El nacimiento
Para 10 de unos cuarenta años
Navarra
o Navatta, no lo sabía
resignada.
en la pequeña habitación
donde habíamos estado trabajando
toda la noche
durmiendo
con intérvalos de diez o quince minutos
su enorme barriga pesada
marcada
por los latidos de la contracción bajo la piel.
No se avanza
En aquella época
se respiraba una reposada tranquilidad
al empezar a rayar el alba en Guinea Hill.
¿Qué pasa, doctor?,
No quiere salir
Eso al fin me decidió.
Me hice con una sábana resistente
Ciñéndosela
alrededor de la barriga.
Cuando los dolores se apoderaron nuevamente de ella
la dirección
no cambió
contra su propia columna
no hacia abajo
hacia la salida.
Empezó a moverse... qué tonto
no haber pensado en eso antes.
Al final
sin que escapara de ella un solo grito
más bien como un pequeño animal
gimiendo
salió la cabeza
hasta el cuello.
girando mucho tiempo.
Pensé en un chiste gracioso
sobre una criatura
en ese momento de su carrera
y me sonreí en silencio
bajo la máscara.
Soy un feminista.
Al poco rato
pude
extraer los hombros
ajustados
primero uno, luego otro.
¡Virgen Santa!
Cinco kilos y medio.
No hay ningún hombre entre nosotros
Que haya podido igualar
Eso.