Hoy he leído es un decir un formidable treno fúnebre
que cantan las mujeres del Peloponeso alrededor del féretro
del difunto
un formidable tratado del exiliado ruso Roman Jakobson
acerca de la lingüística y la poética
un tratado científico para ponerse serios
y no reír en las estepas del oso salvaje
que se pasea impaciente adentro de nosotros
todo lo cual nos obliga a dejar que la boca cerrada
siga comiendo
las aberturas de la palabra nieve.
De este modo la distribución de los acentos
y los significados
crean una curva ondulatoria regresiva
que nos permite dejarnos ir por la puerta de hierro
hacia los planetas
donde las máscaras del carnaval (veneciano para colmo)
se refriegan las antenas y se encienden
como luciérnagas por el deseo.
Pero de pronto
recordé el sombrero de una dama muy viuda
amante de los románticos alemanes traducidos que,
ofendida por mi sonrisa inoportuna en esa lectura
de poemas
no me quiso pasar la azucarera
en una ceremonia inglesa del té
de las 5 de la tarde en Buenos Aires. ¿y por qué hay
que respetar a la poesía de esa manera?