Los recientes y trágicos sucesos ocurridos en España con las últimas danas han puesto de manifiesto –una vez más– la extraordinaria capacidad destructora que tienen las inundaciones torrenciales generadas por estos fenómenos meteorológicos, con un alto coste en vidas y graves daños materiales.
El elevado volumen de agua producido por las intensas precipitaciones y la gran velocidad con la que esta se desplaza provocan no solo que se inunden extensas áreas, sino también que la corriente de agua lleve una gran energía. Esto hace que sea capaz de romper y movilizar todo aquello que encuentra a su paso en pocos minutos (de ahí el término en inglés para este tipo de inundaciones, flash floods).
Así, los efectos inmediatos son, además de la propia inundación, la movilización de toneladas de lodos, la rotura y anegamiento de construcciones e infraestructuras y el arrastre de otros materiales y objetos –de diferente volumen y peso– en grandes extensiones y a grandes distancias, inicialmente allí donde llega a alcanzar la inundación.
Esos procesos, de ocurrencia muy rápida, van a generar unos impactos que van a perdurar en el tiempo. Por una parte, generan cambios geomorfológicos que alteran la propia dinámica de las corrientes fluviales y la evolución y funciones de los suelos por erosión y sedimentación. Por otra, se va a producir el sellado de los suelos y la contaminación de estos y de las masas de aguas continentales superficiales y subterráneas, e incluso de las aguas marinas próximas a la costa.
Dispersión y acumulación de los contaminantes
Con la movilización de contaminantes y residuos (entendidos estos como cualquier objeto o material arrastrado por la corriente) se produce, por una parte, una dispersión de sustancias contaminantes y, por la otra, una acumulación de estas allí donde alcanza la inundación o la corriente ya no tiene energía capaz de movilizar el material o donde esta acumulación inutiliza los sistemas de drenaje, depuración y saneamiento.
Existen tres mecanismos de transporte de contaminantes por el agua. Dos de ellos, suspensión y arrastre, tienen que ver con la movilización de sólidos (sean partículas, coloides u objetos). El otro, con la movilización de sustancias disueltas en el agua.
Los mecanismos de acumulación, a su vez, estarán asociados a esos mecanismos de movilización. De esta manera, la acumulación de sólidos –por ejemplo, por sedimentación– está muy relacionada con las condiciones energéticas de la corriente de agua, mientras que, en el caso de contaminantes disueltos, la acumulación tiene que ver con procesos físicos y fisicoquímicos (por ejemplo, evaporación o adsorción).
El proceso de arrastre y transporte en un flujo de alta energía introduce un factor adicional que va a dificultar en gran medida la retirada y gestión de los residuos y contaminantes sólidos, al aparecer muy mezclados y enterrados en los lodos.
El origen de la contaminación
Una inundación torrencial puede afectar a zonas agrícolas, urbanas e industriales y, con ello, dar lugar a la liberación de diferentes contaminantes.
En las zonas agrícolas, la remoción de material de los suelos puede causar la movilización de fertilizantes y productos fitosanitarios.
En zonas urbanas (incluyendo vías de comunicación), las sustancias contaminantes incluyen desde productos de limpieza, cosméticos y medicamentos hasta metales pesados, combustibles, fluidos de automoción y aguas fecales.
La contaminación derivada de las zonas industriales puede ser muy grave por su tipología e intensidad, e implicar la liberación y movilización de volúmenes significativos de sustancias tóxicas muy diferentes.
Puede ocurrir que las inundaciones torrenciales afecten a grandes infraestructuras de fabricación, tratamiento o almacenamiento de productos y residuos químicos, produciéndose un “accidente tecnológico” (evento tecnológico desencadenado por un peligro natural o “natech”) en el que se podrían liberar grandes volúmenes de sustancias extremadamente tóxicas.
La recuperación ambiental de las zonas afectadas
Nos encontramos ante un proceso de alta energía que implica la rotura, erosión o desmantelamiento y transporte de una gran cantidad de materiales y sustancias que en muchos casos pueden tener efectos negativos directos para la salud humana y los ecosistemas (contaminantes físicos, químicos y biológicos) o acarrear unos efectos indirectos al facilitar la acumulación y persistencia de tales contaminantes.
Así, hay una serie de factores que han de ser tenidos en cuenta en la recuperación ambiental de las zonas afectadas en un evento de avenida torrencial:
- Existe una urgencia inmediata en la retirada de las grandes acumulaciones de residuos que afectan a las zonas urbanas, agrícolas, industriales y vías de comunicación.
- Se produce una mezcla de residuos y contaminantes de muy variada naturaleza, presentes tanto en los sólidos depositados como en el agua, que pueden ser dispersados en áreas relativamente extensas.
- Muchos de los residuos acumulados, incluidos sedimentos y fango, no son inertes, sino que en condiciones ambientales pueden liberar sustancias contaminantes a lo largo del tiempo.
- Los vertederos y plantas de gestión de residuos existentes no pueden asumir los grandes volúmenes de residuos retirados.
- La afectación a infraestructuras hidrológicas (especialmente las de saneamiento y depuración de aguas) puede dar lugar a acumulación de aguas residuales no tratadas y, con ello, a la proliferación de organismos vectores de enfermedades.
Todos estos aspectos determinan la gran complejidad del problema de la contaminación asociada a las inundaciones torrenciales, que hacen necesario adoptar enfoques diferentes a los de la gestión convencional de residuos y la remediación de entornos contaminados.
Tales enfoques requieren, necesariamente, un plan de gestión integral (considerando los diferentes entornos afectados y sus impactos actuales, y la evolución de estos en el tiempo) e integrador (que tenga en cuenta todos los agentes involucrados y las herramientas disponibles). Este plan, imprescindible para la recuperación social, económica y ambiental de las zonas afectadas, tiene que ser diseñado e implementado de forma muy rápida. Si no es de esta manera, la población y los ecosistemas van a estar expuestos a graves daños futuros.
Autor: Javier Lillo Ramos, Profesor de Geodinámica e investigador en geología y cambio global, Universidad Rey Juan Carlos
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Fotografía de fotografía: Vicente Sargues/Shutterstock