La normalización de la difusión de la ciencia en inglés hace que hayamos dejado de plantearnos las consecuencias para el entorno de esa tendencia monolingüe
La producción y difusión de la ciencia en inglés constituye una práctica creciente en las últimas décadas que parece aumentar de forma inevitable. De hecho, se ha convertido en algo tan habitual que hemos dejado de cuestionar las consecuencias para el conocimiento de esta tendencia monolingüe que parece extenderse sin margen de retorno.
Michael Gordon, profesor de historia de la ciencia en la Universidad de Princeton (Estados Unidos), en una obra publicada en 2015, Scientific Babel: How science was done before and after global English, muestra la variación de las lenguas dominantes en la ciencia a lo largo del tiempo: desde el predominio del griego y el latín, pasando por el árabe y luego el italiano, el francés y el alemán, hasta el inglés. Si bien Erasmus de Rotterdam (1466-1536), en consonancia con el contexto que supuso el primer humanismo, defendió firmemente el uso del latín como medio de comunicación común, los albores de las naciones modernas fueron acompañados por un movimiento hacia las lenguas vernáculas, que fueron paulatinamente sustituyendo al latín en la ciencia.
Una vez más, existe una fuerte tendencia a la ciencia monolingüe con el argumento de su generalización, pero es importante analizar si, de hecho, puede llegar a todo el mundo y también de qué manera esta tendencia desmerece o anula las contribuciones científicas de aquellos que no dominan o no pueden permitirse producir ciencia en la lengua dominante en la actualidad: el inglés.
La pandemia de la que aún estamos saliendo (sin saber con certeza lo que nos puede esperar) ha reintroducido la cuestión de la comunicación científica, al tiempo que ha puesto de manifiesto la importancia de la ciencia como respuesta a los retos de la sociedad. La falta de acceso a la lengua original en la que la producción científica fue pensada y escrita no ha permitido una generalización del conocimiento, y, por contra, ha alejado a los ciudadanos de los debates e incluso ha tenido consecuencias en la transmisión de una información tan vital como, por ejemplo, la sanitaria.
La elección de una lengua de producción científica determina también los paradigmas culturales de aproximación al problema. No es lo mismo pensar en una lengua que en otra
La ciencia anglófona tiene y tendrá un papel relevante, pero es importante volver a plantear la cuestión de la producción y la difusión científica plurilingüe que, en nuestra opinión, incluye también la cuestión del acceso abierto y universal al conocimiento.
En este sentido, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en colaboración con el Real Instituto Elcano, ha promovido el estudio, de próxima publicación, El portugués y el español en la ciencia: apuntes para un conocimiento diverso y accesible, en el que se ha consultado a un amplio espectro de implicados en la producción y la difusión científicas: investigadores, representantes institucionales, gestores de repositorios y redes, editores científicos.
El autor de este estudio, Ángel Badillo, profesor titular de la Universidad de Salamanca e investigador principal del Real Instituto Elcano, aborda también la relación casi perversa entre la progresión de la carrera como investigador o profesor universitario y la publicación en revistas indexadas en repositorios como WoS o SCOPUS.
En esa línea, numerosos premios científicos restringen ab initio su atribución a las publicaciones indexadas en estas dos bases de datos bibliográficas. Más que la cuestión de las lenguas, la "dictadura del impacto" puede dar lugar a desviaciones que seguramente crearán brechas cada vez mayores entre el conocimiento de los ricos y de los pobres, dificultando su democratización y el acceso a la información y a la innovación. Además, estos repositorios científicos , sin acceso libre, constituyen un mercado global que impone sus reglas, aunque se beneficie (y mucho) de la inversión pública.
Por otra parte, - y aún más importante- la tendencia a la exclusividad de una única lengua científica establece relaciones de poder, con todo lo que ello implica a nivel social, cultural, económico, etc.. La elección de una lengua de producción científica, especialmente en ciertas áreas del conocimiento, determina también los paradigmas culturales de aproximación al problema. No es lo mismo pensar en una lengua que en otra.
Cabe señalar que WoS y SCOPUS, por mencionar los dos principales repositorios, no se limitan al inglés, y los artículos indexados están en varios idiomas, incluidos el portugués y el español. La producción científica en una lengua es una opción (aunque muy condicionada) y, sobre todo, resulta de la percepción generalizada de que es imperativo producir ciencia en inglés. También es importante mencionar que esta tendencia al monolingüismo en la ciencia es responsabilidad de todo un ecosistema científico. Una ciencia de calidad, abierta y plurilingüe es deseable y justa ya que se financia en gran medida con fondos públicos.
El conocimiento, incluso el que se produce en sitios remotos, puede y debe servir a la comunidad global de que todos formamos parte
Como subraya Ángel Badillo, la cuestión de las lenguas de la ciencia determina tres tipos de tensiones: la publicación de artículos científicos en revistas de alto impacto como criterio casi único de evaluación de la actividad investigadora y docente; en consecuencia, la comercialización de la ciencia va en contra de las políticas declaradas de ciencia abierta; y, por último, la creciente tendencia de los investigadores a abandonar la producción científica en sus lenguas, con consecuencias para la diversidad de lenguas en el ámbito de la ciencia y, sobre todo, para el acceso al conocimiento. La conclusión del estudio al que nos venimos refiriendo también plantea un reto que nos interpela: ¿pensarán los nuevos investigadores en español y portugués como lenguas de ciencia y, sobre todo, seguirá la ciencia haciendo preguntas en estas lenguas?
Teniendo en cuenta que el español y el portugués, dos lenguas cercanas y de comprensión mutua, conforman una comunidad de 850 millones de hablantes en cuatro continentes, la respuesta a las preguntas planteadas por Ángel Badillo implica, sin duda, el diseño y el desarrollo de políticas públicas para promover el portugués y el español como lenguas de ciencia, incluso una representación positiva de su capacidad de comunicación científica. Por otro lado, el desarrollo de las tecnologías lingüísticas, en concreto la traducción automática, hace cada vez más posible que la producción científica se realice en una lengua, que bien podría ser la propia, y su difusión en varias. Sin embargo, como sabemos, cuantos más datos científicos haya en una lengua, mejor será la capacidad de traducción automática. Por eso es importante seguir produciendo y publicando en español y en portugués.
La ciencia abierta y plurilingüe es también un factor de inclusión y desarrollo. La pandemia nos reafirma que no podemos dejar a nadie atrás y que el conocimiento (incluso el que se produce en sitios remotos) puede y debe servir a la comunidad global de que todos formamos parte.