El PIB como horizonte
Desde hace unos años, tanto gestores como expertos en política científica europeos llevan estrujándose el cerebro en busca de fórmulas que permitan reducir la enorme diferencia que todavía se mantiene entre la UE y Estados Unidos y Japón. Por el momento, las ideas que han surgido se han traducido en unos primeros intentos por definir indicadores comparables y en el planteamiento de iniciativas y estrategias comunes que eviten que cada uno de los países europeos deba hacer la guerra por su cuenta.
Las propuestas más significativas que se han planteado hasta la fecha, todas ellas rodeadas de cierta polémica y no exentas de dificultades para su puesta en marcha, son probablemente la instauración de un espacio común de investigación, el reclamo a la participación del sector privado como motor de la investigación y la definición de áreas científicas y tecnológicas prioritarias que aproximen los estándares de calidad, competitividad y productividad entre los tres grandes núcleos de la economía mundial.
Todos estos objetivos han centrado la trastienda del seminario internacional informal de Ministros de Ciencia y Tecnología europeos celebrado recientemente en S'Agaró (Girona). Su traducción inmediata se resume en forma de "recomendaciones" que los escasos ministros de los Quince presentes en el evento han trasladado a la opinión pública, a la comunidad científica y, por supuesto, a los agentes económicos. Términos como apertura de los programas nacionales de investigación, institución de una patente comunitaria, movilidad de los investigadores o incentivos fiscales para las empresas, todos ellos repetidos durante el encuentro, forman parte de esta estrategia.
TRES POR CIENTO
Entre los objetivos políticos planteados en la reuníon, los ministros de la UE apuntaron, aunque aparentemente sin querer darle mucha más trascendencia, la idea del 3% sobre el PIB como cifra "de referencia" para el conjunto de los Quince en el horizonte de 2010. El valor, meramente orientativo y planteado como "deseable" por la ministra Birulés, que ejerció la presidencia del encuentro, tiene por ahora un significado más simbólico que real. Especialmente, cuando se plantea como una media y cuando las distancias porcentuales de los distintos países que integran la UE obligarían a un sobre-esfuerzo sostenido que implicaría cambios estructurales e incluso culturales en más de un caso.
Las dificultades para alcanzar una cifra-valor de esa envergadura son de orden diverso. Países como Finlandia o Suecia, que invierten el 3,3% y el 3,7%, respectivamente, la media propuesta les suena a poco, sobre todo cuando es previsible que vayan a aumentar sus valores en los próximos años. Alemania, con el 2,46% invertido en el año 2000 y con el objetivo inmediato de alcanzar el 2,70% en breve, alcanzar la cifra de referencia no parece representar mayor problema aunque, todo sea dicho de paso, el esfuerzo inversor en términos absolutos sería mucho mayor que en los dos primeros países por la diferencia de su producto interior bruto. En cualquier caso, según el barómetro Eurostat, tan sólo los países citados, junto con Dinamarca, presentan esfuerzos comparables con Estados Unidos (2,64%) y Japón (3,04%).
Para aquellos países situados en zonas de inversión intermedias, el objetivo del 3% sobre el PIB admite más de un matiz. Francia y Reino Unido, con valores que oscilan alrededor del 2%, se sitúan en lo que algunos analistas consideran la "media deseable", escasa si se pretende liderar en solitario grandes proyectos a nivel planetario, pero más que suficiente para no perder comba en la escena internacional y tener voz y voto cualificados en los foros científicos. Para ellos, así como para otros que se sitúan en esta franja, alcanzar el 3% en 2010 va a suponer un esfuerzo tremendo, pero no quimérico.
El problema viene de la mano de países con sistemas de ciencia y tecnología frágiles, con poco peso en la escena científica internacional y en los que el debate sobre las prioridades del propio país desplaza la investigación y la innovación a un nivel secundario. Italia y España son los ejemplos más claros, seguidos de la inevitable Grecia y sorprendidos por la vitalidad de Irlanda y Portugal.
LAS CIFRAS EN ESPAÑA
Según los datos facilitados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE), nuestro país ha invertido en el último año computado el 0,94% del PIB, 0,05 puntos más que el año anterior. En términos relativos, la tasa de crecimiento interanual entre 1999 y 2000 se sitúa en un 14,5%.
De mantener esta tasa de crecimiento, España podría optar en 2010 a situarse claramente en la media europea, hoy ligeramente inferior al 2%, pero en ningún caso alcanzar el objetivo propuesto por la UE. La pregunta es, ¿será capaz España de mantener este ritmo inversor, máxime si se tiene en cuenta que en valores relativos apenas se ha movido de los índices de 1991?
Algunos expertos consultados se conformarían con mantener esta tasa interanual, inusualmente alta en el sistema español y que, según el INE, obedece al buen comportamiento del "sector Empresas". Para ello, opinan, sería necesario adoptar una serie de medidas entre las que destacan potenciar la participación del sector privado, remiso en nuestro país a invertir en I+D, e inyectar mayores cantidades de forma sostenida en el "sector Administración pública", el que menos ha crecido en este periodo con un 7,3%.
¿Para qué esa inyección sostenida de capital? Parte de ella, opinan algunos analistas, debería emplearse en solventar males endémicos del sector público de investigación, como el bajo número de investigadores en España, sus retribuciones y el alto nivel de precariedad al que se enfrenta una nada despreciable proporción de científicos. Del mismo modo, habría que destinar recursos para ampliar el nivel de ambición de las propuestas de investigación y, en último término, aunque no por ello menos importante, escoger líneas emblemáticas para desarrollarlas a niveles de excelencia con plazos de ejecución en el largo término. Entre ellas se encuentran grandes centros singulares o grandes instalaciones científicas.
De nuevo, no obstante, habrá que ver si la tasa es sostenible en el largo plazo y cual va a ser el comportamiento de ese a veces nebuloso "sector Empresas" que para muchos continúa siendo un misterio a pesar del papel protagonista que se le otorga en el sistema. Otros países parecen tenerlo mucho más definido.