Una nueva investigación ha dado al traste con la teoría que explicaba qué pasó con la civilización de erigió las enormes figuras de piedra.
Cuando los holandeses llegaron a la Isla de Pascua a principios del siglo XVIII, se toparon con un auténtico misterio: un lugar remoto (2.000 kilómetros la separan del lugar habitado más cercano), casi sin árboles ni gente, pero con alrededor de 900 enigmáticas y enormes figuras de piedra, conocidas como 'moai'.
Estos gigantes petrificados, estatuas conmemorativas cuya función era remarcar los ancestros de cada linaje, a la vez que demostrar poder, son testigos de los varios siglos de historia de la isla y, por ende, de su decadencia. Para los europeos recién llegados era evidente que aquellos que habitaban la isla no tenían la capacidad para construir semejantes monumentos: algunos alcanzan los 20 metros altura y más de 250 toneladas de peso. Su transporte y emplazamiento planteaban, además de un problema logístico importante, un interrogante por resolver.
Los holandeses, dirigidos por el almirante Jacob Rogeveen, se encontraron con un puñado de isleños que poco o nada tenían que ver con quienes habían levantado los imponentes 'moai'. Y no iban mal encaminados. Sucesivos estudios científicos han revelado que dichas figuras de piedra fueron erigidas por una civilización anterior, hoy prácticamente desconocida. Se cree que los rapanui llegaron a la isla en canoas desde la Polinesia y alcanzaron su esplendor en torno al siglo XV o XVI. Sin embargo, el porqué de su desaparición continúa siendo una incógnita. Y no es por falta de teorías.
DEFORESTAR SIN MESURA
En el farragoso debate actual sobre el misterio de la Isla de Pascua, unos dicen que el contacto prolongado con los europeos supuso la desaparición de la población por la llegada de enfermedades infecciosas (como la viruela o la sífilis) y la práctica del esclavismo. No obstante, otras hipótesis señalan que el pueblo rapanui ya mostraba signos de declive demográfico antes de la llegada del yugo colonial. Así lo demuestra un estudio publicado en Proceedings.
La principal teoría al respecto interpreta la coincidencia de la deforestación de la isla (se sabe que antes era un vergel poblado de árboles, arbustos y hierbas) con el declive de los rapanui como una evidencia de que sus antiguos habitantes habrían sobreexplotado los recursos naturales, lo cual provocó no solo un colapso ecológico, sino también cultural. "La tradición nos dice que con el tiempo los pobladores gastaron sus recursos y empezaron a quedarse sin comida", explica Carl Lipo, profesor de Antropología de la Universidad de Binghamton, en News Wise.
"Uno de estos recursos que supuestamente utilizaban eran los árboles que crecían en la isla. Con ellos fabricaban canoas, pero debido a las escasez de materia prima, llegó un momento en el que ya no podían salir a pescar. Así que empezaron a depender más de la comida terrestre. Por tanto, la continuada erosión del suelo provocó fracasos en las cosechas… Lo que nos lleva a la catástrofe", explica el profesor. También se especula con que los rapanui se embarcaron en un frenesí por construir más 'moai', por lo que necesitaban más troncos para mover las pesadas piedras. Sea como fuere, el ecocidio es la hipótesis fundamental que explica su desaparición. Hasta ahora.
Un equipo de la Universidad de Bristol, en colaboración con expertos de la Universidad de Hawai y de Binghamton, ha desbaratado la teoría que parecía explicar el asunto. Tras estudiar los restos botánicos, humanos y animales que aún conserva la isla, han concluido que los rapanui sabían más de lo que se pensaba sobre agricultura y que, en efecto, estaban al tanto de cómo superar la pobre fertilidad del suelo, mejorar las condiciones ambientales y crear un suministro sostenible de comida. El hallazgo, publicado en el American Journal of Physical Anthropology, es incompatible con la narrativa dominante, la teoría del ecocidio, y, como señalan los investigadores, hace que la historia de la isla sea más interesante y compleja de lo que se suponía. El misterio vuelve a estar encima de la mesa.
SESGOS OCCIDENTALES
"Descubrimos que el pescado era una parte muy importante de la dieta rapanui y que nunca dejó de serlo", señala Lipo, uno de los investigadores del equipo. "También revelamos que lo que obtenían del suelo provenía de terrenos enriquecidos, propicios para el cultivo. Esto ratifica nuestra hipótesis de que utilizaban fertilizantes y que, por tanto, la pérdida del bosque no fue una catástrofe tan grande como se pensaba", agrega.
Al parecer, todo este malentendido proviene de los sesgos occidentales y sus ideas preconcebidas. "Como utilizamos la mentalidad europea, pensamos en nuestras granjas. Y como no se parecen a lo que tenemos en mente, concluimos que algo malo debería haber ocurrido, cuando en realidad era lo más inteligente que se podría hacer", afirma Lipo. A lo que Catrine Jarman, autora principal del estudio, añade en IFLScience: "El descubrimiento nos permite reconsiderar cómo las poblaciones prehistóricas interactuaron con su entorno sin depender de fuentes modernas".
Como señala Valentí Rull en el libro La Isla de Pascua, su historia "trasciende el interés local, ya que puede considerarse un modelo a pequeña escala, un experimento natural en un sistema prácticamente cerrado, aplicable a muchos otros lugares y posiblemente a nivel local". Aunque la teoría principal haya sido refutada, Rull sostiene que "los grandes cambios experimentados por el clima, los ecosistemas y la sociedad de la isla a través de los milenios siguen sirviendo de modelo para pronosticar nuestro posible destino y el de nuestro planeta".
La diminuta isla pertenece desde finales del XIX a Chile, a la región de Valparaíso, y hoy en día cuenta con una población de alrededor de 5.000 habitantes. No obstante, cada año esa sensación de magia en el aire, el misterio de los 'moai' y la desaparición de sus creadores atrae a este remoto enclave a miles de viajeros de todas partes del mundo y, de alguna manera, le ayuda a recuperar el esplendor perdido.