Fecha
Autor
Arsuaga, Juan Luis. Editorial Plaza y Janés. Barcelona, 2004, 281 páginas.

El mundo de Atapuerca.

ILUMINANDO EL REMOTO AYER<br> Divulgación y rigor en la obra de Arsuaga sobre Atapuerca Reseña realizada por Jo&atilde;o Zilh&atilde;o<br> Departamento de Hist&oacute;ria<br>Faculdad de Letras de Lisboa

Hay dos cosas sobre Atapuerca que todo el mundo reconoce: la extraordinaria importancia del yacimiento, y la forma ejemplar como el equipo investigador ha sabido explotar su potencial, dándole a conocer en simultáneo a la comunidad científica y al público en general. Como el tiempo no es infinito, esta labor divulgativa necesariamente conlleva el sacrificio de otros aspectos del trabajo de investigación. Por esa razón muchos científicos tienden a tratar la divulgación como algo secundario, por lo que el esfuerzo del equipo de Atapuerca en este plano - que se traduce en la continuada aparición en las librerías, año tras año, de trabajos que intentan explicar al público la importancia del yacimiento, la historia del equipo, los métodos de trabajo en paleoantropología, o los aspectos sociológicos de un trabajo de investigación de esta naturaleza - es muy de encomiar.

El libro de Arsuaga es la última entrega de esta larga serie. Su objetivo parece ser el de funcionar como una especie de visita guiada a los yacimientos, ubicándolos en el contexto natural e histórico de la sierra y su región. Para ello, utiliza una técnica narrativa distinta de la que suele utilizarse en tales trabajos. Por ejemplo, se intenta humanizar las descripciones de los contextos históricos de diferentes épocas recreando situaciones y diálogos imaginarios entre personajes que hubieran podido vivirlos, ya sea en lo que concierne a la construcción de la trinchera del ferrocarril, en el siglo XIX, ya sea en lo que concierne a las guerras cántabras con las que se concluyó la conquista romana de la península, en la transición a nuestra era. Por otra parte, la presentación de los yacimientos se deja a cargo de personajes inspirados en la legión de estudiantes que cada año colabora en los trabajos de campo, y recurre a un lenguaje coloquial, como el que utilizaría un guía/persona en el lugar, con sus visitantes, y no como el que por lo general se suele encontrar en las guías/libros que el visitante suele leer para preparar sus visitas a monumentos, a yacimientos o a cualquier lugar turístico.

No voy a opinar sobre la calidad literaria del intento, por que no soy competente para ello, pero si puedo decir que desde el punto de vista de la comunicabilidad se trata de una apuesta lograda. El libro se lee muy bien, y permite a todo el lector interesado, por pocos que sean sus conocimientos anteriores sobre la materia, entender los conceptos básicos que hay que tener sobre Atapuerca y sus yacimientos. Desde este punto de vista, le encuentro sin embargo un problema que puede afectar su eficacia divulgativa. Aunque complementado con ilustración de calidad, se trata de una ilustración artística, no científica. Sin embargo, hay evidentemente conceptos que se explican mucho mejor con imágenes que con palabras. Por ejemplo, las descripciones geológicas y estratigráficas no pueden dejar de ser de alcance muy limitado si son sencillamente literarias. Estas disciplinas tienen una larga historia de desarrollo de técnicas de ilustración de conceptos complicados, de naturaleza histórica o estructural, con esquemas y diagramas, que, a mi juicio, hubiera sido útil explotar como complemento imprescindible de un texto de esta naturaleza.

Este es un fallo de forma, pero en lo que concierne al contenido, el trabajo plantea también un problema fundamental de la divulgación científica. Además de las descripciones básicas de los yacimientos y de los hallazgos que ahí se han hecho y se siguen haciendo, se transmiten también lecturas sobre cuestiones centrales de su interpretación, y respectivas consecuencias para la evolución humana. Lo que está muy bien, pero suena un poco como "verdad revelada", es decir, como si esas lecturas, que son las del equipo investigador, fueran incontrovertidas y unánimes. Sin embargo, hay otras, por ejemplo sobre el proceso de formación de la Sima de los Huesos, y esas no se mencionan ni se discuten. Me parece un empobrecimiento de la valor divulgativa del libro, porque, a mi juicio, si hay materia donde conviene hacer hincapié con el gran publico, es en que en la ciencia hay hechos y hay teorías, y que el progreso en el conocimiento sale de la confrontación de las ideas, no de la revelación de la verdad por una autoridad cualquiera, como en la religión. Esa labor de explicar cómo se avanza en el conocimiento de la evolución humana la llevó de forma ejemplar el mismo Arsuaga en trabajos anteriores, como "El Collar del Neandertal", y me parece una pena que haya perdido esta oportunidad para aplicar sus reconocidas cualidades de gran divulgador a la presentación de las interesantísimas controversias científicas suscitadas por la "doctrina oficial" de Atapuerca, como pueden ser la entidad del Homo antecessor y sus implicaciones para el primer Out-of-Africa, o la naturaleza funeraria, ritual, de la acumulación de los restos humanos de la Sima y del bifaz "Excalibur" a ellos asociado.

Por otra parte, hay un riesgo en la opción de escribir un texto "como si fuera un guía enseñando los yacimientos" y al mismo tiempo publicarlo con la firma de uno de los máximos responsables científicos de esos mismos yacimientos: y es que no se suele aceptar que los científicos digan cosas que en cambio si se les permite a los guías. Nadie que haya pasado por la experiencia de ser turista guiado se sorprenderá cuando le digan de una cueva de estalactitas que es la más bella del mundo. Y nadie se extrañaría que a una pareja de chicos enseñando "Galería" o "Elefante" se les pudiera ocurrir decir, hablando de la "Sima", que "como la Sima es un yacimiento tan maravilloso es posible conocer perfectamente las diferencias corporales entre hombres y mujeres, cosa que no se puede hacer en ningún otro lugar" (pg. 153). Pero ya es cuestionable que lo firme Arsuaga, máxime cuando, algunas páginas más adelante, le hace decir a la chica-guía que "el personaje más famoso de la Sima es el cráneo número 5, alias Miguelón, aunque la verdad es que no está claro su sexo" (pg. 159); y esto es sólo un ejemplo.

Pero que no se me interprete mal. La divulgación científica es un trabajo difícil y arriesgado, y sólo el que nunca lo intentó puede presumir de no haber tropezado jamás por el camino. A Arsuaga y al equipo de Atapuerca, más que nada, hay que darles la enhorabuena por la inversión que han hecho en esa labor, y felicitar por un trabajo científico que seguramente seguirá dando frutos por muchos años.

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