miguel García-Posada

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